sábado, 30 de marzo de 2013

En nuestro tiempo




Discurso ofrecido en la
Universidad de Roma, "La Sapienza",
el 14 de marzo de 2013
  
Los contemporáneos recibimos una terrible herencia intelectual: la muerte del Dios de los filósofos o el silencio de Dios de los artistas. "Se diría que el hombre está descontento de sí, que es incapaz de dar un sentido, un contenido, al hecho de estar en el mundo" (Eugenio Montale).

En las sociedades tradicionales, los humanos se refugian en el grupo y asumen una identidad colectiva, compartida pero en las sociedades modernas y particularmente en las grandes urbes las personas se individualizan y asumen una libertad con todo sus riesgos y el principal: el de decidir y asumir plenamente sus decisiones y responsabilidades.

Llegamos al siglo XXI confundidos y atemorizados. Aunque los seres humanos hemos nacido para la eternidad, vivimos en la inmanencia del tiempo y en la precariedad de nuestras existencias. El tiempo vital es finito. Vida escandalosamente corta para nuestra mentalidad actual. A ello agregamos una crisis de época en donde las viejas ideas ya no nos sirven. En donde los paradigmas normativos habituales que permitían comprender "el mundo" y nuestro lugar en él ya no son suficientes. Crecimos con una fe ciega en el progreso y en la razón y en el humanismo y sobre todo en las portentosas posibilidades liberadoras de la tecno-ciencia. Desde el renacimiento hasta el siglo XIX, particularmente en Europa y en el llamado mundo Occidental, literaria y filosóficamente la humanidad, a modo de metáfora, habría encarnado en Prometeo y Fausto.

El siglo XX destruyó esta creencia, el siglo sin Dios lo llamó Martin Buber, un siglo de crueldad y destrucción que hizo pensar seriamente en el apocalipsis atómico y en el fin de los tiempos.

En este tiempo y en este contexto hay que emplazar a Chiara Lubich, persona situada y comprometida en "apertura y expectativa" tal como lo definiría la filosofía existencialista.

Inevitablemente por razones de formación y época tiendo a "historizar" mi punto de vista. Intentando comprender a Chiara Lubich, ideas y épocas, he asumido la centralidad en su pensamiento de "Jesús abandonado" como expresión de su personalísima visión de una especie de teología de la muerte de Dios o del silencio de Dios tan en boga en ciertos círculos intelectuales de nuestra época. Termina siendo como una terrible metáfora del siglo XX. Es el siglo que le tocó vivir y padecer y emblemáticamente marcado por el año 1943 cuando nace el Movimiento, tiempo-eje (Karl Jasper) y que en la cultura italiana se conserva como expresión de una memoria trágica y traumática y que cinematográficamente se recogió en la película ("La lunga notte del 43", Florestano Vancino, 1960).

Confrontados a las terribles guerras mundiales, a la terrorífica experiencia de Hiroshima, a los campos de exterminio nazi y al "gulag" soviético, la humanidad espantada, millones de personas llegaron a pensar realmente que Dios nos había abandonado como lo pensaron los millones de seres que fueron sometidos a las terribles experiencias antes apuntadas. En ese siglo y en esa realidad fragua, a nuestro juicio, toda la carga de amor y esperanza que era portadora esta joven de Trento; fragua que se alimentaba en sus profundidades oceánicas de la doctrina del Amor, practicada y predicada por Jesús.

Existe una anécdota que se le atribuye a Juan, El Evangelista: ya en su vejez, la gente se le acercaba para preguntarle sobre Jesús, cómo era, qué hacía, qué decía, y Juan les contestaba de manera breve y escueta que todo se podría resumir en el mandamiento del Amor: "Ámense los unos a los otros". Y la gente sorprendida les decía: "¿Nada más?" Y Juan les contestaba: "¿Les parece poco?".

Chiara sentía y sabía que Dios es Amor y de eso se trata: cómo lo vivimos, cómo lo hacemos real en nuestras vidas concretas. Chiara vivió para pensar y transformar el mundo desde el Amor. El Amor gratuito e incondicional. El Amor recíproco y la Fraternidad, casi la única esperanza de este nuevo siglo.

Parte de esa inspiración y dinámica se está intentando estructurar en torno al concepto del Homo Agapicus. Cuando se habla de entrega incondicional, pensamos en el amor de la pareja, en el amor de los padres a los hijos y habría que empezar a pensarlo también en el ámbito de la comunidad y todas las relaciones humanas y sociales existentes. El Homo Agapicus históricamente ha empezado a existir en tensión dialéctica entre la lógica de la verdad y el amor y la lógica del interés y del poder. Valores y tradiciones establecidas entraron en crisis en la modernidad tardía. Los paradigmas normativos tradicionales ya no son suficientes y las propias palabras tienen que ser re-significadas.

El concepto de renuncia y servicio a los demás igual que el respeto y la tolerancia son fundamentales, y en ese sentido, iniciativas emblematizadas en el llamado Atrio de los gentiles y en el espíritu de Asís son iniciativas de primer orden.

Chiara Lubich fue profética en muchos sentidos y sin lugar a dudas abrió caminos, como el diálogo interreligioso e intercultural; y con la Economía de Comunión se amplía el concepto de desarrollo y se transciende la esfera económica y se proyecta a todos los aspectos de un desarrollo humano e integral.

En mi experiencia personal con Chiara Lubich y el Movimiento de los Focolares (no tuve el privilegio de conocerla personalmente) está en primer lugar vivenciar a través de personas concretas del Movimiento de los Focolares, una manera diferente de servir, de ser útiles (la santidad de la vida cotidiana como diría Santa Teresa de Ávila).

Después fueron los inspiradores escritos de Chiara y múltiples experiencias con el Movimiento.

La comunidad de la Universidad Católica de Maracaibo, con el Consejo Académico, acogió la importancia del Movimiento de los Focolares y la trascendencia del pensamiento y testimonio de vida de Chiara Lubich, considerándolos en línea profética con el Concilio Vaticano II y con el "aggiornamento" (actualización) necesario solicitado por la Iglesia.

El 22 de julio de 2003, el Consejo Académico confirió el doctorado Honoris Causa en Arte a Chiara Lubich, a partir de allí surgieron dinámicas académicas actualmente en pleno desarrollo: en julio del 2004 se creó la Cátedra Libre Chiara Lubich, de la cual se derivaron distintos proyectos como la bienal de arte, en su tercera convocatoria en mayo de este año; un importante proyecto editorial, del cual tenemos algunos ejemplares, y otras iniciativas como el Seminario sobre Economía de Comunión, el Programa Valores de la Cámara de Comercio de Maracaibo y la importante asistencia juvenil en el encuentro de Hungría.

Estas iniciativas no sólo se mantienen, más bien se multiplican así que la influencia humana aumenta.

El pensamiento de Chiara ha permeado la reforma curricular que ha favorecido la creación de cátedras comunes en todas las facultades como Humanismo Cristiano y la Semana de la Doctrina Social de la Iglesia que va en su séptima edición, iniciativa que animan permanentemente cientos de estudiantes en su formación y empeño con una tendencia expansiva natural y multiplicadora.

Pero el impacto más importante, para mi esposa y para mí, sin lugar a dudas, fue cuando tuvimos el privilegio de visitar su casa y su dormitorio, el 7 de diciembre del 2008, atendidos gentilmente por Eli Folonari y varias focolarinas. Frente a su modesta cama observamos tres imágenes: una especie de sagrario, un Cristo doliente y una María implorante (tal grito silencioso de una madre y el abandono de un Dios traicionado) Otro altísimo privilegio fue el que se nos regalara una edición de los Evangelios igual al que tenía Chiara en su mesa de noche.

Chiara Lubich, mujer de fe y esperanza, siempre supo quién era, de dónde venía y quién la inspiraba. En términos profanos sin lugar a dudas es una mujer profética y contemporánea del futuro. Como humanidad fraterna, una, diversa y solidaria se nos invita a una nueva ciudadanía que Chiara bautizó en las ciudades de Asís, Paris y Hollywood, que terminan siendo las metáforas históricas, intelectuales y simbólicas de esta nueva ciudadanía a la que nos invita Chiara Lubich y el Movimiento de los Focolares, la de la fraternidad.
 
Ángel Lombardi