Alemania? Pero ¡dónde está? No puedo
encontrar tal país. (F. Von Schiller)
“Deutsches Requiem... también la historia de los pueblos registra una
continuidad secreta. Se cierne ahora
sobre el mundo una época implacable.
Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima”. (Jorge Luis Borges).
Heinrich
Boll; escritor alemán, Premio Nobel 1972, cuya obra es una búsqueda desesperada
de respuestas a preguntas imposibles.
Preguntas sobre Alemanai, ese vasto enigma, que sigue poblando las
pesadillas del hombre contemporáneo, pero que igualmente sigue ocupando sus
franjas más luminosas. Trágico destino
el de este pueblo, escindido, derrotado, en perpetuo devenir, sin cuajar nunca
en una nación, siempre excedido por sus ambiciones imperiales, que aspiró al
dominio del mundo y perdió y en ello se jugó el alma y el futuro, no así su
influencia ya que buena parte de la cultura contemporánea sigue expresándose en
alemán: Nietzsche, Marx, Freud, Einstein, epigónos de una larga lista que
inauguró Lutero y definió Goethe y que precisamente no termina con Boll.
Alemania
ha sucumbido a sus pasiones y no ha perecido definitivamente gracias a sus dos
lealtades fundamentales: la música y la metafísica.
El
destino alemán se prefigura en su saga genésica “los Nibelungos”, tanto su
vocación de dominio como su destino trágico “el pueblo alemán desciende de un
hijo de Dios. Su propio pueblo lo llama
Sigfrido: los otros pueblos de la tierra lo llaman Cristo. Por la felicidad y la salvación de su raza y
de sus descendientes directos realizó la hazaña más gloriosa y al realizarla
padeció la muerte. Los herederos de su
obra y del poder logrado por ella son los Nibelungos. El mundo les pertenece para administrrlo en
nombre y por el bienestar de todos los pueblos... Los germanos son el pueblo
más antiguo del mundo. Su rey, que es de
su propia sangre, es un Nibelungo y como jefe suyo, aspirará a dominar el
mundo. Los descendientes del héroe
divino siempre codiciarán el tesoro que da el poder... Pero ese tesoro nunca podrá ganarse en una
ociosa pasividad... Sólo puede ganarse mediante un hecho heroico. Y este hecho que siempre debe repetirse para
transmitir la herencia, tiene el significado moral de una venganza de sangre,
del asesinato tribal”, así se expresaba el músico Ricardo Wagner y sobre esas
premisas construyó Hitler su poder y el nacional-socialismo se adueñó de
Alemania.
La
historia alemana ha sido una historia de cataclismos, entre el holocausto y el
apocalipsis, un pueblo inteligente y laborioso, ha ido labrando su destino, con
su lado oscuro y con su lado luminoso, Heinrich Boll es heredero y testigo
atormentado de toda esta historia, obsesivamente asume su terrible época y el
signo trágico de su pueblo: la derrota en la primera guerra mundial, la crisis
política con la República de Weimar, la crisis económica y social de los
terribles 20, el derrumbe moral, el nazismo y la derrota en la segunda guerra
mundial, la penosa postguerra, el milagro económico, la lacerante conciencia de
culpabilidad de toda una generación. Su
novelística “es un ajuste de cuentas de Alemania consigo misma” y él, sin
pretenderlo, se convierte “en la conciencia moral de Alemania”. Como escritor comprometido y militante quiere
volver a creer en la esperanza, pero no es fácil, de allí el tono desgarrado de
su obra.
Una
literatura que emerge de las ruinas y los escombros, nutrida de personajes de
“condición irredimible y de destino inexorable”. Verdadero sentimiento trágico de la ida afincado
en un sentido ético, de responsabilidad y compromiso existencial. Boll acompañó a Willy Brandt y a la Social
democracia alemana en la reconstrucción material y moral del país y en los
últimos años se alineó con los ecologistas.
Sus personajes son “sinceros y sencillos” y sus relatos están llenos de
calor humano, aunque el tema sea aterrador y desesperanzado.
Heinrich
Boll (1917-1985) publica su primera novela en 1949, “El tren llegó puntual” y
después, ininterrumpidamente, publicará una serie de obras progresivamente
mejores: “Dario Irlandés”, “Billar a las nueve y media”, “Opiniones de un
payaso”, “Retrato de grupo con señora”, “¿Dónde estabas Adán?, “El hono perdido
de Katharina Blumn”, “Asedio preventivo” y una copiosa producción periodística,
porque Boll se asume a conciencia como “una instancia crítica y moral en un
país de población desmemoriada”. Así
pudo decir Eduardo Galeano, en el homenaje a los 65 años de Boll, “gracias por
haber nacido y muchas gracias por habernos enseñado en sus libros entrañables,
que la ternura y la indignación no son enemigos, que juntas brotan del alma y
alimentan la vida, como la tierra da de beber agua y sal a las plantas”.
La
humanidad mucho le debe a Alemania y ésta, como Prometeo, ha pagado caro su
osadía al pretender robar el fuego de la inteligencia y hacerse una dueña del
poder y del mundo.
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