Los procesos
electorales y la política en general tienden a engendrar héroes de
papel, hijos de la paja y del humo y de la política como
espectáculo. El ser humano, en este caso, el elector, en su
minoridad, ilusión e inmadurez, llega a creer que todo va a cambiar
por su decisión y la de millones como él, a través del voto, uno
de los grandes mitos de la modernidad, como si los procesos políticos
no expresaran, intereses e influencias electorales que vienen de las
profundidades de la sociedad. En nuestro país, sociedad de
mentalidad mágica e ingenua, producto inequívoco de 100 años de
renta petrolera y facilismo sin rendición de cuentas, ha creado una
“élite” codiciosa e irresponsable y un “pueblo” pícaro y
aprovechado (con esto no pretendo juzgar ni calificar personas, en la
viña del señor hay de todo); sino categorizar conductas
generalizadas. En este marco transcurre creo es 19 convocatoria
electoral de la era chavista, período histriónico e irresponsable
(una oclocracia cleptocrática), pero el drama es que de todo esto,
no sólo es responsable un solo hombre, sino muchos, millones, cuyo
silencio y complicidad cubren y arropan estos oscuros 14 años de
insensatez y desvarío. Con la campaña electoral se pretende
conjurar todo esto, con otros personajes y otras circunstancias,
ojalá se logre, sin pagar el costo terrible de una crisis que me
luce prolongada.
Entramos a un proceso
de transición de dificultades crecientes pero si tenemos la sensatez
del acuerdo nacional y se logra la necesaria gobernabilidad que pasa
en primer lugar por el control de la inseguridad y el
restablecimiento del estado de derecho, estoy seguro que en poco
tiempo, de 1 a 2 años, el país recobraría su capacidad de
crecimiento y confianza. Tenemos talento y recursos humanos para esto
y ventajas geopolíticas y económicas de todo tipo. Es importante la
confianza de cara al futuro, no solamente frente a un eventual
triunfo de la oposición sino en la necesidad política de
identificar al adversario no como enemigo sino como contraparte
necesaria para la construcción de una democracia plural y así mismo
entender de una vez por todas que los hombres de gobierno solamente
son calificables desde su integridad y honestidad personal y su
competencia técnica y profesional para intentar superar
definitivamente esa larga y repetitiva historia nacional de los
hombres y de los héroes de papel.
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