martes, 14 de diciembre de 1999

Historigrafia y Enseñanza de Historia



No hay nada más fecundo para el historiador y para el profesor de historia, que la formación y reflexión historiográfica.  ¿Qué se ha escrito y cómo se ha escrito la historia?. Y estrechamente vinculado; ¿cómo se ha enseñado la historia?.
            La historicidad de nuestra disciplina es un campo fértil de investigación, necesario para desarrollar algunas conclusiones sobre el tema en discusión.
            Como disciplina europeísta y europeizante la historia entre nosostros se constituye sobre el modelo y la evolución de la historia en Europa.
            Comienza siendo esencialmente un arte y una literatura.  Una historia narrativa llena de magia y de mitología, inspirada en una tradición literaria americana, especialmente en los llamados cronistas y viajeros de indias sin base documental y con un aparato teórico influido directamente en las corrientes filosóficas-literarias europeas a la moda.  Lo más cercano a la objetividad histórica en estas obras, era la descripción geográfica y etnológica, la intuición acertada de algunos hechos y algunas interpretaciones caracteriológicas; a manera de ejemplos se pueden citar: “La historia” de Oviedo y Baños; la de Bello y la de Baralt y Díaz.
            Entre el siglo XVII y XVIII en Europa surge la crítica histórica y la llamada historia filosófica como consecuencia y expresión de la expansión mundial europea, que precede y anuncia al Romanticismo y al Positivismo teorías decimonónicas, expresión y reflejo del auge y hegemonía del Estado Nacional.  Ambos movimientos, de enorme proyección e influencia de nuestros países se combinan para legitimar el Estado Nación, y a la clase que dirige y encarna el proceso: la burguesía (la historia siempre la escriben los vencedores y es la version oficial que se extiende a la enseñanza).
            Esta historiografía crea una entelequia histórica: el pueblo, y lo adorna con los colores locales, regionales y nacionales hasta crear el mito de la identidad y la nacionalidad, en nombre de los cuales las diversas burguesías nacionales explotan y se enriquecen a costa de las grandes mayorías, irónicamente el verdadero pueblo, es el gran ausente de estos textos oficiales.
            Surgen los mitos de las razas superiores y el espacio vital: lengua, tierra y sangre se constituyen en la trilogía que pretendidamente motorizan la historia, que explican todo el proceso humano; avala y justifica toda explotación y toda violencia.
            Nuestra historiografía recorrerá los mismos cauces bajo la inspiración e influencia de estas peligrosas y parciales teorías, que oficializadas penetrarán en las escuelas para fundamentar el culto a la patria y a los héores, legitimando el poder y la riqueza de los nuevos amos de la República, quienes en nombre del pueblo y la patria, codiciosamente acrecentaban sus patrimonios.
            Nuestra historia escolar era convertida en una verdadera “pedagogía del ciudadano” conformista y servil.
            La historia se institucionaliza y adquiere respetabilidad y preeminencia: la Academia de la Historia; la Sociedad Bolivariana y con ella cierta historiografía adquiere rango de versión oficial.
            Se crean las versiones oficiales y las bibliografías oficiales; nuestros maestros y alumnos, a través de los programas escolares son enrolados en este “culto histórico” de la “identidad”, “de la nacionalidad” y “de la patria”.  Versión parcializada simplista de una realidad nacional que es escamoteada en su dimension má real, en aras de unos intereses neo-coloniales verdaderamente desnacionalizadores.
            La otra historiografía, la revisionista, la que está teórica y metodológicamente al día; la universitaria; la de orientación marxista y neo-marxista, la de un valor científico incuestionable no logran penetrar el santuario escolar.
            Como dice G. Carrera Damas “la carga crítica” y renovadora contenida en la obra de varios destacados historiadores permanece como enquistada y “trasciende poco y tardíamente al campo de los estudios históricos”....“este aislamiento prolongado entre los productos de la investigación y los estudios históricos responde a vicios desesperantes pero en extremos difíciles de erradicar”....“estas considerciones nos han llevado a creer que la renovación de nuestros estudios históricos habrá que buscarla, durante una primera y larga etapa, en la transformación de la enseñanza de la historia”.

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