jueves, 24 de enero de 2013

Monarquía del siglo XXI


La historia, por definición, tiende a ser imprevisible y siempre depara sorpresas (Kant afirmaba que era de necios profetizar) por aquello de la libertad humana y los imponderables de la vida. Igualmente la historia tiende a ser pendular, como pensaba J. B. Vico, porque igualmente los seres humanos y las sociedades necesitamos de equilibrios.
En la modernidad, sucedió una cosa curiosa entre otras muchas (la paradoja y la ironía también forman parte de la historia), fue la época del fin de las monarquías, con algunas excepciones emblemáticas como la inglesa y la japonesa y algunas otras. Era la época de las revoluciones burguesas (1789, Francia) y comunistas (1917, Rusia) que arremetían contra el viejo orden político y particularmente contra las vetustas y anacrónicas monarquías (pero quién ha dicho que la historia no se devuelve) así vemos como en Francia surgió el bonapartismo monárquico e imperial y posteriormente la restauración de la antigua casa reinante y en Rusia, después de 8 décadas de comunismo, retorna una cuasi-monarquía con los gobernantes actuales. Es decir, que a nivel político no todas las sociedades terminan por construir un poder y un sistema político democrático y moderno y de allí el título de este artículo. En muchos países y entre ellos el nuestro, el poder político y el sistema se definen como democráticos pero sus usos y costumbres siguen las pautas monárquicas. El poder en general y el gobierno en particular responden a tres momentos de la política: ganar el poder, ejercerlo el mayor tiempo posible y legarlo a un heredero designado. En Venezuela, para ganarlo, usualmente, se conspira y se intentan golpes de estado o se manipulan elecciones. Se ejerce, el poder, casi siempre, sin rendición de cuentas y con la complicidad o secuestro de los otros poderes y se intenta transmitirlo como una herencia; así fue con los caudillos y así se intenta ahora en esta dedocracia agónica.
En la débil y cautiva democracia venezolana se está desarrollando un drama sucesoral más parecido a una monarquía que a una democracia constitucional, en donde en ésta última la Constitución termina siendo maltratada e irrespetada, y como es lógico, con consecuencias imprevisibles para nuestro futuro inmediato.

Derechos Humanos

No hay doctrina más pertinente ni programa político más obligante que los Derechos Humanos. Conquista moral y civilizatoria de la humanidad cuyos antecedentes más remotos se encuentran en las antiguas sabidurías religiosas y particularmente el cristianismo con la prédica evangélica de Jesús y su proclama universal de que todos somos hijos de Dios y en consecuencia, hermanos, y obligados por ello mismo al Amor, y cuya regla de oro, fundamento de una ética universal es “no le hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”. En la modernidad, los momentos históricos que proclamaron estos principios, como se sabe, fue la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Revolución Francesa en 1789, y la Declaración Universal de los Derechos Humanos asumidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 10 de Diciembre de 1948. En todas las sociedades se cometen abusos contra los derechos humanos, en unas más que en otras, lo que no significa abandonar la denuncia y exigir y mantener una militancia permanentemente activa en la defensa sin concesiones de estos derechos. Venezuela no es la excepción, también entre nosotros los Derechos Humanos tienden a ser precarios y permanentemente comprometidos. Los Derechos Humanos tienen como fundamento universal la dignidad de cada ser humano y de eso se trata, la necesidad de denunciar casos concretos, no para escarnio de un régimen político en particular sino para exigir justicia, más allá de cualquier ideología o posición política. En los últimos años los casos de Franklin Brito, los policías Forero, Vivas y Simonovis, la Jueza Afiuni, sin mencionar el centenar de presos políticos y exiliados, sometidos a todo tipo de vejamen y persecución por el único delito de pensar distinto y no estar de acuerdo con el régimen imperante. A este respecto es dramática la carta pública de Ivan Simonovis, que recientemente se difundiera por diversos medios y que creemos oportuno ayudar a difundir para tratar de provocar una necesaria rectificación, especialmente en estos tiempos navideños, con el presidente enfermo y conversaciones en torno a una posible amnistía. Dice el excomisario Simonovis: “Ocho años han pasado, desde que llegué a este monasterio de la oscuridad, aquí estamos encerrados en una caja de concreto, sin luz natural, ni ventilación. No busco consuelo, pero quisiera recordarle... que en ocho años de prisión sólo he podido tener acceso a trece (13) días de sol y aire puro. En el tribunal reposa el informe clínico ratificado por médicos forenses de mi situación médica y desde hace más de un año estoy a la espera del traslado a una clínica para culminar exámenes que quedaron pendientes en septiembre de 2011”... “La violencia y el odio han creado más problemas sociales de los que se pueden resolver. Sistemáticamente se ha pretendido separar a los venezolanos, sembrando odio y resentimiento. Una posición reaccionaria nos arrastra a un oscuro e inexorable camino autodestructivo”.


Identidades itinerantes


No solo vamos siendo existencialmente, es decir, somos tiempo que transcurre y se consume, sino además en esta inevitable y presente mundialización, millones de seres se desplazan incesantemente, desgarrado por múltiples y escindidas identidades socio-culturales e históricas, creándose con ello confusión y desarraigo, pero al mismo tiempo, una incipiente y positiva identidad “terrícola” llena de humanidad diversa. El “viaje” se hace identidad. “La reinvención del viaje, como espacio habitable se convierte en poesía en Yvonne Truque en su poemario Recorriendo la distancia (2007), un libro donde el sugerente motivo de habitar la distancia nos conecta con un sujeto asumidamente híbrido, protagónico de un viaje transcultural sin principio ni fin, viaje en sí mismo” (Elena Palmero González. Desplazamiento Cultural y procesos literarios en las letras hispanoamericanas contemporánas: La literatura hispa-canadiense. Universidade Federal Do Rio de Janeiro. elenap@vetorial.net.
El nuevo viaje de Ulises no termina necesariamente en el lugar de origen, pero sí definitivamente en uno mismo. Se inventa una nueva cronotopía, en primer lugar el propio cuerpo y sus múltiples circunstancias. “¿Encontrará su forma el cuerpo?. Exiliado de sí mismo, cuerpo en ruinas. ¿Entrará su cuerpo en otro cuerpo al volver?” (Luis Torres, 2000. El exilio y las ruinas.).
Cuando emigramos se abandona un territorio íntimo y a la vez expuesto de nuestra cotidianidad, es la soledad ontológica de la sociedad moderna que nos obliga al desplazamiento permanente, provocando naufragios y orfandad. Normalmente es una urbe que nos acoge, mas que otro país, urbes despersonalizadoras y homogeneizadas en donde todo es igual y todo es diferente. No importa la causa del viaje y las compensaciones eventuales que éste pudiera ofrecer, al final siempre es un silencio y una soledad que nos acompaña, por lo afectos dejados atrás y por la memoria de la sangre telúricamente enraizada. El “viaje” siempre es una perdida y una posibilidad en esta nueva ciudadanía de las identidades itinerantes.

Democracia, Sociedad Civil y Zulianidad


Entre los desafíos del siglo XXI está la construcción de una nueva democracia, más democrática, abierta, tolerante, plural, de poderes autónomos y gobiernos alternativos, así como con garantías plenas y eficaces a los derechos humanos y a la paz y a la solidaridad como programa permanente. Con plena gobernabilidad y oportunidades para todos, en donde el progreso y el desarrollo dejen de ser discursos vacios o simples propuestas bien intencionadas. La persona se asume más importante que el gobierno, y la sociedad más importante que el Estado. La nueva realidad política trasciende la vieja división entre lo público y lo privado, y cobra creciente importancia la sociedad civil, como un quinto poder en ascenso, que articula en una ciudadanía responsable, múltiples grupos y asociaciones, temporales o permanentes, totalmente horizontales, voluntaria y libres, para promover las mejores causas, sin daño ni perjuicio para nadie, y sin propósitos de poder o dominio y su empeño principal no es otro que el desarrollo de un modelo democrático moderno, libertario y solidarios. Es la expresión de un proceso de emancipación de la sociedad frente al Estado (Bobbio, 1997). “La sociedad civil termina siendo la confluencia de múltiples organizaciones, movimientos (y redes sociales) y expresiones de la sociedad que reaccionan frente al fracaso de gobiernos y partidos que ya no pueden imponer su globalidad activista e ideológica, y de políticos que solo emiten discursos generales sin mayores niveles de diferenciación, ni propuestas alternativas a los múltiples problemas de un mundo plural, urbano e intercomunicado”. Revista Nueva Política. Número 13 – Octubre 2012.
La acción política se amplía como acción pública permanente, que trasciende la participación electoral. Hay que votar pero seguir participando para monitorear y hacerle seguimiento tanto al sector público como privado, desde la ciudadanía activa organizada, para que sean eficaces y honestos y sus fines y objetivos no contradigan los fines y objetivos de la sociedad en general. La sociedad civil no es otra cosa que una democracia de ciudadanos, no de simples votantes y mucho menos de indiferentes y aprovechadores, no otra cosa quería significar Simón Rodríguez cuando exigía repúblicos para que existiera la República.
Nos hemos convocado como ciudadanos zulianos para respaldar una candidatura, y lo hacemos entre otras banderas, con la consigna de la zulianidad. Esta es nuestra circunstancia y nuestro argumento principal en esta coyuntura electoral para elegir gobernador del Estado. Evidentemente nadie es dueño de la zulianidad, como identidad colectiva común, en el fondo es una expresión y una metáfora de una realidad compleja y cambiante como lo es la identidad antropológica, histórica y cultural de esta región y de esta ciudad. Todo zuliano y todo maracaibero participan de esta identidad, esté o no consciente de ello, y no importa cuáles sean sus preferencias políticas e ideológicas, pero en este caso, tiene sentido enarbolar la bandera de la zulianidad como expresión de un proyecto político histórico insatisfecho o no logrado, como lo es la siempre preterida y nunca realizada plenamente República Federal de nuestra primera Constitución, así como la necesidad de seguir construyendo como proyecto complementario de la República Federal, la Democracia Civil Descentralizada, apenas esbozada en 1947 con el sufragio universal, y en 1958 con la apertura democrática, antiautoritaria, pluralista, civil y alternativa y de esto se trata, de cara al Siglo XXI y al futuro que recién comienza, definitivamente dejar fundada de manera permanente la República Civil, Federal, Democrática y Descentralizada, en donde las autonomías personales y colectivas estén garantizadas así como la libertad plena y los derechos humanos, con su fuerte carga de solidaridad y justicia social. Una vez más, el dilema es optar entre el centralismo autocrático o la descentralización democrática. Hay que recordarle al país y a la región que el centralismo autocrático no termina de morir, y en el fondo ha sido la gran estafa histórica que usufructuó nuestros atrasos y miserias, pero que es inconcebible hoy en plena modernidad y globalización. Los caudillos son anacrónicos por definición y el actual es un anacronismo insostenible e inviable, como su alucinado proyecto ideológico importado. El centralismo no quiere gobernadores civiles electos, independientes y autónomos que hacen patria desde las regiones, los quiere subordinados a Miraflores, y quiere liderazgos domesticados y subalternos.
El Zulia fue y es empecinado en su regionalismo telúrico, hasta llegar a ser todo un símbolo nacional de autonomía militante e identidad dinámica afincada en sus realizaciones positivas, con toda su rica simbología cultural y fuerte arraigo telúrico. En el Zulia y en el zuliano es irrenunciable el proyecto democrático y descentralizador que comparte con el resto del país y con las tendencias más dinámicas y progresistas del resto del mundo, y de eso se trata en esta coyuntura electoral, volver a decidir entre los centralistas de siempre y quienes hemos apostado a la libertad responsable y a la descentralización como proyecto político y de gobierno estratégicamente conveniente y necesario. El futuro se construye sobre el aprendizaje a partir de nuestros errores y sobre los aciertos de nuestro pasado afirmativo, y sin lugar a dudas, si algo ha mantenido unido y le ha dado continuidad a la mejor genética de nuestra historia, es la épica civil que nunca ha abandonado el sueño de hacer realidad una república federal democrática y descentralizada.

¿Petro-comunismo?


El petro-comunismo es una contradicción en los términos, voluntarista y utópico (características bastante frecuentes en América Latina) y por ello mismo, irracional. La escuela sociológica de Franckfurt, igualmente conocida por la Teoría Crítica de la Sociedad, acuñó un término muy gráfico al respecto: la racionalidad de lo irracional. Igualmente este proyecto absurdo, camuflado como socialismo del siglo XXI, configura no solamente una ilusión condenada al fracaso, sino una verdadera estafa histórica. Este gobierno, seguramente inspirado en la estrategia zamorana de la batalla de Santa Inés, se empeña en retroceder y mantenernos en el siglo XX, con fuertes remembranzas decimonónicas. Su último hallazgo son las comunas y el estado comunal (de hecho, el sistema comunista a la cubana ya está estructurado legalmente) y aunque fracasado en su versión real, sigue ilusionando incautos. La manipulación ha consistido en llamar socialista a un proyecto que es comunista y la principal responsabilidad para que ello haya ocurrido ha sido de nuestra dirigencia de oposición que desde hace muchos años abandonó la discusión doctrinal, ideológica y política para practicar un pragmatismo de corto plazo que nace y perece periódicamente en los procesos electorales. Otro aspecto de esta fantasmagoría socialismo-comunismo es lo que se conoce con el nombre de espíritu de Munich, es decir, la cobardía moral y el entreguismo que representó Chamberlain frente a Hitler, actitud débil y complaciente que ni aplacó ni detuvo al tirano y mucho menos evitó la guerra. El proyecto castro-comunista-chavista no sólo expresa una voluntad de poder sino una arrogante hegemonía, no de clase sino de una élite conocida como boliburguesía que asaltaron el erario público para apropiarse de la renta petrolera al amparo del poder, fórmula que se viene repitiendo de manera invariable en este siglo petrolero con cada gobierno. Así tenemos a los ricos del gomecismo y del neogomecismo; a los ricos de Pérez Jiménez y a los ricos del bipartidismo adeco-copeyano. Con este gobierno no iba a ser diferente y allí está precisamente la trampa y la estafa histórica y el tiempo y las oportunidades perdidas. Como decíamos, este proyecto es inviable y va a fracasar, pero mientras tanto, y si la renta petrolera lo permite, se va a seguir vendiendo una ilusión revolucionaria amparado en un capitalismo de estado que es la verdadera estructura económica que caracteriza al estado venezolano en los últimos 100 años.
Es tan falso lo del socialismo que seguimos siendo una economía de puerto y el sector público se ha convertido en el principal importador en donde el 40% es corrupción y negocio con el dólar preferencial. En cuanto a la estructura del consumo seguimos siendo la Venezuela saudita de siempre, muy lejos del pregonado “hombre nuevo”; gastamos el 26% de nuestro presupuesto promedio de consumo en licores. Esta Venezuela “socialista” no está muy lejos de la Venezuela saudita del primer “boom” petrolero. Seguimos siendo un país de cultura nominalista y el país feliz del tiempo detenido, en donde somos tan pobres que sólo tenemos dinero. Lo único cualitativamente diferente y que mantiene viva la esperanza en el futuro es la emergencia en los últimos 50 años de una sociedad civil de profunda vocación y arraigo democrático y que a pesar de este sistema de complicidades y corrupción, ha mantenido viva a la Venezuela decente y trabajadora.

Tiempo detenido

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El tiempo detenido, de alguna manera, llega a significar el eterno retorno en Nietzsche o el tiempo social, como tiempo en donde el placer, la fiesta y el entretenimiento, se convierten en un presente estático que evita y mitiga la inevitable angustia existencial. El tiempo ritual es circular, siempre se repite a sí mismo y es como un eterno recomenzar, como el día y la noche o el tiempo de las estaciones. Se nace y se muere simbólicamente. En todas las tradiciones culturales existe esta liturgia del tiempo cósmico, como alguna manera de exorcizar, nuestra finitud o terror inconsciente del tiempo. Es lo efímero absolutizado. En la sociedad contemporánea, en donde casi todo se mediatiza y banaliza, este tiempo detenido alcanza su plenitud, en el ámbito cultural cristiano con la navidad y el fin de año. En nuestra ciudad, Maracaibo, la liturgia urbana de este tiempo sagrado, tiene que ver con la bajada de la virgen y la bajada de los furros, tradiciones que marcan a nuestra ciudad con fuertes resonancias tradicionales y populares. La ciudad se convierte en una gran fiesta, marcada profundamente por la temporada de gaitas y en los últimos 40 años, por la feria de la Chinita. Es la temporada del béisbol, las corridas y fiestas populares que contagian todo el espacio urbano. En los últimos años, especialmente en colegios y clubes de clase media alta, cuyos sectores están fuertemente transculturizados por la influencia norteamericana, se ha impuesto una tradición extraña pero que ya es propia como el Halloween. Las llamadas tradiciones populares, son híbridos sincréticos de un mestizaje creador, fraguado en 500 años de fe popular e instinto festivo que se asume y resume en la “gaita”, expresión zuliana por excelencia y de fuerte arraigo popular. La gaita es una fiesta comunitaria, que identifica a todo un pueblo, se canta y se baila, con su música machacona y repetitiva y sus estribillos que se nutren de personajes, anécdotas y crónicas locales, y con una fuerte carga de descontento o protesta. La gaita, con la Chinita y el béisbol, quizás asume nuestro anhelo de eterno presente, de fuerte raigambre indígena y especialmente africano. “el tiempo africano se había convertido en el tiempo afrocristiano; el pasado se había hecho futuro” (Harold Bloom). La fiesta no termina sino el 2 de febrero, día de la Candelaria y con la subida de los furros, cuando el habitante de esta región vuelve a su cotidianidad hasta que la fiesta vuelva a recomenzar.
Este tiempo detenido, o tiempo antropológico de la ciudad, por así decir, está marcado en el alma popular por el culto a la Chinita, la cual hace el milagro anual de congregarnos y unirnos en una zulianidad afirmativa. “Es el Evangelio de la vida que se expresa en María: una gran señal apareció en el cielo: Una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corno de doce estrellas sobre su cabeza”. (Apocalipsis 12,1). Mujer y madre, resume y asume el dolor y la alegría de la ciudad y que Juan Pablo II, en su carta encíclica “Evangelio de la vida”, la invoca de manera directa y precisa:

¡Oh!, María,/aurora del mundo nuevo,/Madre de los vivientes,/a ti confiamos la causa de la dicha,/Mira, Madre, el número inmenso/de niños a quienes se impide nacer,/de pobres a quienes se hace difícil vivir,/de hombres y mujeres víctimas/de violencia inhumana,/de ancianos y enfermos muertos/a causa de la indiferencia/o de una presunta piedad./Haz que quienes creen en tu Hijo/sepan anunciar con firmeza y amor/a los hombres de nuestros tiempo/el Evangelio de la vida;/alcánzales la gracia de acogerlo/como don siempre nuevo,/la alegría de celebrarlo con gratitud/durante toda su existencia/y la valentía de testimoniarlo/con solícita constancia para construir,/junto con todos los hombres de buena voluntad,/la civilización de la verdad y el amor,/para alabanza y gloria de Dios Creador/y amante de vida.