España es un verdadero enigma
histórico, de allí que la gran obsesión de sus escritores e historiadores sea
intentar develar el misterio de su “vividura histórica”, como diría Américo
Castro. Siguiendo a este autor, que ha
intentado comprender a España hacia lo español real “es un estar ahí” concreto.
La historia de España, y la de cualquier pueblo,
hay que buscarla más que en sus crónicas, en su literatura, y a ella recurre
Américo Castro para hacernos comprensible “ los trabajos y los días” de este
admirable pueblo. El texto oficial de la
historia de España está lleno de tabúes, “ la religión es tabú, lo son moros y
judios” y tantísimas otras cosas, la hipocresía se ha institucionalizado en la vida social del pueblo español y harán
faltas muchos “destapes” para recuperar el tiempo perdido, mientras los
españoles no se resignen a aceptar el hecho de haber sido como han sido y son,
“ el futuro se les seguirá escapando... con una consciencia de inseguridad
frente al presente... simulan haber sido lo que no fuimos, inmersos en
falsedades por puro e ingenuo miedo a aceptar la verdad”. No cabe esquivar lo que fue, el pasado es
inexorable en sus relaciones con el presente. El pasado tiene que ser conocido
con lucidez y sin melancolía es lo que
se propone Don Américo, español “al margen” y para ello nada mejor que estudiar las mitologías y
los héroes – símbolos que el pueblo y sus circunstancias han engendrado,
especialmente el Quijote, personaje-pueblo por excelencia, “síntesis de todo un
siglo y de todas sus castas... todo en él se problematiza, se ironiza y queda
abierto a la posibilidad esperanzada... se salva idealmente el pasado y el
futuro de España”. El español es un
pueblo “invertebrado” entre sí, a nivel de castas y de regiones, autoextrañado
de Europa, en una “tibetización” cultivada de ambos lados de los Pirineos en un
“yo soy quien soy” arrogante, tímido, inseguro, que lucha por conquistar “la
más preciada cualidad humana, la de darse cuenta y la de ser quien se es, sin
arrogancia, humanamente”. En esta
perspectiva, en esta obsesión por la identidad, por los enigmas y tabúes de
nuestro pasado ¿qué españoles somos los latinoamericanos, inexorablemente
hispánicos aunque no exclusivamente?. La prehistoria de España se pierde en la
noche de los siglos, como la de todos los pueblos, su génesis histórica se
desarrolla entre la Antigüedad y la Edad Media, pero su verdadero núcleo
formativo nacional se sitúa entre el siglo VIII y IX de la era cristiana como
casi todas las otras nacionalidades europeas.
La nación española se hace en y por la Reconquista, a nivel externo,
pero a nivel interno en la convivencia de 8 siglos entre cristianos, judíos y
moros. Esta situación culmina, define y
marca el siglo XV y XVI, génesis de la España Contemporánea. El que quiera comprender a España, y de hecho
a Portugal, tiene que estudiar las “situaciones” concretas, sociales,
económicas y culturales de estos tres grupos o castas, así como sus
interrelaciones, dinámicas y conflictivas. España en el siglXVI, con su
imperialismo-totalitarismo, estatal-religioso, en su Eramismo y su Inquisición
se nos presenta maciza y cerrada como el mismísimo Escorial. El Imperio
Universal “donde nunca se pone el sol” y su rapto de América son expresión de
un proceso, epopeya y tragedia, en donde la primera víctima
va a ser el propio pueblo
español, en un largo proceso de decadencia histórica del cual no termina de
salir.
La
tentación totalitaria es permanente en España, Portugal e Hispanoamérica
“como expresión del engrane entre la voluntad de
dominio de unos cuantos y la apetencia
de muchos, contentos de ser dominados” por un tirano, un rey, un caudillo, o un
líder carismático y providencial. Es de observar que los grandes
movimientos de masas en España y en
nuestros países son generados casi siempre
desde arriba por el poder, el Estado o la Iglesia.
El
honor y el heroísmo español, como actitudes individuales y valores sociales,
son en el fondo expresión de inseguridad frente al mundo a medias (J.M.
Domenach), o simple moda. De allí la vuelta a lo religioso, a la búsqueda de
certezas, el hombre siente la necesidad de reencontrarse consigo mismo. Ello implica un reto y un riesgo, por un lado
atreverse, pero igualmente enajenarse a un credo, un dogma, un mito. El hombre del siglo ha transitado el abismo y
no termina de salir. Sigue recurriendo a
las viejas teorías, pero estas ya no encierran todas las respuestas, tampoco
los muchos libros que se publican sirven.
“Hay tantos libros en las vidrieras”, pero mientras más libros, menos
ideas. Se escribe por publicidad o
dinero. Muy pocos libros valen la
pena. Por eso la necesidad de volver a
las grandes filosofías y los nombres de siempre. Sócrates, Platón, Aristóteles, Cristo, Buda,
Confucio, Mahoma. Volver a la sabiduría
religiosa y popular, a los libros sapienales de la humanidad, a la memoria
preservada de nuestros contemporáneos primitivos.
Las
ideas no solo sirven para dominar, necesitan persuadir. El maridaje de teoría, poder y dinero ha sido
nefasto. Los intelectuales deben volver
a la trinchera asumir su rebeldía necesaria y la marginalidad inevitable, un
silencio elocuente y un combate sin tregua.
“Demasiados horrores, demasiados errores”, es una buena síntesis de nuestro siglo y de muchas conductas. Los intelectuales deben retomar su lugar, en
la vanguardia, frente al poder y los
poderosos. Dice J.M. Domenach “Antes los
pensadores se adelantaban a los políticos:
grandeza del siglo XVIII, que concibió los derechos humanos, del XIX que
concibió la liberación de los pueblos y las utopías del bienestar. ¿Pero qué
propone el siglo XX al XXI sino su culpabilidad y sus profecías apocalípticas
que han reemplazado a las ideologías extenuadas del progreso?”.
Se
critica, a veces se explica pero no se comprende. El hombre contemporáneo se encuentra solo,
náufrago de su egoísmo, de sus pequeños y mezquinos intereses, ha perdido la
dimensión solidaria de su existencia, no otra cosa es el humanismo. Se hace necesario un nuevo humanismo, en una
época dominada por la tecno/burocracia.
Hacen falta pensadores de la realidad, no de lenguaje y
abstracciones. “La mayor parte de nuestros
intelectuales viven en estado de levitación”, encerrados en “Ghettos” académicos,
discutiendo sobre sofismas, pensando sobre lo sabido, se han olvidado de
interrogar al hombre, a la naturaleza, a Dios.
Hay que recuperar la unidad de ciencia y consciencia, el hombre es uno e
indivisible. Somos herederos de una
tradición crítica que nos impulsa a preguntar, indagar e interrogar
incesantemente, pero igualmente hemos aprendido lo difícil y peligroso que es
responder. La primera pregunta y la
primera respuesta es siempre sobre el hombre mismo. Dice Martín Buber “ya hemos visto que la
pregunta rigurosamente antropológica que alude al hombre en su problemática
genuina, se deja oír en épocas en que parece como si se rescindiera el pacto
primero entre el mundo y el hombre y este se encontrara en ese mundo como un
extranjero y un solitario. Cuando se
disipa una imagen del mundo esto es, se acaba la seguridad en el mundo, pronto
surge un nuevo interrogar”.
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