domingo, 28 de octubre de 2012

La carroza de Bolívar


La vida siempre termina en tragedia y soledad, es la conclusión a la que llegamos después de leer esta novela histórica del colombiano Evelio Rosero “La Carroza de Bolívar”. (Colección Andanzas. Tusquets Editores. España 2012, México 2012). Nos desvanecemos en el tiempo de las almas sin cuerpo. La memoria efímera de la imagen extraña y ajena que ya no es. Vamos siendo sin retorno, entre el infinito y el abismo. La figura trágica y polémica de Simón Bolívar es el convocante de este libro. Figura ambivalente, llevada a los altares, convertido en mito desencarnado y por otro lado, la memoria empecinada de los que se sienten agraviados, víctimas de su ira y crueldad, en este caso los habitantes de Pasto, particularmente odiados y castigados por el llamado libertador. La memoria colectiva recuerda, a los civiles fusilados de la Guaira, la entrega, en una noche aciaga, de Miranda, y el correspondiente salvoconducto de Monteverde al futuro libertador por los servicios prestados a su majestad. El ignominioso juicio y posterior fusilamiento de Piar y otros muchos episodios que nos remiten a la condición humana, demasiado humana de los llamados héroes. Verdad o mentira, la historia es profundamente manipulable, lo cierto es que un pueblo es de memoria bifronte: Una apunta al cielo y la otra al infierno, o como diría Jorge Luis Borges, por un lado la historia de la eternidad y por el otro la historia de la infamia. Al fin de cuentas es historia humana, siempre marcada por la tragedia y la soledad. “Y la soledad regresaba infinita porque de inmediato recordaba que ambos estaban muertos (muertos en el sueño y en la realidad). Les preguntaba asombrado: Qué hacen aquí?, Si ustedes están muertos, y la cara de su madre se volvía a él con la mayor naturalidad, casi como si lo felicitara, vos también”. Esta es una novela bien escrita y bien estructurada y en pasajes como el citado nos recuerda al gran novelista mexicano Juan Rulfo, y es que el escritor, al igual que el historiador, llega un momento en que no logra distinguir con claridad el mundo de los muertos y el mundo de los vivos y es que la vida y por consiguiente la historia no es otra cosa que la superposición ambigua de estos dos planos, y si hay un personaje que se presta para esta confusión es Simón Bolívar.


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