martes, 14 de diciembre de 1999

1968-1998 Utopía y Revolución



En el 68 confluyen y se expresan múltiples fuerzas que definen una nueva sensibilidad y de hecho una nueva época:  la post-modernidad; cargada de un sincretismo creador y una denuncia de todo lo establecido.  Fue un momento de la historia profundamente libertario, vitalista y liberador; a nivel psicológico, político y cultural.
            La Revolución Cultural China; era una promesa a pesar de sus excesos.  La Primavera de Praga:  fue importante a pesar de su aparente fracaso.  La revuelta estudiantil y el Mayo Francés marcaron pautas de rebeldía y heterodoxia.  El 68 fue un momento histórico excepcional, cargado de un profundo optimismo histórico y de aires renovadores; a pesar de Vietnam, los Estados Unidos con Kennedy a la cabeza inauguraba una nueva esperanza afincada en los mejores ideales políticos democráticos; Kruschev en la Unión Soviética hablaba de coexistencia pacífica y emulación.  Luther King marcaba pautas en la lucha de los derechos civiles para los negros.  El movimiento “hippie” creaba un nuevo misticismo equidistante de las drogas y el orientalismo.  Por todas partes la juventud irrumpía “desde el camino” y creaba movimientos pacifistas y ecologistas.  Todo era posible y todo estaba permitido; la liberación femenina y sexual marcaba pautas de conducta y de valores; se reivindicaba el derecho a la felicidad individual y a la vida en comunidad; sin trabas y sin tabúes.  De las muchas consignas, tres resumían el ideario fundamental del 68:

            El cielo por asalto
            Prohibido prohibir
            Haz el amor y no la guerra
            Fue una generación que asumió la música como una de sus identidades fundamentales; Elvis y los Beatles; y a nivel gestual y de indumentaria:  James Dean y Marlon Brando marcaban pautas: más que rebeldes sin causa eran rebeldes con muchas causas; se rechazaba el mundo adulto, el paternalismo y la hipocresía:  los gobiernos autoritarios y sin moral.  Los 60 fueron años de utopía y esperanza y toda una generación fue marcada profundamente por estos valores; 30 años después nos sigue haciendo falta utopía y esperanza.

¿UN NUEVO HUMANISMO?



El hombre es un animal que aspira al sentido, decía Camus y el exceso de sentido conduce a la locura, es el costo de la lucidez, según Nietsche.
            Nuestra época ha heredado y proyectado un conjunto de teorías de ideologías que configuran nuestra representación mental de la misma.  Darwin, Marx, Nietsche, Freud y Einstein son algunos de los nombres fundamentales.
            La cultura contemporánea es el resultado de una tradición humanista, racionalista y científica y una realidad irracional.  De este encuentro/desencuentro ha surgido la cultura del siglo XX.
            El hombre contemporáneo ha padecido experiencias terribles, en verdad, ni más ni menos que los hombres de otras épocas, pero con la desventaja de no tener una religión ideológica consoladora.  En otros tiempos se sabía a que atenerse y nunca las dudas excedían las posibilidades de respuestas.  Hoy nadie sabe a que atenerse, todo es provisional y el ser humano yace sumergido en la confusión, las dudas y los interrogantes.  “Lo que antes fue ciencia, se ha convertido en ideología, banal saber circunstante; el “qué pensarán” tan hispano, así como “guardar las apariencias” no es más que el temor a lo que es realmente; de allí ese desafiante “hago lo que me da la gana” como refugio individual y respuesta anárquica al propio desvalimiento.  El español vive en “expectativa de destino” porque no está seguro de su pasado que se le ha escamoteado o fracturado, dando lugar a las dos Españas, una asesina de la otra.  “El hispano no tiene sino dos salidas o vivir sin vivir en sí” (empresas grandiosas, ilusionismo religioso, fiebre de oro, el teatro y el arbitrismo del siglo XVII), o el triste despertar frente a la realidad inexorable, el desengaño, la huida del mundo (ascética, novela picaresca, quietismo).  De extremo a extremo, este es el drama y la grandeza de España:  su mecanismo político, su utopismo económico-social, y de paso, este es nuestro drama y nuestra grandeza: lo hispánico que todavía somos los latinoamericanos.

Cortazar: Memoria de la Melancolia



Julio Cortázar era un gran escritor y era nuestro.  Toda su obra fue una búsqueda permanente de abosluto, de la otra realidad, de la verdadera “donde terminan las fronteras y los caminos se borran”.  Fue un argentino “que todo lo quiso leer, todo lo quiso abrazar”.  Fue obsesivamente bonaerense, opcionalmente europeo y cosmoplita, vocacionalmente latinoamericano.  Se trasterró hasta convertir la nostalgia en identidad, toda su vida en una pura melancolía en donde la esperanza no estuvo ausente. “Qué es en el fondo esa historia de encontrar un reino milenario, un edén, otro mundo?  Todo lo que se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer está orientado hacia la nostalgia.  Complejo de la Arcadia, retorno al gran útero, Back to Adam, le bon sauvage”.

            Descubrí a Julio Cortázar en Madrid, leyendo a Rayuela.  Lo encontré, descarnado y auténtico, en otras páginas que él hace suyas como traductor de “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar.  Pudor o juego en donde el juego “es un privilegio mesiánico del poeta en los que la técnica y las fatalidades de la mentalidad mágica y lúdica se aplican naturalmente a una ruptura del condicionamiento corriente”,  pudor o juego.  Cortázar se desdobla y se expone, se confiesa.  Emperador, autor y traductor se confunden, ficción y realidad se superponen.

            Las “Memorias de Adriano” pueden ser, de hecho son las propias memorias de Cortázar.  Libro hermoso poético y frágil.  Todo en él trasunta melancolía, hecha de lucidez y nostalgia.  Profunda saudade de la especie, de los orígenes de la tierra.

“Al hombre desterrado no le hables de su casa”.

                       “Hermano de mí mismo

                                               espía sin halago, pero al final cediendo
                                               a la dulce moneda de la sangre,
                                               al falso centinela del espejo.
                                               No estoy aquí del todo donde me hablo.
                                               Creo que me dejé en Chile y en Roma,
                                               en Stevenson, en música y voces,
                                               en un sauce de Banfield, en los ojos
                                               de una perra que quise, en dos o tres amigos muertos.
                                               Este que me queda vive,
                                               pero sabe que la urna está vacía”.

            Trilogía autobiográfica Adriano, Yourcenar, Cortázar  filosofan a su manera y nada de la vida y de lo humano les es indiferente.  Son hombres de letras, amaron libros y bibliotecas, esos “hospitales del alma” que dice Adriano, pero saben que en el fondo todos los libros son falsos e incompletos, la realidad no está en ellos, en todos se miente, oculta o exagera, nada sustituye  a la realidad, a la propia vida.  Decía Cortázar.  “Entendí desde muy joven que la cultura es imprescindible en un escritor, pero en la medida en que cuando termine de leer salga a la calle, aunque lleve un libro en el bolsillo”.

            Este vitalismo existencial, una verdadera erótica de la vida que se diluye en el tiempo, terminará por conducir al escritor hacia un compromiso concreto.  En los últimos 25 años de su vida logró reconciliar su afán de libertad personal con un sentido de justicia social y compromiso político.

            A partir de la Revolución Cubana se asumió como militante latinoamericano de todas las causas nobles, de los derechos humanos, de la Revolución Sandinista, que para él, más que una Revolución, es una verdadera liberación.

            Julio Cortázar amó y fue amado, le fascinó el enigma femenino y llegó a morir de amor como dice el pintor Jacobo Borges.  Fue sensible al arte y entendió que es lo único inmortal que le es permitido al hombre.  Básicamente fue un hombre libre, si cabe hablar de libertad en el ser humano, conocía sus límites, sabía de sus posibilidades.  Hubiera podido repetir con Adriano, el emperador filósofo.  “Sólo en un punto me siento superior a la mayoría de los hombres: soy a la vez más libre y sumiso de lo que ellos se atreven a ser.  Casi todos desconocen por igual su justa libertad y verdadera servidumbre... En cuanto a mí busqué la libertad más que el poder y el poder tan solo porque en parte favorecía la libertad.  Pero el mayor rigor lo apliqué a la libertad de aquiescencia, la más ardua de todas.  Asumí mi estado y mi condición”.

            Julio Cortázar fue un peregrino del amor y la belleza “a cada uno su senda; y también su meta, su ambición si se quiere, su gusto más secreto y su más claro ideal.  El mío estaba encerrado en la palabra belleza... Me sentía responsable de la belleza del mundo” exclama Adriano.
           
            Julio Cortázar fue un desarraigado, de haber seguido en Argentina “me hubiera agriado, corrompido o gastado”.  Buscó otras latitudes “impulsábame a ello mí gusto por el extrañamiento.  Buscó estar solo, asumió a París como ciudad hasta ser siempre un argentino ausente.

Contra Corriente



No escogemos nuestro tiempo, simplemente, nacemos y vivimos en él.  El mío, en términos de conciencia política e histórica, comienza con el 23 de Enero de 1958 y afortunadamente continúa.  Entre lecturas desordenadas y activismo estudiantil (en el Liceo Baralt y en la Universidad del Zulia), terminé militando en el Partido Social Cristiano Copei y llegué al prestigioso cargo de Presidente de la Federación de Centros Universitarios (FCU).  Para 1966 ya transitaba la desilusión partidista y cultivaba una actitud crítica frente a nuestra democracia clientelar y corrupta.  En el 68 viajo a Europa para realizar estudios de Post-grado en Historia y coincido allí con la primavera de Praga y el Mayo francés.  Fueron años de intensas lecturas y experiencias ideológicas/políticas, que me afirmó en la política como utopía y compromiso, pero ya sin militancia partidista, condición que mantengo y aspiro seguir manteniendo.
         La crisis nacional no me tomó de sorpresa, ni su desarrollo, ni los acontecimientos actuales y nunca le he hecho concesiones intelectuales a nadie; frente al país y al proceso político mi postura ha sido de angustia y lucidez crítica, el dolor de patria que hablaba Unamuno.
         A mi manera, he sido oposición siempre en el terreno político, como lo soy ahora, en un proceso que juzgo inevitable y pertinente en muchas cosas, pero que no comparto ni en su mesianismo ni tentación autoritaria.  No comparto el Proyecto Constitucional del 99, porque se hace sobre la división del país y porque vuelve a ser el “traje a la medida” que pedía J.T. Monagas a sus acólitos.
         En términos sociológicos, vivimos una circulación de élites y una nueva hegemonía, no conocemos su duración ni el modelo político y económico a implantar, hay mucha retórica y confusión al respecto.  El modelo petrolero sigue prevaleciendo, con un Estado centralista y paternalista, lo que nos hace dudar sobre el modelo de desarrollo y la capacidad de superar los errores y vicios del pasado.
         Se nos ha montado una nueva ilusión sobre un montón de palabras, incertidumbre y miedo.  Nuestro liderazgo se agota en la magia de la pre-modernidad mientras se siguen convocando las banderas color de miedo y los parteros de la historia se convierten muy rápidamente en parteros del miedo y enterradores y sepultureros de esperanzas.  El país vuelve a estar harto de historias, seguimos evadiendo la verdadera Historia.  Los héroes sólo nos sirven para justificar nuestros apetitos e intereses y los reducimos al tamaño de nuestro sector.  Al final, como alguien decía, terminamos pareciéndonos a quienes combatíamos como adversarios.
         En la historia se habla abusivamente de ocasos y auroras; en realidad lo que hay son continuidades y crisis periódicas; la nuestra está resultando excesivamente larga y muchos de sus protagonistas no tienen ni la novedad de la edad ni de las ideas.  Algunos vienen del 45 y del 47, otros del 58 y otros, cronológicamente más recientes, vienen con ideas viejas y anacrónicas.
         La historia convertida en historieta, ese es el verdadero drama de los pueblos, segundones en papeles estelares;  circo y teatro de las múltiples máscaras del poder.
         El futuro se vuelve magia y taumaturgia  y el mago vuelve a invocar nuestra capacidad de ilusión e ilusionismo, que aquí, en la tribu, llamamos optimismo de nuestros Midas locales, que de la riqueza siguen sacando pobreza e invitando a los demonios y fantasmas de la violencia contemporánea a aposentarse en nuestro país.