Otra vez las
elecciones (llevamos más de 2 años en ello) y otra vez las más diversas
opiniones de analistas y opinantes presuntamente objetivos (la única
objetividad cierta en materia de política es nuestra subjetividad como
expresión de nuestros intereses).
Si asumimos la
política sin ingenuidad sabemos que estamos en presencia de un juego de
intereses y de poder, en donde el candidato apenas expresa su propia ambición
personal y tiende a camuflar el entorno que financia sus actividades y que
naturalmente son los beneficiarios del posible gobierno.
Cada coyuntura
electoral tiene sus características, sus grandezas y sus miserias, más éstas
últimas que las primeras.
Están los
candidatos folklóricos, sin otro chance
que su vanidad o locura, que en el fondo viene a ser lo mismo,
están los
candidatos/mesías que cada cinco años prometen salvarnos. Los hay de dos tipos los que vienen de las
viejas estructuras partidistas que después de fracasar y arruinar al país, siguen pretendiendo
engañarnos con viejas/nuevas recetas para embaucar y están los nuevos mesías
que terminan asumiendo las viejas rabias y muchas frustraciones acumuladas.
En el ajedrez
electoral apenas comienza el juego; todavía estamos en el tiempo del movimiento
de los peones. Los manipuladores del
sistema siguen montando el escenario
del show electoral
con una sociedad
altamente
desencantada en donde el 80% vive en precariedad material y psicológica y un
20%, los beneficiarios del sistema buscando, acomodarse, como siempre, a las
circunstancias.
Nuestras
élites como dice R. Piñango (El Nacional 25/6/98) hace mucho que abandonaron el
país a su suerte, solo pensando en sí mismo y sus mezquinos intereses.
En el 98
otra vez el país vuelve a morir un poquito más o empieza a renacer de este
tiempo de decadencia que nos ha tocado vivir.
Son las apuestas de la historia y nadie puede anticiparlas de allí que
una vez más nos toca votar o no votar, ganar o perder.
El poder es
cosa seria, nunca se gana absolutamente y casi nunca es para siempre, lo supo
Bolívar, y lo sabía Ricardo III, al final siempre es la soledad y el
sentimiento de fracaso. Los otros, los
que mandan pero no gobiernan, simplemente buscan el poder para medrar y
aprovecharse. Son los eternos
engañadores y defraudadores del pueblo; son los concupiscentes y vanidosos del
poder, fauna que prevalece en la política al uso y que en Venezuela proliferan
hasta el cansancio. En un sistema
agotado y muerto desde hace tiempo.
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