sábado, 28 de noviembre de 2009

¿La economía: Una ciencia optimista?

La economía en su desarrollo, termina siendo proyectiva y predictiva. Es inevitable en la visión económica de la historia, mirar hacia adelante con optimismo, por algo somos herederos de la Ilustración y de la Teoría del Progreso. En la actual coyuntura de crisis global (2008-2011) los expertos avizoran una recuperación económica progresiva en los próximos 2 años, moderada en los países avanzados y muy acentuada en los llamados países de economía emergente. Para América Latina la excepción son los países empeñados en la fracasada ilusión milenarista del comunismo, siendo el socialismo del siglo XXI, una distracción y un camuflaje ideológico y mediático, que ha servido para confundir y disimular el proyecto totalitario. En consecuencia, nuestros problemas económicos no tendrán solución si no resolvemos previamente el problema político. Tanto en Cuba como en Venezuela, no habrá posibilidad de un crecimiento económico y un desarrollo sustentable si no se resuelve el problema de la orientación política, de hacerlo, y creo que se hará, en el marco de esta crisis económica, la recuperación nacional, en un plazo de 3 a 5 años será impresionante. Tenemos todas las condiciones para ello, o como dirían los economistas, las ventajas comparativas y competitivas necesarias y en un plazo relativamente breve, nos colocaríamos entre los países emergentes con mayores posibilidades de futuro. Para lograrlo hay que empezar a deslastrarnos de nuestra mentalidad rentista que ha creado toda una ideología y una mitología de una cultura petrolera providencialista.
El petróleo es una oportunidad económica, pero por sí solo no garantiza un progreso permanente ni un desarrollo autosostenido, lección que se desprende de nuestro siglo XX petrolero, con su mentalidad y cultura del petróleo. Es imperativo superar a corto plazo nuestra economía dependiente y artificial por una economía real , diversificada, productiva y eficiente, para ello el cambio político en necesario e inevitable.
El petróleo, como factor económico de primer orden, nos va a acompañar por dos o tres décadas más, pero es necesario en paralelo “despetrolizarnos” mental y culturalmente. Hay que recuperar la condición de sociedad abierta y de una república civil capaz de entender que la gestión pública es fundamentalmente gerencia y administración, así mismo hay que insistir en la adecuación del sistema educativo a las nuevas exigencias económicas y tecnocientíficas del siglo XXI, que nos permita habilitarnos para un mercado laboral cada vez más complejo y cambiante y una vida y cultura urbana cada vez más problematizada.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Prisionero del poder

El poder es una enfermedad y quienes llegan a padecerla en caso extremo terminan viviendo solamente para él. No veo “Alo Presidente” pero sí leo el reporte de prensa correspondiente y tengo que reconocer que es una excelente oportunidad para el análisis psico-lingüístico. Querámoslo o no, tenemos que interesarnos por lo que dice el presidente, ya que por el poder acumulado, sus opiniones o decisiones afectan nuestra vida y la de millones de conciudadanos.
A los gobernantes no se les ama ni se les odia, aunque ellos aspiran a que se les teman, como aconsejaba Maquiavelo.
En el análisis racional del discurso presidencial, la semiología y todas las ciencias de la comunicación resultan muy útiles para entender al personaje en sus intenciones y estados de ánimo.
Recientemente, en su programa, el presidente hizo una afirmación sumamente importante para el análisis de su personalidad y de su política. Se asumió como un preso en Miraflores, como un león atrapado en el fondo de una cueva, y todo ello por razones de “seguridad”, de lo contrario viviría en un “apartamentico”. Modestia y austeridad que no se corresponde ni con su tren de vida ni sus costosos viajes y lujosas vestimentas.
Frente a esta evidente dualidad o disociación lo preocupante siempre termina siendo la simbología y el lenguaje de la violencia, de la amenaza recurrente, y del recelo y el resentimiento presentes. La política deja de ser un punto de encuentro y equilibrio y se convierte en un campo de batalla. Si estas circunstancias de lenguaje y actitud se ubican en el marco de una crisis económica de carácter global y unas tensiones internacionales alimentadas con fines domésticos, estaríamos entrando en un territorio de riesgos y peligros muy comprometedores para los intereses nacionales.
La paz en el siglo XXI, después de las duras enseñanzas del siglo XX, ha dejado de ser una aspiración y se convierte en una necesidad absoluta. De allí que no hay nada más peligroso que el militarismo y el armamentismo para enfrentar los desafíos del futuro, que no son otros que la miseria y la pobreza generalizada, además del desafío ambiental y el desafío nuclear.
Al presidente hay que tomarlo en serio y nunca cansarnos, aunque lo hagamos con escepticismo, a invitarlo a la rectificación inteligente y sensata, de un gobierno que fenece en el 2012 y que se ha empeñado en dividir y excluir como política para permanecer en el poder.
El poder en términos civilizatorios sólo es útil si es ejercido con probidad y competencia y siempre limitado y subordinado a las leyes.


lunes, 16 de noviembre de 2009

El derrumbe

El título lo tomo de una película sobre los últimos días de Hitler y la caída del III Reich alemán. ¿Por qué cae un gobierno?. La pregunta es pertinente porque también en Venezuela se pretende un régimen de larga duración y una presidencia casi vitalicia. Pero casi 11 años después el gobierno nacional luce agotado y desbordado y para un número cada vez mayor de venezolanos es más de lo mismo, entendiendo por ello que en Venezuela no es ninguna novedad el estatismo exacerbado, el centralismo asfixiante, el populismo clientelar y la corrupción como sistema. La realidad de cada día para la mayoría de los venezolanos es precaria y sin solución: inseguridad, inflación, desempleo, falta de viviendas, servicios precarios hoy agravados con el problema del agua y la electricidad. El gobierno, desorientado y agresivo se desborda en la corrupción y la ineficiencia. Lo peor que le puede pasar a un gobierno es crear grandes espectativas y no satisfacerlas plenamente. El filósofo Kant decía que es necedad profetizar a pesar de lo cual muchos se atreven a pensar que el gobierno va a ser sobrepasado por la crisis económica y social y que va a ser inevitable el desarrollo de un proyecto político alternativo inclusive con participación de sectores vinculados al actual régimen.
Es difícil no pensar en los cambios políticos inevitables si asumimos que la economía nacional se estancó en su crecimiento y entró en recesión, tendencia que se mantendrá por lo menos para los próximos 2 a 3 años. La inflación es indetenible igual que la corrupción. El desempleo va en aumento y la pobreza vuelve a tomar su dramática tendencia a crecer y expandirse. El asistencialismo estatal se agotó en sus propias limitaciones y perversiones. Se ha perdido casi por completo la capacidad para manejar y resolver problemas tan urgentes y graves como la inseguridad y el alto costo de la vida. Cunde la desesperanza, las palabras ya no bastan y el propio mito mesiánico luce agotado. La crisis de gobernabilidad hace pensar que el actual gobierno no pueda sobrevivir a estas difíciles circunstancias y sobrevivir más allá del 2012.
Los pronósticos más severos apuntan para los próximos 3 años a una contracción del PIB de un 3% aproximadamente que sumado al crecimiento demográfico del casi 2% significa de manera casi fatalista la generalización de la pobreza y la multiplicación de las dificultades económicas para la mayoría de los venezolanos que viven del trabajo honesto y de salarios devaluados.
En los procesos históricos casi es axiomático la tesis de que las crisis económicas de tipo estructural terminan afectando y propiciando cambios sociales y políticos de significación.

viernes, 6 de noviembre de 2009

El desbarrancadero

Con este feroz título el escritor colombiano Fernando Vallejo tituló su libro para referirse a su país en guerra, sociedad agónica, atrapada entre la violencia y la pobreza. Algo parecido está ocurriendo en Venezuela, una sociedad que está naufragando en la violencia y la inseguridad, estimulada por una predica de odio y división nacional.
Desde otro punto de vista se está viviendo una crisis económica y social progresiva con una ingobernabilidad creciente. La pobreza otra vez en ascenso, un desempleo estructural como consecuencia de la destrucción del aparato productivo y una inflación indetenible. Si a todo esto sumamos las fracasadas políticas en vivienda, vialidad y servicios la situación nacional se torna ensombrecedora y de pronóstico reservado.
La zona fronteriza y en general todos los espacios urbanos viven en una zozobra permanente por la violencia que en ella impera y el clima de recelo y desesperanza tiende a imponerse.
Frente a este cuadro de una aguda crisis tanto en lo económico como en lo social el gobierno luce incompetente y desbordado y que la retórica populista y demagógica ya no es suficiente para enmascarar o disimular.
Las cosas están tan mal que lo peor está por venir. La crisis económica global que afloró en el 2008 y que ha significado una contracción del PIB a nivel mundial del 3% aproximadamente y un retroceso en el comercio mundial de un 10% y cuyos efectos en Venezuela ya no pueden ser disimulados a pesar de que de manera irresponsable se nos dijo que no nos iba a tocar se ha acentuado en el 2009 y seguramente en el 2010. En nuestro caso las cosas se complican porque una vez más fuimos imprevisores e irresponsables al dilapidar nuestra mejor oportunidad financiera con los altos precios del petróleo de los últimos años mientras paradójicamente nos endeudábamos y aumentaba nuestra dependencia del exterior en todos los rubros y particularmente en el alimentario. Profundizamos nuestra condición de economía de puerto que en el tiempo luce insostenible y mucho más con la caída de los precios del petróleo. Nuestra insensatez ha llegado al extremo de empezar a utilizar las reservas internacionales para apuntalar el populismo gubernamental con miras a los próximos procesos electorales, creando una situación de insolvencia a corto y mediano plazo con profundas y dramáticas consecuencias sobre el ingreso real de los venezolanos y su capacidad de sostener una vida digna y de oportunidades.