jueves, 24 de enero de 2013

Tiempo detenido

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El tiempo detenido, de alguna manera, llega a significar el eterno retorno en Nietzsche o el tiempo social, como tiempo en donde el placer, la fiesta y el entretenimiento, se convierten en un presente estático que evita y mitiga la inevitable angustia existencial. El tiempo ritual es circular, siempre se repite a sí mismo y es como un eterno recomenzar, como el día y la noche o el tiempo de las estaciones. Se nace y se muere simbólicamente. En todas las tradiciones culturales existe esta liturgia del tiempo cósmico, como alguna manera de exorcizar, nuestra finitud o terror inconsciente del tiempo. Es lo efímero absolutizado. En la sociedad contemporánea, en donde casi todo se mediatiza y banaliza, este tiempo detenido alcanza su plenitud, en el ámbito cultural cristiano con la navidad y el fin de año. En nuestra ciudad, Maracaibo, la liturgia urbana de este tiempo sagrado, tiene que ver con la bajada de la virgen y la bajada de los furros, tradiciones que marcan a nuestra ciudad con fuertes resonancias tradicionales y populares. La ciudad se convierte en una gran fiesta, marcada profundamente por la temporada de gaitas y en los últimos 40 años, por la feria de la Chinita. Es la temporada del béisbol, las corridas y fiestas populares que contagian todo el espacio urbano. En los últimos años, especialmente en colegios y clubes de clase media alta, cuyos sectores están fuertemente transculturizados por la influencia norteamericana, se ha impuesto una tradición extraña pero que ya es propia como el Halloween. Las llamadas tradiciones populares, son híbridos sincréticos de un mestizaje creador, fraguado en 500 años de fe popular e instinto festivo que se asume y resume en la “gaita”, expresión zuliana por excelencia y de fuerte arraigo popular. La gaita es una fiesta comunitaria, que identifica a todo un pueblo, se canta y se baila, con su música machacona y repetitiva y sus estribillos que se nutren de personajes, anécdotas y crónicas locales, y con una fuerte carga de descontento o protesta. La gaita, con la Chinita y el béisbol, quizás asume nuestro anhelo de eterno presente, de fuerte raigambre indígena y especialmente africano. “el tiempo africano se había convertido en el tiempo afrocristiano; el pasado se había hecho futuro” (Harold Bloom). La fiesta no termina sino el 2 de febrero, día de la Candelaria y con la subida de los furros, cuando el habitante de esta región vuelve a su cotidianidad hasta que la fiesta vuelva a recomenzar.
Este tiempo detenido, o tiempo antropológico de la ciudad, por así decir, está marcado en el alma popular por el culto a la Chinita, la cual hace el milagro anual de congregarnos y unirnos en una zulianidad afirmativa. “Es el Evangelio de la vida que se expresa en María: una gran señal apareció en el cielo: Una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corno de doce estrellas sobre su cabeza”. (Apocalipsis 12,1). Mujer y madre, resume y asume el dolor y la alegría de la ciudad y que Juan Pablo II, en su carta encíclica “Evangelio de la vida”, la invoca de manera directa y precisa:

¡Oh!, María,/aurora del mundo nuevo,/Madre de los vivientes,/a ti confiamos la causa de la dicha,/Mira, Madre, el número inmenso/de niños a quienes se impide nacer,/de pobres a quienes se hace difícil vivir,/de hombres y mujeres víctimas/de violencia inhumana,/de ancianos y enfermos muertos/a causa de la indiferencia/o de una presunta piedad./Haz que quienes creen en tu Hijo/sepan anunciar con firmeza y amor/a los hombres de nuestros tiempo/el Evangelio de la vida;/alcánzales la gracia de acogerlo/como don siempre nuevo,/la alegría de celebrarlo con gratitud/durante toda su existencia/y la valentía de testimoniarlo/con solícita constancia para construir,/junto con todos los hombres de buena voluntad,/la civilización de la verdad y el amor,/para alabanza y gloria de Dios Creador/y amante de vida.

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