Uno de los grandes novelistas
contemporáneos, Italo Calvino, nacido en Cuba de padres italianos y muy pequeño
trasladado a la península. En Turín
estudió astronomía en la Facultad de Ciencias; truncados sus estudios por la
guerra, participó en la resistencia antifascista y en el 45 se inscribió en el
Partido Comunista Italiano. Se graduó en
letras y publicó su primera novela en 1947, “El Sendero de las Telas de Araña”
a la cual siguieron: “El Castillo de los Destinos Cruzados”, “Ciudades
Invisibles”, “Las Cormicónicas”, “Marcovaldo”, “Si una Noche de Invierno, un
Viajero”. En 1957 publica “El Barón
Rampante” quizás una de las mejores novelas del siglo, recogida en un volumen titulado “Nuestros
Antepasados” conjuntamente con dos narraciones cortas: “El Caballero
Inexistente” y “El Vizconde Demediado”.
Su útlima novela “El Sr. Palomar” completa su ciclo novelístico, que
comienza dentro del neorealismo italiano de la postguerra, marcado por la
militancia social y el compromiso político y termina anclado en un sabio
escepticismo de artista, que sigue siendo de izquierda, sin militancia
partidista “porque no quiere ser de derecha... para poder decir lo que los
políticos no dicen”.
Su
escritura es alegórica, sugerente y equívoca “prefiere no presentar soluciones
o finales ineludibles a sus lectores, antes bien se dedica a proponer
interrogantes a ser aclarados por estos.
Utilizando el humor y las alusiones logra vincular el presente con la
historia”. Para él tradición e historia
son importantes, se nutre del cuento popular y sus personajes mejores son
héroes de historias desbordantes de imaginación, situados en épocas
concretas. Un caballero medieval de las
cruzadas (El Vizconde Demediado); un caballero de la corte de Carlo Magno, (El
Caballero Inexistente) y por último un noble personaje del siglo XVIII, (El
Barón Rampante). Esta novela es un
verdadero muestrario de la novelística contemporánea: Novela de humor y
aventura, novela filosófica e histórica, novela galante y psicológica, novela
política y fantástica; empieza con una imagen, dice Calvino: “Un cuento nace de
una imagen y la imagen se va extendiendo y crea una interconexión de
significados, siempre equívocos”.
El 15
de junio de 1767, el joven barón de apenas 12 años, Cósimo Piovasco Di Rondón
decide vivir el resto de su vida sobre los árboles. Por rebeldía, contra los padres, contra la
sociedad y la vida, aunque todavía no las conociera, por simple y pura rebeldía,
lleno de timidez, orgullo, soledad y amor propio, sin poder ni querer
retroceder, afincado en una tenacidad interior muda y oscura. Dice Calvino: “Una persona se fija
voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias,
ya que sin ella no sería él mismo, ni para sí ni para los otros. El mundo es descubierto desde afuera,
distancia necesaria que permite ver mejor las cosas, estar fuera y dentro de
ellas al mismo tiempo”. La rebeldía es
liberadora en la medida en que es voluntaria y consciente, el costo es la
soledad.
Italo
Calvino gracias a la escritura trasgrede lo real y lo modifica y evita ser
aplastado por la realidad, a la manera de J.L. Borges, la literatura es más
real que la realidad. El barón contaba
nuevas historias “que de verdaderas, contándolas se volvían inventadas, y de
inventadas, verdaderas”.
El
barón es un hombre del siglo XVIII, cree en la razón y en los libros y en las
utopías contenidas en los libros.
Descubre la importancia de la acción y de la necesidad de asociación de
los hombres. Descubre el amor y el
derecho a la felicidad que tienen todos los seres humanos. Derecho fundamental siempre preferido o
conculcado en nombre de esas palabras solemnes y engañosas como libertad,
igualdad, justicia.
El
barón Cósimo Piovasco Di Rondón, jacobino, libre pensador, es un hombre de su
tiempo a la altura de su tiempo: Lee la
Enciclopedia, vive el amor, la guerra y la revolución. Es sabio y bueno y loco, al fin de cuentas siempre
la inteligencia, la autenticidad y el amor han conducido a la locura.
Italo
Calvino es un hombre de su tiempo a la altura de su tiempo, ha conocido el
infierno: “El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que
existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando
juntos. Dos maneras hay de no
sufrirlo. La primera es fácil para
muchos: Aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo
ya. La segunda es arriesgada y exige
atención y aprendizajes continuos:
Buscar y saber reconocer quién y qué en medio del infierno, no es
infierno. Y hacerlo durar y darle
espacio”.
Italo
Calvino, menos afortunado que el barón, en vez de árboles se refugió en la
literatura, para bordar sobre la nada hilo de tinta “palabras, ideas, sueños y
se acaba”.
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