martes, 14 de diciembre de 1999

El Crespúsculo de los Dioses



Alemania? Pero ¡dónde está? No puedo encontrar tal país.  (F. Von Schiller) “Deutsches Requiem... también la historia de los pueblos registra una continuidad secreta.  Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable.  Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima”.  (Jorge Luis Borges).
  
            Heinrich Boll; escritor alemán, Premio Nobel 1972, cuya obra es una búsqueda desesperada de respuestas a preguntas imposibles.  Preguntas sobre Alemanai, ese vasto enigma, que sigue poblando las pesadillas del hombre contemporáneo, pero que igualmente sigue ocupando sus franjas más luminosas.  Trágico destino el de este pueblo, escindido, derrotado, en perpetuo devenir, sin cuajar nunca en una nación, siempre excedido por sus ambiciones imperiales, que aspiró al dominio del mundo y perdió y en ello se jugó el alma y el futuro, no así su influencia ya que buena parte de la cultura contemporánea sigue expresándose en alemán: Nietzsche, Marx, Freud, Einstein, epigónos de una larga lista que inauguró Lutero y definió Goethe y que precisamente no termina con Boll.

            Alemania ha sucumbido a sus pasiones y no ha perecido definitivamente gracias a sus dos lealtades fundamentales: la música y la metafísica.

            El destino alemán se prefigura en su saga genésica “los Nibelungos”, tanto su vocación de dominio como su destino trágico “el pueblo alemán desciende de un hijo de Dios.  Su propio pueblo lo llama Sigfrido: los otros pueblos de la tierra lo llaman Cristo.  Por la felicidad y la salvación de su raza y de sus descendientes directos realizó la hazaña más gloriosa y al realizarla padeció la muerte.  Los herederos de su obra y del poder logrado por ella son los Nibelungos.  El mundo les pertenece para administrrlo en nombre y por el bienestar de todos los pueblos... Los germanos son el pueblo más antiguo del mundo.  Su rey, que es de su propia sangre, es un Nibelungo y como jefe suyo, aspirará a dominar el mundo.  Los descendientes del héroe divino siempre codiciarán el tesoro que da el poder...  Pero ese tesoro nunca podrá ganarse en una ociosa pasividad... Sólo puede ganarse mediante un hecho heroico.  Y este hecho que siempre debe repetirse para transmitir la herencia, tiene el significado moral de una venganza de sangre, del asesinato tribal”, así se expresaba el músico Ricardo Wagner y sobre esas premisas construyó Hitler su poder y el nacional-socialismo se adueñó de Alemania.

            La historia alemana ha sido una historia de cataclismos, entre el holocausto y el apocalipsis, un pueblo inteligente y laborioso, ha ido labrando su destino, con su lado oscuro y con su lado luminoso, Heinrich Boll es heredero y testigo atormentado de toda esta historia, obsesivamente asume su terrible época y el signo trágico de su pueblo: la derrota en la primera guerra mundial, la crisis política con la República de Weimar, la crisis económica y social de los terribles 20, el derrumbe moral, el nazismo y la derrota en la segunda guerra mundial, la penosa postguerra, el milagro económico, la lacerante conciencia de culpabilidad de toda una generación.  Su novelística “es un ajuste de cuentas de Alemania consigo misma” y él, sin pretenderlo, se convierte “en la conciencia moral de Alemania”.  Como escritor comprometido y militante quiere volver a creer en la esperanza, pero no es fácil, de allí el tono desgarrado de su obra. 

            Una literatura que emerge de las ruinas y los escombros, nutrida de personajes de “condición irredimible y de destino inexorable”.  Verdadero sentimiento trágico de la ida afincado en un sentido ético, de responsabilidad y compromiso existencial.  Boll acompañó a Willy Brandt y a la Social democracia alemana en la reconstrucción material y moral del país y en los últimos años se alineó con los ecologistas.  Sus personajes son “sinceros y sencillos” y sus relatos están llenos de calor humano, aunque el tema sea aterrador y desesperanzado.

            Heinrich Boll (1917-1985) publica su primera novela en 1949, “El tren llegó puntual” y después, ininterrumpidamente, publicará una serie de obras progresivamente mejores: “Dario Irlandés”, “Billar a las nueve y media”, “Opiniones de un payaso”, “Retrato de grupo con señora”, “¿Dónde estabas Adán?, “El hono perdido de Katharina Blumn”, “Asedio preventivo” y una copiosa producción periodística, porque Boll se asume a conciencia como “una instancia crítica y moral en un país de población desmemoriada”.  Así pudo decir Eduardo Galeano, en el homenaje a los 65 años de Boll, “gracias por haber nacido y muchas gracias por habernos enseñado en sus libros entrañables, que la ternura y la indignación no son enemigos, que juntas brotan del alma y alimentan la vida, como la tierra da de beber agua y sal a las plantas”.

            La humanidad mucho le debe a Alemania y ésta, como Prometeo, ha pagado caro su osadía al pretender robar el fuego de la inteligencia y hacerse una dueña del poder y del mundo.

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