sábado, 22 de julio de 2017

Una revolución reaccionaria


La historia no se repite, pero el hombre siempre se repite a sí mismo, escribía Tucídides; especialmente en la historia política, escenario privilegiado de los intereses y las ambiciones, la lucha por el poder, como magistralmente lo vio y lo describió Maquiavelo.

En Venezuela, los últimos años han sido abundantes en locuras y confusiones, desde una democracia declinante o democracia boba hasta una revolución reaccionaria que se hizo para oprimir y establecer una nueva hegemonía, en términos de Marx diríamos, una nueva burguesía.

Estas llamadas crisis políticas son cíclicas, básicamente expresan un reacomodo de élites y siempre con el sacrificio de la mayoría.

La corrupción fue y es la marca dominante del sistema, así como la ineficiencia y la incompetencia tienden a calificar a nuestros gobiernos.

En un país petrolero, como el nuestro, la llamada primitiva acumulación capitalista no fue y no es otra cosa que la apropiación de la renta petrolera por una minoría dominante, siempre cercana o asociada a los partidos gobernantes. En todo nuestro siglo petrolero siempre ha sido así, en términos gráficos se puede hablar de los ricos que produjo el gobierno de Juan Vicente Gómez y sus herederos Lopez, Medina y Pérez Jimenez. Igualmente están lo ricos surgidos de los gobiernos de AD y COPEI, así como los ricos del chavismo. Esta apropiación brutal de los recursos del país casi siempre ha sido acompañada por la demagogia y el populismo y el militarismo que no termina de desaparecer de nuestra historia

1998-2016: “Una revolución” reaccionaria

La Historia es impredecible y llena de sorpresas, Hegel hablaba de las ironías de la historia, otros autores destacan los pequeños detalles que desencadenan importantes acontecimientos y Gian Battista Vico hablaba de ciclos pendulares “corsi e ricorsi”. Como sea, la Historia no es predecible, y para Kant predecir es de necios, racionalmente solo es posible una sabiduría retrospectiva, conocemos y comprendemos realmente cuando las cosas ya han ocurrido y es por ello este intento teórico de tratar de entender estas últimas tres décadas de historia nacional.

Particularmente intensa ha sido nuestra historia reciente, desde la candidatura exitosa de Chávez y su ascenso al gobierno, tan llena de palabras y violencias, en donde la ilusión se vendió como esperanza y la ambición y la codicia se disimularon con buenas intenciones. En lenguaje de Marx podemos decir que esta fue una revolución reaccionaria, que predicó un futuro que ya era pasado y secuestró el nombre de unos antepasados, particularmente Bolívar, para hacerse con el poder y legitimarse y perpetuarse en él.

Dice Marx, en su ensayo “El 18 brumario de Luis Bonaparte”: “En aquellas revoluciones, la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas… hasta el aventurero que esconde sus vulgares y repugnantes rasgos bajo la férrea mascarilla mortuoria de Napoleón. Todo un pueblo que creía haberse dado un impulso acelerado por medio de una revolución, se encuentra de pronto retrotraído a una época fenecida”.

Acaso no ha sido así en Cuba y la mascarilla mortuoria no fue otra que la de Martí. Acaso no ha sido así entre nosotros y la mascarilla mortuoria fue la de Bolívar y en Argentina fue Evita y Perón, y en Nicaragua, Sandino, y aquí después de Bolívar, Simón Rodríguez, Zamora y Miranda, muerto Chávez, el propio difunto. Genealogías macabras y necrofílicas del poder en sociedades en donde el chamanismo, brujos y santeros de una u otra manera aparecen vinculados al poder.

La revolución en la mitología política de la modernidad es una pretensión declarada de re-inventar el futuro, mientras en realidad lo que hacen es re-crear el siempre latente despotismo en el gobierno de los seres humanos y en la modernidad muchas veces lo logra legitimado por la vía electoral y el apoyo popular, los ejemplos sobran, Musollini, Hitler, Perón, y entre nosotros, Chávez, y se utiliza el derecho fundacional y absoluto de la constituyente como acto político original y sacralizador por excelencia del poder.

En nuestra débil tradición constitucionalista, la constituyente ha sido una constante recurrente para legitimar el acceso al poder de los nuevos asaltantes. Monagas, que pedía una constitución a la medida y tantos otros que convirtieron el constitucionalismo nacional en un celestinaje permanente.

La constituyente de 1999 terminó siendo un fraude porque la manipulación electoral permitió crear una mayoría aplastante monocolor y servil frente al amo del momento. Lamentablemente la primera comisión presidencial constituyente de trece miembros (de la cual formé parte), realmente pluralista no pasó de unas reuniones preliminares con el presidente electo y que nunca fue oficializada en Gaceta, lo que indica que desde el primer momento el aspirante a caudillo no se sentía cómodo con personas de criterio propio y visión plural de la realidad nacional.

La constitución resultante de manera simbólica impresa en azul cuando conviene y roja cuando es necesario, una constitución a la medida del nuevo gobernante, llena de buenas intenciones, de muchos derechos y muy pocos deberes, un típico texto de constitucionalismo tropical, declarativo y nominalista, totalmente descontextualizado y fuera de la realidad, pero en la historia esto tiende a ser frecuente y así lo constata Marx en el libro citado “lo que ella (la constitución) se había imaginado como el acontecimiento más revolucionario resultó ser, en realidad, el más contrarrevolucionario”. Una constitución sin consenso, aprobada desde una mayoría sectaria y en el correr del tiempo interpretada de manera arbitraria y siempre para justificar las arbitrariedades y conveniencias del poder. La constitución de 1999, sin lugar a dudas durará el mismo tiempo que lo que el chavismo permanezca en el poder, tal como sucedió con las constituciones de los gobiernos anteriores.

En nuestro constitucionalismo la constitución no expresa a la Nación sino al grupo en el poder.

La democracia en nuestro país tiene una corta y débil tradición. La memoria histórica está saturada de epopeyas bélicas y militares, no hemos logrado construir en el discurso historiográfico una necesaria epopeya civil. Una épica de los hombres de bien, una épica de la decencia, una épica de la ciencia y la cultura.

La independencia como proceso emancipador y Bolívar continúan monopolizando nuestro imaginario colectivo. En nuestro proceso político solo hemos conocido experiencias democráticas a partir de 1936 y con el sufragio otorgado por la constituyente de 1947 apenas iniciamos el recorrido de la democracia de masas. En 1958 con la caída de la dictadura se inició la experiencia más intensa y larga de democracia y emblemáticamente es el denostado Pacto de Punto Fijo quien mejor expresa los valores democráticos de pluralismo, tolerancia, convivencia, respeto ente adversarios y acuerdos honorables de gobierno y gobernabilidad, lo cual permitió que la Constitución de 1961, la de más larga vigencia en nuestra historia republicana haya sido firmada y avalada por todos los sectores políticos, incluido el Partido Comunista.
La democracia, ya lo advirtió Aristóteles, tiene muchas debilidades y desviaciones: las más recurrentes: la demagogia y el populismo, a lo cual habría que agregar: el militarismo y la corrupción; enfermedades endémicas convertidas en epidemias en los últimos tiempos. No hay que confundir militar con militarismo, el primero es un profesional y cumple una tarea de tipo institucional fundamental para el funcionamiento y la existencia de la república, mientras que el militarismo es la pretensión de convertir a las fuerzas armadas en actores políticos y subordinar la institución a un proyecto ideológico o a las ambiciones personales de alguien. Chávez nunca ocultó que era un soldado, que su verdadero partido y fortaleza estaba en las fuerzas armadas y particularmente en el Ejército y que su revolución era pacífica pero armada.

En sociedades atrasadas de institucionalidad débil y leyes que se administran de manera arbitraria, como lo expresaba el dictador Trujillo, cuando decía: “a los amigos todo, y a los enemigos la ley”.

La fortaleza del militarismo es que descansa sobre la disciplina militar, la lealtad y la subordinación, además de su sentido de casta con privilegios y oportunidades de prosperidad personal. De allí la dificultad de estos últimos 20 años de populismo exacerbado, demagogia sin límites y autoritarismo desbordado, con la ventaja de contar con abundantes recursos económicos todo lo cual ayuda a entender la exitosa gestión de manipulación de los sectores populares y “amigos” internacionales. En este marco político y económico el chavismo se convierte en un poderoso movimiento de control público y el camino más rápido y seguro a la riqueza súbita. Según Marx las revoluciones de la modernidad siempre se hacen en nombre del futuro, para corregir fallas del pasado y posibilitar una mejor sociedad. La contradicción reside en que de los cuarteles como experiencia histórica no sale precisamente un proyecto revolucionario, de allí la definición de revolución reaccionaria, lo que nos remite a identificarlos como lo que fueron y son, militares ambiciosos de poder, acompañados por no decir cultivados desde una izquierda histórica acostumbrada al fracaso electoral y político pero que nunca perdió el sentido o aspiración del poder y que con Chávez y sus compañeros de armas parcialmente logran.

El militarismo es una enfermedad de nuestra tradición histórica alimentada y cultivada a través de las figuras de la independencia. No es casual que esta logia conspirativa del 4F intentara el asalto al poder a través del golpe de estado. Fracasados militarmente terminaron siendo exitosos políticamente más que por méritos propios por los errores y omisiones de la “democracia boba” de los años 90. El juicio a Carlos Andrés Pérez, con el aval de su propio partido, el oportunismo y la senilidad de Rafaél Caldera y la irresponsabilidad de pretender elegir a una exmiss para la presidencia de la república.

Logrado el gobierno por vía electoral el objetivo era el poder y para eso sirvió la constituyente y la “nueva constitución” que terminó en el poder unipersonal del caudillo y la anulación y subordinación de todos los otros poderes.

Con el control de los ingresos petroleros y el nuevo ”boom” de precios, se inició una política de debilitamiento progresivo del sector privado, se acentuó el estatismo y el monopolio sobre la economía y se fue configurando una estructura hegemónica que se terminó de consolidar después de los errores políticos de la oposición en el 2002 y que permitió asumir el modelo cubano como el modelo de dominación hegemónico eficaz. El caudillo fue un maestro en crear confusión y división hasta confundir totalmente a las fuerzas opositoras y a la opinión pública internacional con el agregado de que dispuso a su antojo de todo el dinero necesario para que muchos gobiernos, grupos y personas terminaran subordinados y domesticados. De estas confusiones surgió el concepto difuso y ambiguo de “Socialismo del siglo XXI” que fue como el modelo cubano terminó de ser asumido como la franquicia exitosa de una dictadura personal y brutal.

El (éxito) político de Chávez expresa más que las propias “virtudes” o “talentos” del líder la debilidades estructurales de nuestra sociedad anclada en una ominosa premodernidad y una pobreza estructural que hoy por hoy vuelve a ser dominante. Nuestra sociedad y nuestras élites han vivido detrás de la renta petrolera. Pueblo providencialista no terminamos de dejar atrás el Dorado y entender que solo educación, trabajo y tecno-ciencia nos puede permitir llegar al siglo XXI como sociedad moderna.

Esta es la Venezuela de precaria modernidad que engendra y genera este tipo de personajes, aventureros de la política, políticos inescrupulosos, ineficientes e ineptos gobernantes.

El éxito político de Chávez, más allá de conceptos etéreos y abstractos, como el de “carisma” descansa en sus habilidades políticas potenciadas por las circunstancias de las época y su condición de militar conspirador con apoyo importante en las Fuerzas Armadas y en sectores políticos de la izquierda histórica, además, los apoyos oportunistas de última hora de muchos factores de poder que habiendo medrado a la sombra de AD y COPEI pasan a apoyar al líder emergente en un momento en donde el sentimiento de cambio estaba muy generalizado. Citando a Marx podemos decir que Chávez fue exitoso porque sustituyó “libertad, igualdad y fraternidad por infantería, caballería y artillería”, no otra cosa expresaba su reiterada consigna de representar una revolución pacífica pero armada. Lo cierto es que neutralizó o se ganó a las fuerzas armadas dividiéndola, depurándola y otorgándole a los hombres de uniforme prebendas y privilegios hasta lograr unas Fuerzas Armadas subordinadas, leales y muchos militantes por interés o convicción de su proyecto político. Desaparecido Chávez, su muerte adquiere una significación política importante ya que su heredero designado y otros aspirantes a serlo no tienen el ascendiente y la influencia que el llegó a tener en las Fuerzas Armadas.

Chávez siempre estuvo consciente de que su poder descansaba en el estamento militar, de allí el uniforme y su permanente apelación a la condición de que él apenas era un “soldado”. Igualmente la simbología militar de sus iniciativas políticas y gubernamentales identificadas con terminologías castrenses: “Campañas”, “batallones”, “misiones”. Simbología y terminología que terminó por anular prácticamente, con excepción del color rojo, toda la importante simbologías de izquierda de muchos de los grupos que lo apoyaban y acompañaban. Chávez tuvo la habilidad de combinar militarismo y populismo en una sociedad muy condicionada positivamente al respecto. Como sociedad rentista todo lo esperaban del gobierno y el nuevo “boom” petrolero ayudó a ello, y como sociedad de tradición autoritaria, frente a las dificultades siempre se terminaba mirando hacia el cartel de donde provendría el salvador de uniforme a poner orden.

Chávez tuvo la habilidad además de manipular todas las circunstancias y adaptarse ideológicamente a cualquier influencia con sentido utilitario y así terminó expresando influencias de izquierda y de derecha, inclusive fascistas (piénsese en la influencia de N. Ceresole), aunque después de la pérdida del poder, en el año 2002, terminó comprando completo la franquicia o modelo cubano que le iba a permitir evolucionar de un autoritarismo personalizado con fuerte contenido ideológico de nacionalismo bolivariano a un proyecto totalitario disimulado mientras continuaran la bonanza petrolera y mantuviera una mayoría popular que le permitiera seguir ganando elecciones.

Frente a estos acontecimientos, la elección del Chávez en diciembre de 1998, la convocatoria de la constituyente, la nueva Constitución y el radicalismo de algunas medidas, terminaron confundiendo y desorientando a la antigua élite política que no terminaba de entender la nuevas circunstancias, ni acomodarse a ellas, ni desarrollar una oposición eficaz. El 2002-2003, posterior al paro petrolero, el golpe de estado o vacío de poder ocurrido, Chávez aprendió la lección magistralmente asumió la fórmula leninista (avanzar dos paso y retroceder uno) y aprovechando el error político de no concurrir a las elecciones parlamentarias del 2005 se hace con el poder absoluto y el control de todo el proceso político hasta su muerte en el 2013.

La oposición menguada, dividida, confundida, acumula errores frente al régimen. No denuncia con fuerza suficiente la estructura de fraude electoral que el gobierno termina de montar. Abandona la calle y las movilizaciones de masas. No confronta, y lo que a mi juicio es el peor error, no termina de identificar la naturaleza totalitaria del régimen, y nunca denunció de manera eficaz el proyecto castro-comunista en curso. Inclusive mentes lúcidas y formadas, como la de Teodoro Petkoff, en una entrevista cuando se le pregunta por la naturaleza del régimen, dice: “No es una dictadura, pero tampoco es una democracia”.

Para la oposición del 2005 hasta el 2013 hay un largo camino de soledad, los partidos políticos reducidos a su mínima expresión, los viejos partidos desmoralizados y los nuevos sin suficiente tiempo para posicionarse adecuadamente, en términos organizativos y de opinión pública. La sociedad venezolana todavía no terminaba de entender lo que estaba pasando y aunque algunos avizoraban el camino seguro al fracaso (del régimen) no había la claridad suficiente ni para anticipar ni para reaccionar. La mayoría buscaba una explicación en la historia o en la sociología y un elemento consolador era la convicción que a pesar de todo la genética o el ADN democrático nos iba a salvar de convertirnos en “otra Cuba”. Muchos todavía recibían los beneficios del presupuesto nacional, una agresiva e importante boliburguesía hacía su aparición, los sectores populares vivían la ilusión del asistencialismo gubernamental y las clases medias, mediatizadas por CADIVI, y a pesar de las amenazas que veían venir y frente a lo cual muchos pensaban seriamente en la emigración, la mayoría seguía ilusionada y alimentada con que en algún momento tendríamos la capacidad de reaccionar y ponerle fin a un gobierno que cada vez más apostaba al fracaso en su gestión. Como afirma Marx “en una época tan pobre en héroes y acontecimientos” tantas derrotas provocaron muy poca o nula autocrítica en una oposición para decir lo menos minoritaria y desmoralizada y un gobierno cada vez más prepotente y sectario.

Un factor importante que permitió avanzar estratégicamente al proyecto chavista fue el asalto a PDVSA, el asalto al BCV y el debilitamiento progresivo del sector privado.

Teniendo el control de las Fuerzas Armadas, de todas las instituciones y del gobierno, es decir, con el poder político y económico necesario, además de una represión judicial selectiva, Chávez neutralizó enemigos y adversarios y “compró” lealtades internas y externas. Bien asesorado por la diplomacia cubana y sus aparatos de inteligencia el régimen desarrolla una exitosa y agresiva campaña internacional que se concreta en la elección de presidentes y gobiernos amigos y la creación del ALBA, PETROCARIBE, UNASUR y además de Cuba alianzas estratégicas con Brasil y Argentina y la apertura a relaciones importantes con Rusia, China e Irán. El guión cubano en pleno desarrollo con la ventaja de una chequera multimillonaria. La subordinación política e ideológica al régimen castrista fue total y la entrega vergonzante con la injerencia propiciada de representante del gobierno cubano en sectores militares y de inteligencia así como en Registros, Notarias, ONIDEX, Puertos, Aeropuertos, Comunicaciones, Educación, Salud. Sin lugar a dudas la experiencia del régimen cubano, eficaz peón de la Unión Soviética en la época de la guerra fría fue fundamental para apuntalar un sistema de represión y propaganda altamente eficaz.

Chávez y sus asesores tuvieron la habilidad de crear una épica y una narrativa que permitió reinterpretar el pasado y crear una línea de legitimación que entronca con símbolos patrios fundamentales. En una primera etapa Bolívar, Simón Rodriguez y Ezequiel Zamora, y en una segunda etapa crear el mito de los “ángeles rebeldes” para justificar y legitimar la logia militar conspirativa que se manifiesta ya desde el año 1983 y cuyos hitos estarían representados por el Caracazo de 1989 y las intentonas golpistas de 1992. A pesar de que el poder se logra a través de la vía electoral, en el año 1998 con un importante apoyo popular de un 56% su triunfo realmente fragua dentro de un proyecto de golpe de estado que en definitiva preparó las condiciones para acceder al poder. Igual Musollini en 1922 y Hitler en 1933 son llamados legalmente al poder, y en cierto sentido electos, pero dentro de un proceso político en donde el golpe de estado era la doctrina fundamental.

Chávez nunca negó sus actividades conspirativas, al contrario, las convirtió en una épica personal y grupal (los comandantes del 4F) y nunca ocultó sus intenciones autoritarias y de subvertir el hilo constitucional y la tradición democrática y así lo hizo en el propio acto de juramentación cuando juró sobre “la moribunda” la Constitución, aún vigente, de 1961. Después vino todo lo demás, cambio de símbolos, denominaciones diferentes, reinterpretación parcializada de la historia nacional; todo apuntaba en la misma dirección, refundar la República. La “legalidad revolucionaria” sustituye a cualquier otra legalidad y todas las instituciones se le subordinan y las leyes pasan a ser el traje a la medida del dictador y su gobierno.

Sin lugar a dudas, Chávez, era persistente con sus objetivos y fue eficaz en mantener estos objetivos que no eran otros que el poder personal durante el mayor tiempo posible. En este sentido el destino le jugó una mala pasada al interrumpir esta “elipsis” de ambición de poder. Con su muerte y la designación de Nicolás Maduro se inicia un difícil y complejo período de transición que ha prolongado demasiado el desenlace. Un país en ruinas, una economía destrozada, un bolívar devaluado, una inflación descontrolada, un precio del petróleo a la baja, PDVSA destruida, importantes apoyos internacionales perdidos y una oposición que progresivamente ha ido creciendo y adquiriendo confianza en sí misma, nos pone a las puertas de una “salida” que no termina de definirse.

martes, 18 de julio de 2017

Una crisis de larga duración en tiempo presente


El tiempo no tiene ni comienzo
ni fin y por ello es que siempre
nos encontramos en el centro
del tiempo.”
J.L. Borges

La conciencia solo es posible desde la experiencia”
Kant

Todo lo real siempre es racional”.
Hegel


La libertad humana nunca es absoluta, su límite es el “Otro”; los “Otros” con quien estamos obligados a convivir, tolerar, respetar y eventualmente a ayudar en función de un Bien Común. La libertad con responsabilidad resume el principio ético-moral fundamental: desearle al otro el mismo bien que deseo para mi.

Bertrand Russell recomendaba para la sobrevivencia de la especie, la tolerancia para la convivencia y la necesidad de atenernos a los hechos para entender la realidad.

Decía y sostengo que la libertad humana nunca es absoluta. No escogemos nuestro tiempo ni la sociedad y la cultura de la cual vamos a formar parte. Siendo lugareños emocionales, de lengua y costumbres predeterminadas, nuestra época nos obliga a la globalización. Asumirnos como habitantes de la casa común (Encíclica Laudato Si´ del Papa Francisco). Nuestra identidad culturalmente se amplía hasta niveles planetarios. Hemos creado una noosfera tecnológica-comunicacional en un contexto económico y geopolítico global.

Habitantes del tiempo, éste nos habita consumiéndonos y al mismo tiempo nos exige “consumir” el tiempo particular y en nuestro caso este tiempo venezolano tan difícil, atormentado y opresivo y es éste quizá nuestro principal desafío, intentar “comprender” lo que nos ha venido sucediendo para que, desde la lucidez, superar las dificultades, creativamente y asumir la crisis como tantas veces se ha dicho, como una oportunidad y no como una derrota.

Como Nación tenemos siglos de existencia en un largo mestizaje antropológico y cultural que nos hace particulares y universales a la vez.

Como Nación, a partir de 1492 fraguamos durante tres siglos en el colonialismo hispánico de la época y desde 1810-1811 optamos por la modernidad, al asumirnos como República Civil y desde el siglo XX, intentado desarrollar un proyecto democratizador de nuestra sociedad de economía moderna y un sistema político democrático.

Como todo proceso histórico de larga duración se ha progresado sin lugar a dudas, pero el progreso por definición no es lineal y en el camino permanentemente hay obstáculos que vencer y siempre con posibilidades ciertas de retroceso.

De la matriz hispánica europea africana y asiática surge la venezolanidad, como “un pequeño nuevo género humano”, emparentado directamente con el Continente Americano en su totalidad y particularmente en la región geo-política y económico-cultural que venimos llamando Latinoamerica.

La independencia, que recién acabamos de conmemorar los 206 años de la misma, fue un proyecto civil y civilizatorio tempranamente abortado por la guerra, la violencia y la anarquía que nos duró casi un siglo, hasta la derrota bárbara de los caudillos en 1903. No otra cosa fue nuestro siglo XIX, una larga y perniciosa guerra civil de una sociedad extraviada en la pobreza y las discordias. Solo en los 20 años de la guerra emancipadora se calcula una merma de nuestra población en 30%, y un 30% en la llamada guerra federal.

Hay que esperar al siglo XX y el azar del petróleo para que Venezuela despierte de su letargo histórico y con el desarrollo demográfico, social y económico del país, surge y se desarrolla el proyecto político más importante de nuestra modernidad que no es otro que la Democracia, como proyecto político moderno del poder y la subordinación militar al poder civil. Separación y autonomía del poder y alternabilidad electoral, vía sufragios confiables.

Formalmente la Democracia venezolana, en términos electorales y políticos, surge en 1947, al establecerse el sufragio universal y el reconocimiento pleno de los partidos políticos y sindicatos. Proceso que se continúa de manera accidentada pero a la larga perfectible cuando en 1989 se logra establecer de manera legal la elección directa de gobernadores y alcaldes y en 1999, dentro de la discusión constituyentista de la época, se logra establecer en la nueva Constitución, la actual, el principio fundamental de la Teoría Política moderna como es el Principio de la Soberanía Popular que viene a sustituir el viejo principio del derecho divino del poder. Tal como dijera John Locke, al apelar los pueblos a la consulta popular están apelando al Cielo. No otra cosa es nuestra genética democrática, no una serie de principios abstractos sino la concreción histórica de esos principios en leyes y constituciones y en la práctica política concreta. En la genética de todas las sociedades modernas está la aspiración legítima a vivir mejor, como individuos y como colectividad (este fue el gran descubrimiento del pensamiento liberal y que los intelectuales llamaron la idea de progreso) educar, formar y darle oportunidades a cada individuo y a través de la libertad individual y con las garantías del Estado de Derecho posibilitar y permitir que toda la sociedad progrese y si en el camino del desarrollo se producen rezagos o marginación por diversos motivos la Sociedad y el Estado, en función del Bien Común, y de acuerdo al Principio de Subsidiariedad y Complementariedad, se ocuparán de desarrollar las políticas pertinentes que permitan de alguna manera hacer real el principio de la igualdad. El fracaso de estas políticas en garantizar el mayor equilibrio posible en la sociedad permitió desarrollar dos deformaciones políticas e ideológicas que por comodidad y reduccionismo terminamos llamando “populismo”, y su complemento de burocratismo-electoral-clientelar. En la medida que el proyecto democrático se rezaga con respecto a las legítimas aspiraciones individuales y colectivas de libertad, ascenso social y bienestar, nuestros sistemas democráticos entran en crisis y cada tanto tiempo el autoritarismo y la dictadura nos amenazan (militarismo); pero igualmente esa utopía fracasada que es el marxismo, al renunciar como proyecto político-social a la democracia, termina en el conocido y terrible comunismo real, cuyo fracaso y espejo más cercano es el castro-comunismo que en mala hora sigue proyectando su sombra sobre el proyecto político nacional-autoritario que surgiera a la luz pública en 1992, se hizo gobierno por voto popular en 1998 y en los últimos años, atrapado en su propia lógica de intereses perversos está comprometiendo fuertemente la paz social, el desarrollo económico, y la propia convivencia entre los venezolanos.

Nuestro país se puede caracterizar como un sistema social no cristalizado, en donde los diversos grupos y clases sociales están en permanente hibridación sin terminar de definirse y asumirse desde una identidad conclusiva y su respectiva conciencia de clase. En ese sentido podemos hablar de una burguesía en formación, igualmente unas clases medias que no terminan de definir sus límites socio-económicos y una marginalidad difusa desde el punto de vista de su actividad social y económica. Un buen ejemplo es la información que el 96% de nuestra empresas están constituidas por grupos familiares en donde la tradición y los intereses creados tienden a ser mucho más importantes que los procesos de cambio e innovación tan necesarios en los tiempos de la sociedad del conocimiento y de la globalización generalizada.

En el orden político, igualmente existen unas carencias importantes que se manifiestan fundamentalmente en la precariedad institucional y el débil apego al respeto a la Ley. El poder se concibe más como poder-dominación que poder-gobierno-servicio.

Resumiendo, diría, que en este caminar histórico de los últimos dos siglos hemos sufrido distorsiones que urge corregir: un presidencialismo exacerbado, monarcas sin corona, y la fortuita riqueza petrolera no han logrado superar el horizonte de una economía colonizada, dependiente, parásita, cuyo eje, principio y fin es la minería petrolera, ampliado a la minería en general que se sigue asumiendo desde una ley colonial de la monarquía que otorga al Estado toda la propiedad del subsuelo.

La otra distorsión convertida en enfermedad política es el presidencialismo; no es una maldición, la aupamos y mantenemos nosotros mismos así como el petroleo tampoco puede ser asumido como un fatalismo negativo, sino como lo que debe ser, una oportunidad para todo el país, no solamente para enriquecer a una minoría y para que ejerza el poder esa misma minoría.

No hay tarea más importante y urgente, y perdonen la simplificación y el barbarismo lingüístico, que: Desestatizarnos, Despresidencializarnos y Despetrolizarnos. En el primer caso, poner a funcionar de manera adecuada el sistema democrático y en el segundo caso independizar nuestra economía de la dependencia petrolera (aunque entiendo que esto tiene que ser de manera progresiva e inteligente) y quizá lo más importante de todo el cambio de mentalidad de todos los venezolanos frente al poder político y frente a la economía petrolera, y entender de una vez por todas que la única riqueza de un país es su población, educada, saludable, con trabajos productivos y niveles de vida que les permita desarrollar a cada uno sus posibilidades y potencialidades humanas, en una sociedad del conocimiento, globalizada en cambio y transformación permanente.

Hay que desterrar de nuestra mentalidad lo de país o sociedad joven, antropológicamente venimos de milenios de evolución humana. Como Nación tenemos más de cinco siglos. Como Estado tenemos un desarrollo de más de dos siglos y definitivamente el Dorado no existió ni existe ni va a existir sino en función de la riqueza que entre todos los venezolanos podamos crear y disfrutar.

La libertad no permite otra definición sino desde la responsabilidad de cada uno, de todos. En la sabiduría oriental se afirma que si cada ser humano cumpliera a cabalidad con sus responsabilidades seríamos libres y no haría falta gobierno alguno.

La Historia no puede seguir siendo mitología consoladora, ni literatura de evasión, la realidad no existe sino como hecho y sus consecuencias. En el siglo XXI las ideologías terminan siendo supersticiones fanáticas. No hay doctrina política sino la doctrina de los Derechos Humanos y en sentido progresivo estos derechos desarrollados como protección y posibilidad de todos los habitantes de la tierra y de la tierra misma.

Asumir los hechos y la tolerancia, para convivir en la diversidad y las diferencias. El futuro siempre es precario e incierto, pero de nosotros depende que pueda ser mejor para todos. Hay que educarse en la construcción del futuro a ser contemporáneos del mismo. Siempre estamos en el “centro del tiempo” y en esta centralidad conflictiva de los últimos años, meses y días el desafío no es el riesgo de un Estado comunal fantasmagórico y amenazante, al cual habría que denominar de manera apropiada lo que es en realidad un proyecto totalitario de sociedad, sino entender que vencida la amenaza del autoritarismo-totalitario hay que seguir en el empeño de la construcción de una República de hombres virtuosos y leyes convenientes, y en esa perspectiva, acceder con confianza al siglo XXI que demanda por nosotros ya que llevamos un atraso de 17 años.

Ángel Lombardi


Texto leído en la Asamblea 73 de FEDECAMARAS: ¿Un nuevo pacto republicano o estado comunal?