martes, 27 de julio de 1999

Orden y Desorden



          <<Yo temo más la paz que la guerra>> dirá Bolívar después de Carabobo, pensando en Páez y en todos los caudillos que las guerras de Independencia engendraron.  Es la misma angustia de Alberdi, cuando algunos años después escribe:  <<¿Quién nos libertará de los libertadores?>>.  El proceso emancipador creó un formidable aparato de poder: el ejército.  Toda la historia de América Latina lo va a padecer. 

         Las conspiraciones contra la autoridad de Bolívar se suceden unas a otras.  Páez conspira en Venezuela.  Santander en Bogotá, mientras Bolívar se ocupa de la campaña del sur.  Sólo el éxito que lo acompaña en Guayaquil y Lima, en Junín, Pichincha y Ayacucho, le permite disipar o diferir estas amenzas.

         Bolívar está en el cénit de su carrera, es el héroe indiscutido de todo un mundo.  Se le admira, respeta y acata.  Gil Fortoul nos traza una semblanza del Libertador llena de humanidad y admiración; trata de equilibrar al hombre y al héroe.  En esta hora de triunfo el mayor homenaje es la creación de Bolivia, circunstancia que le permite al General victorioso elaborar un nuevo Proyecto  Constitucional.  El hombre  de  la guerra que temía la paz de
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los caudillos, en el fondo de su alma no quería otra cosa que ser el hombre de las leyes y de las instituciones que permitieran estabilizar y hacer progresar a las repúblicas recién creadas.  Proyecta y legisla incansablemente, desde la base de los mejores modelos constitucionales, pero sin perder nunca de vista la realidad.  Como en todo destino humano, el momento de mayor gloria no es más que el comienzo del fin, el descenso al infierno del propio destino.  Bolívar empieza a transitar la agonía de los últimos cuatro años.

         Armar el rompecabeza, no otra cosa fue el empeño de poner a funcionar la Gran Colombia.  Desde 1821 se intentó gobernar lo ingobernable; se promulgaron leyes; se ejecutaron actos administrativos de todo tipo.
          En la práctica todo se ignoró y cada Provincia hizo lo que quiso.  Los intereses y las acciones disolventes predominaban: <  De hecho el Ejecutivo se convirtió en Dictadura, paliada por la relativa independencia de los poderes legislativo y judicial hasta 1828, dictadura absoluta al disolverse la Convención de Ocaña>>.

         Del cesarismo a la tentación monárquica, Colombia se debate entre el ser y la nada.  Su principal artífice, más que protagonista es una víctima de un proceso complejo y de unas fuerzas ingobernables.

       El proceso independentista se inscribe en un marco internacional específico.  Estados Unidos, Inglaterra, Francia y en general toda Europa, están viviendo tiempos intensos, de profundos cambios históricos.  Revolución, Emancipación, libertad de comercio, son expresiones que resumen procesos complejos y diversos, aunque conectados entre sí.  Hispanoamérica y España formaban parte del mismo proceso.  Bolívar en todo momento estuvo consciente de las dimensiones internacionales del conflicto americano y en consecuencia desplegó una activa e inteligente labor diplomática, que culmina con la convocatoria y realización del Congreso de Panamá.

         Desde el punto de vista militar, la guerra fue internacional a pesar de sus episodios locales.  Desde  el punto de vista político, la independencia modificaba profundamente la geo/política americana y europea.

La Gran Colombia



Venezuela, Nueva Granada y Ecuador son tres procesos históricos convergentes, a pesar de la geografía que los separa, la historia los une y esto se concretizó en el Congreso constituyente de Colombia, reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta el 6 de Mayo de 1821, con 57 diputados de  los 95 que correspondían a las 19 Provincias que pudieron realizar elecciones.  El inspirador y guía fue Bolívar y dura lo que su poder.  Fue un proyecto para el futuro que sigue perteneciendo al futuro.
  
         La disputa inevitable en el Congreso fue entre federalistas y centralistas que a su vez expresaban los conflictos de todo tipo existentes y los muchos intereses en pugna.  El dilema seguía siendo el de siempre.  Dice Gil Fortoul: <>.  El problema de América Latina, 200 años después, sigue siendo el mismo: cómo evitar la tentación autoritaria, como conciliar una Constitución, republicana y democrática, con sociedades en desarrollo.

         El Congreso de Cúcuta no sólo se va a ocupar de la forma de gobierno sino de cómo lograr el progreso social y en consecuencia se aboca a   legislar
sobre la esclavitud y cómo abolirla, la condición de los indios, las relaciones
                                                                                                                
del Estado con la Iglesia Católica.  Se pronuncia sobre la libertad de imprenta, administración fiscal e instrucción pública.

    Mientras se guerreaba se dictaban leyes; esta fue la grandeza y la miseria de esa generación. Se soñaba con la utopía al mismo tiempo que se luchaba contra la realidad.  Herederos del siglo XVIII, del romanticismo  y  la ilustración, esta élite mantuana, fue atrapada  por la vorágine de la guerra y por los innumerables conflictos y contradicciones de clase que existían en la sociedad hispanoamericana.

    Gil Fortoul es lúcido al respecto cuando dice: <  Quiso constituir una grande y poderosa República; y si la suerte de los Estados dependiese sólo de la sabiduría de sus leyes, aquel congreso habría asegurado por años o siglos el porvenir de Colombia.  Sin embargo, no hubo nunca obra legislativa menos adecuada a la condición social y política de los pueblos que con ella quedaron aparentemente unidos.

    Realización fortuita de un ideal grandioso de Bolívar, Colombia no podría vivir sino al amparo del genio que la creó: ausente él, en lejanas guerras, irá perdiendo ella, con sus estériles conmociones, toda esperanza de vida perdurable.  Pacto ocasional entre países que tendían naturalmente a gobernarse a si mismos, la historia de la Constitución de Cúcuta será la historia de sus violaciones>>.
                                                                                 
    Bolívar, su principal inspirador e ideólogo tampoco se engañaba al respecto, desde el frente de batalla escribe a Santander: <  Esta política que ciertamente no es la de Rousseau al fin será necesario demostrarla para que no nos vuelvan a perder esos señores... Piensan esos caballeros que Colombia está cubierta de lanudos, arropados en las chimeneas de Bogotá, Tunja y Pamplona. No han echado sus miradas sobre los Caribes del Orinoco, sobre los pastores de Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los bandidos de Patia, sobre los indómitos pastusos, sobre los Guajibos del Casanare, y sobre todas las hordas salvajes de África y de América que como gamos recorren las soledades de Colombia.  ¿No le parece a Ud. que esos legisladores, más ignorantes que malos y más presuntuosos que ambiciosos nos van a conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina?  Se creen <> enviados del cielo a la tierra, no para amontonar escombros de fábricas monstruosas y para edificar sobre una base gótica un edificio griego al borde de un cráter>>.

           Este texto es uno de los más interesantes producidos por Bolívar, por la lucidez sin cesiones que posee.  Bolívar no se engaña; sabe dónde está y con quién está.  Lo que llama la atención es la mordacidad y dureza de sus juicios sobre los legisladores de Cúcuta.  ¿No se habían reunido a instancias de él? ¿No respondían a un proyecto político esencialmente inspirado por Bolívar? y ¿Acaso el Congreso no lo nombra Presidente y Vicepresidente a Santander?

          Una vez más en la historia son más los interrogantes que las respuestas, construidas siempre a posteriori, se acomodan y reordenan las cosas a conveniencia.  Texto ambiguo el historiográfico, siempre puede ser interpretado de muchas maneras.

Bolívar y la Patria Nueva



En esta primera etapa de la vida del Libertador, en la versión de Gil Fortoul, se destacan tres influencias sobre el joven patricio: la de Simón Rodríguez, los viajes por Europa y las ideas de la Revolución Francesa. Bolívar es presentado como predestinado , quien para 1812 está preparado para su cita con el destino.  Dan testimonio de ello su Manifiesto de Cartagena y la Campaña Admirable.  También para nuestro historiador, Bolívar es el héroe necesario de la patria irredenta.  Gil Fortoul se suma estusiasta a la ya larga tradición bolivariana.  A pesar de su visión jurídico/institucional de la historia, no escapa a la fascinación del héroe, muy en la tradición romántica, la historia es raptada por el héroe.
           
            <>.  Con esta lapidaria frase resume y expresa Gil Fortoul su opinión sobre estos terribles años.  Todo el capítulo es un cuadro épico y una tragedia griega.  Luchan y mueren los hombres, la guerra se vuelve interminable, la miseria asola al país.  La descripción de los personajes es magistral, como la de Boves.  Bolívar se impone, temerario y audaz, mas allá de las derrotas.  Es el caudillo batallador, el jefe supremo de la guerra, un Dictador, a la manera de la vieja Roma, el jefe necesario, el hombre de las circunstancias, el hombre de las dificultades, primero entre iguales.  Su autoridad es discutida y cuestionada.  Su prudencia, tesón y valor permanentemente puestos a prueba.
            El problema es la guerra y no el gobierno; las discusiones de 1810 y 1811 quedaron atrás, al igual que las indecisiones y las debilidades.  La guerra comenzó como un acto soberano de independencia frente a España; era una guerra internacional, de acuerdo a las normas establecidas al respecto. Dos años después es una carnicería, donde todos los odios están presentes y todas las pasiones se encuentran desbordadas.
            La patria es apenas una excusa para matar y sobrevivir.
            Restituído Fernando VII al trono de España, declara sin efecto la Constitución Española del año 12, de corte liberal, y emite una circular sobre los hechos de América, de reconquista, pero al mismo tiempo conciliadora, propiciando <>.
            Bolívar, para mayo de 1815, está en Jamaica, en el exilio, y aquí redacta y publica su famosa Carta.  La experiencia le ha permitido visualizar todo el proceso independentista como un proceso fundamentalmente político y con dimensiones americanas e internacionales.  Es una mirada al futuro, pero no de un idealista y utópico, en el peor sentido de la palabra, sino es la visión de un estadista con una perspectiva estratégica del proceso y una percepción histórica de la realidad.  Con la ayuda de Petión y Brion, Bolívar integra una pequeña brigada internacional (250 hombres), a pesar de su prestigio y liderazgo cuestionado.  Sale de Haití para invadir Margarita: de aquí a Oriente, Carúpano y Guayana.  Su jefatura es cuestionada severamente y su liderazgo debilitado.  A pesar de todo, los patriotas logran asentarse firmemente en Guayana y ésta se convierte en la base de operaciones de las próximas y decisivas campañas.  <  Tomamaos la  espalda  al  enemigo  de  aquí  hasta  Santa  Fe  y  poseemos  un   inmenso territorio en una y otra ribera del Orinoco, Apure, Meta y Arauca.  Además poseemos ganados y caballos: y como en el día la lucha se reduce a mantener el territorio y a prolongar la campaña, el que logre esta ventaja será el vencedor>>.  No se equivocó.  En este proceso, el aspecto político e ideológico cobra importancia creciente; se ha tomado conciencia de la necesidad de incorporar a todos los estratos de la población al proceso emancipador y se actúa en consecuencia.
            <> y se proclama la necesidad de constituir un cuerpo legislativo que discuta y apruebe las leyes que el país requiere y el sistema de gobierno que convenga.  Este es período difícil  y complejo.  Bolívar y los patriotas han aprendido de las derrotas; el proceso emancipador al fin se afirma sobre bases sólidas y se hace irreversible.  Se cuenta con un territorio y un ejército, apoyo internacional y un liderazgo esclarecido.  Las únicas sombras son las diferencias entre los jefes patriotas: Bolívar y Mariño y en cierta medida con el propio Páez, siempre sometido a medias. 
            Las rivalidades y diferencias que terminan trágicamente son las de Bolívar y Piar.  Este último es el jefe patriota del momento; sus triunfos han permitido adueñarse de Guayana.  El conflicto entre los dos jefes patriotas llegó a tales extremos que, según Gil Fortoul, Bolívar se vio en la necesidad de extirpar el peligro de guerra civil, de raíz, con el fusilamiento de Piar.  De esa manera, Mariño, Páez, Arismendi, Bermúdez y otros se le sometieron y así se garantizó la indispensable unidad de mando del ejército patriota.  Bolívar comienza a vivir una plenitud humana y política: es el jefe indiscutible.  La victoria está al alcance de la mano, sabe lo que quiere y está consciente de lo que es.  Soldado y estadista, ha aprendido que <>.                                              

Dialéctica de la Negación



En un tiempo de lobos y espadas

         “La historia tiene ya el número de páginas suficientes para enseñarnos dos cosas: Que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política (contra todas las apariencias) fue tejida por los políticos (meros canalizadores de la inercia histórica).”
                                                                  Camilo José Cela

             En Venezuela el optimismo es una profesión y diría una manera de ser; pueblo/foca nos llamó  un humorista: con el agua al cuello seguimos aplaudiendo.  Parece ser la psicología  y el destino de los pueblos mineros de riqueza no producida y normalmente, despilfarrada.  En esta dialéctica de optimismo/pesimismo; los profetas del desastre se identifican en J.P. Pérez Alfonso, Arturo Uslar Pietri, Domingo Alberto Rangel y algunos otros; mientras que nuestros optimistas sin remedio se llaman Rafael Caldera, Luis Herrera Campins, Carlos Andrés Pérez, Jaime Lusinchi y tantos otros que arruinaron y empobrecieron el país en nombre de la riqueza y el optimismo.

            En Venezuela somos hegelianos sin saberlo, pretendemos avanzar de negación en negación, negamos los últimos 40 años; como negamos en su momento otros períodos históricos y reivindicamos como nuevo y revolucionario; el mesianismo de turno y la incursión en política del viejo estamento militar.

            Sin lugar a dudas vivimos tiempos de cambio pero no logramos ver la dirección del mismo.  Aparentemente, se piensa que hay       que destruir primero, incluyendo leyes e instituciones, y subvertir el viejo orden. El antiguo dilema se hace presente: reforma o revolución; que en América Latina ha concitado tantos odios y permitido tantos errores.

            Vivimos un cambio real y una circulación de élites con reforma estructural o una simple cosmetología radical alimentada de gatopardismo como Perón en su momento o Velazco Alvarado que después de la ilusión, dejaron una Argentina más arruinada y un Perú más empobrecido y violento.

            La realidad es terca y la política y la economía tienen sus propias leyes que terminan por imponerse y prevalecer, que no es otra cosa que el bienestar de la mayoría y la riqueza de las naciones.

            América Latina ha padecido en demasía a los amos del poder y el desprecio a instituciones y leyes; así como una mentalidad colectiva demasiado anclada en la picaresca, la  viveza y el vulgar aprovechamiento.