viernes, 27 de noviembre de 1998

TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE



Nadie sabe hacia dónde vamos y es que en el siglo XX toda esperanza ha sido sometida a prueba, hasta la misma fe en el hombre: todo lo contrario de los siglos XVIII y XIX, cuando el pensamiento ilustrado impuso la idea de progreso como destino inexorable de la historia, o como diría Kant “el género humano se halla en proceso constante hacia lo mejor”.

         Vivimos una crisis de valores y de teorías; volvemos a sentirnos culpables e incapaces y la idea dominante es el “fin de todas las cosas”, el fin de la historia.  De allí la importancia de volver al pensamiento ilustrado con sus seguridades filosóficas y su optimismo histórico, por eso Kant podía decir “la ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad” y cuyo lema fundamental es “ten el valor de servirte de tu propia razón”.  De eso se trata, servirnos de la razón, es decir, de la ciencia para liberarnos: El problema es la técnica dependiente y desviada de la ciencia, pero autónoma, convertida en mercancía y mercado, se niega a sí misma.  La razón técnica llega a oponerse a la razón científica y así es como la libertad traicionada aliena y no libera; el hombre vuelve a esclavizar al hombre, la tecnocracia y el tecnocratismo nos hace avanzar, pero en un mundo inhumano y lleno de desequilibrios, genera riqueza para unos pocos y miseria para la mayoría.

         El mundo sigue siendo fundamentalmente codicia y poder; la economía es explotación en nombre del progreso y la política, dominación en nombre de la democracia; “razonad todo lo que queráis, y sobre lo que queráis, pero obedeced”.

       El programa más permanente es el control social, se ha olvidado que la libertad forma parte de la naturaleza del hombre y que la contradicción es quien mejor la caracteriza.  Llámese antagonismo o dialéctica la “insociable sociabilidad” de los hombres que los lleva a vivir en sociedad organizadamente y sometido a leyes; al mismo tiempo que lucha por negarlos a ambas; orden y progreso es la primera consigna; libertad y progreso es la máxima aspiración.  En esto se resume la crisis de nuestro tiempo el ansia libertaria amenazada permanentemente por la tentación autoritaria.

         El hombre en su orfandad y minoridad sigue buscando un señor; la pregunta es hasta cuándo esta orfandad y minoridad.  En términos políticos se había llegado a creer que, establecido un gobierno de leyes, era posible autogobernarse y que la clase de los propietarios y dominadores era sustituída por la existencia de la sociedad civil y el Estado de Derecho.

         ¿No es acaso este el problema fundamental del país?

Democracia



Frente a la Democracia real se ha desarrollado una Democracia mito que tiende a suplantar a la primera.  Vaciada de pueblo, sobrevive en la retórica oficial.  El gran ausente en la conmemoración de los 25 años del 23 de enero, fue precisamente el pueblo.
         La Democracia como idea y proyecto político es una derivación de la idea de progreso.  Por eso la Democracia se concibe perfectible, en tránsito hacia una mayor libertad e igualdad de los individuos y las comunidades.  Este evolucionismo orgánico, como concepción del hombre y la historia, es la teoría fundamental de la cultura contemporánea.  Se remonta al pensamiento griego y judeo-cristiano, pero su perfil definitivo lo alcanza en los siglos XVII, XVIII y XIX.
         Inmersos como estamos en una gran crisis histórica, se hace necesario volver a interrogarse sobre los fundamentos de nuestra cultura.  En el caso de la Democracia hay que volver a reflexionar sobre la idea y la realidad de la libertad y la igualdad en la sociedad contemporánea.
         ¿Cuál libertad y cuál igualdad?
         Libertad para hacer todo lo que queramos siempre que no queramos nada, que no sea lo que nos obliga a consumir.
         ¿No es esta acaso, la historia de la alineación contemporánea que nos escamotea nuestra libertad a través de la pantalla de un televisor?
         Conquistar la libertad es la posibilidad de equilibrar necesidades, deseos y posibilidades.  Es la confrontación sin tregua  entre  la  libertad y el

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poder.  Es nuestra Utopía, tierra de ninguna parte, que ha guiado toda la historia humana.
         Las dos máximas invenciones de la cultura occidental han sido la idea de infierno y paraíso, el máximo castigo y el máximo premio.  Fuimos igualados en el más allá antes de serlo en el más acá.  Igualdad trascendental, pues para Dios todos somos iguales, nacemos y morimos igualados, esta fue la fórmula inventada para poder soportar las desigualdades de todo tipo que la humanidad ha conocido.
         La Rebeldía, Luzbel y Prometeo, ha sido la respuesta del hombre, frente a la represión y la falta de libertad.  La revolución ha sido la respuesta frente a las desigualdades.
         Mito e historia se entrecruzan y confunden, al ser humano concreto le corresponde, en la batalla sin término de su existencia, resolver el dilema de la libertad y de la igualdad.
         Crear y construir un sistema democrático implica tener una concepción positiva del hombre y la sociedad así como fe en la capacidad racional de progreso de la humanidad y del pueblo concreto al cual se pertenece.
         La democracia, tal como la conocemos, debe implicar además la supremacía de la ley, un bienestar material creciente para todos, y un desarrollo cultural, básicamente ético y estético, de toda la población.
         La degeneración política de la Democracia se llama: anarquía y demagogia.  Su fracaso se llama miseria y corrupción.  Su fantasma y riesgo permanente es la dictadura, el entronizamiento de la arbitrariedad y el abuso, contra la dignidad, la justicia y la libertad.  Toda Democracia lleva en sí mismo el germen de negación, el huevo de la serpiente bergmaniano, cuando la mayoría de la población empieza a imputarle al Estado  y  al  gobierno  los
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vicios y las dificultades.  Los acontecimientos se desbordan y la fe en las leyes y las instituciones se debilitan.  El pleito subalterno se impone y se pierde la capacidad de coincidir.
         Bastará una coyuntura económica desfavorable, un acontecimiento crítico, o un líder mesiánico para que las grandes mayorías incuben la bestia dictatorial.
         Igualmente conspira contra la Democracia, en Venezuela y Latinoamérica, nuestro individualismo, egoísta y anárquico.  En última instancia todo se reduce en una indisciplina social de cada quien “hace lo que le de la gana”.  Herencia psicológica y cultural hispánica, a la cual le hemos agregado la viveza criolla, ser el más vivo a costa de lo que sea.
         Democracia y dictadura han marcado de manera pendular nuestra historia, marchar hacia la Democracia es posible siempre y cuando se imponga la supremacía de la ley, una verdadera legalidad democrática, una justicia social progresiva y una libertad real, que implica deberes y derechos.

martes, 24 de noviembre de 1998

La Democracia como Sistema



La democracia como todas las cosas es producto de la historia, de una larga evolución y de múltiples experiencias.  Aunque no tuviera conciencia de ello, el ser humano, ha ensayado diversas formas de gobierno y participación democrática al auto-gobierno, a la libertad individual y a la igualdad social, la oportunidad y riqueza, es tan vieja como la misma humanidad.  Está en la naturaleza humana la lucha por el bienestar y la cultura, la dignidad y la justicia, la libertad y la igualdad.

Las primeras manifestaciones institucionales concretas de Democracia, tal como la conocemos hoy, inclusive el nombre, se remonta a la Grecia clásica y concretamente a la ciudad de Atenas, verdadera cuna de la Democracia.  La idea democrática surge como expresión de ciudadanía.  El individuo se sabe y se siente formando parte de una comunidad urbana, una comunidad política, económica y social, que trasciende el grupo inmediato, tribal, clánico o familiar.  La vida y los bienes de los ciudadanos estaban garantizados por la ciudad y ésta y su gobierno era responsabilidad de todos.  Es necesario aclarar que para  los griegos la categoría ciudadano estaba limitado a una minoría.  Son necesarios muchos siglos de evolución histórica, concretamente a partir del constitucionalismo inglés y la revolución Francesa de 1789, para que la condición de ciudadano sea ampliada a todos lo habitantes de una nación, es decir, 23 siglos después.

A pesar de sus debilidades, contradicciones e inclusive degeneraciones, como la demagogia en la anarquía, la democracia griega y en particular la ateniense fue un ensayo político exitoso.  Fue una manera concreta de gobernar y en algunos casos, adelantándose a siglos de evolución histórica, se crea un orden democrático e instituciones marcadamente populares.  Este ensayo de democracia progresiva no va a ser continuado de manera clara y efectiva ni por Roma, ni por el Medioevo Cristiano.  Ambas épocas se agotaron en un autoritarismo exacerbado, no obstante la idea democrática se mantuvo latente e inclusive se conocieron algunas instituciones y experiencias de tipo democrático.


A nivel teórico, ha existido una continuidad del pensamiento político democrático, siendo el primero y más importante Aristóteles, cuyas ideas al respecto conservan plena vigencia.  En primer lugar, afirma,  que la base del Estado Democrático es la libertad.  En segundo lugar asiento el derecho y el deber de todo ciudadano de gobernar y ser gobernado.  En tercer lugar reconoce explícitamente la libertad individual frente al Estado, se vive como se quiere y se es libre frente al Estado.  En cuarto lugar afirma, que la Democracia no es posible si no existe igualdad de derechos para todos, es decir, se propugna de manera categórica una igualdad política y jurídica entre todos los ciudadanos.


Después de Aristóteles, hubo muchos pensadores que elaboraron y mantuvieron ideas democráticas, como la de representatividad y los derechos del pueblo frente a los gobernantes, aunque la línea dominante fue la teoría política de tipo autoritario y aristocratizante.  Hay que esperar al siglo XVI, con la Reforma Protestante, a la burguesía consolidándose como clase en ascenso y a la expansión mundial de la Europa Occidental Capitalista, para presenciar un renacer vigoroso e irreversible de las ideas y experiencias democráticas, cuyo primero modelo histórico plenamente realizado lo constituye la sociedad norteamericana del siglo XVIII.

El Capitalismo fue el verdadero creador de la Democracia moderna, aunque hoy se haya constituído en el principal obstáculo para su desarrollo, ya que ha privilegiado la categoría libertad en detrimento y desmedro de la igualdad.  Hoy sabemos que libertad e igualdad son términos indisolubles y complementarios, ambos necesarios para poder definir un verdadero sistema democrático.


La teoría política democrática descansa sobre una serie de principios que la humanidad ha ido conquistando, que cuajan y se definen de manera categórica en el siglo XVIII.  Se descubre y define la categoría pueblo, que pasa a ser la referencia democrática por excelencia y la fuente de donde emanan todos los poderes y a partir del cual se elaboran todas las leyes.  Se identifica e individualiza a la persona como ciudadano de una nación, se le ampara y protege frente al poder arbitrario del Estado, y la ley se encumbra por encima de toda otra institución.  Con ello se busca controlar el poder y orientarlo en beneficio de todos.  Ya Alexis de Tocqueville observando a la sociedad norteamericana y estudiando el funcionamiento de su sistema político, jurídico constitucional vio con claridad “que el principio inherente a la Democracia es la igualdad, y que su consecuencia debe ser el esfuerzo del Estado para minimizar las diferencias entre los hombres”.


El poder debe ser difundido y compartido, para que el pueblo sea el principal protagonista y beneficiario del sistema, tal como lo asentaba, A. Lincoln en su discurso de Gettysburg, la nación tiene que ser concebida “en la libertad y consagrada a la idea de que todos los hombres son creados iguales” para que así prevalezca “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

En los últimos dos siglos se ha avanzado mucho en la conquista de la libertad política y jurídica, no tanto, a nivel económico y social.  Este desequilibrio o desarrollo desigual del sistema democrático provocará la insurgencia de las diversas ideas y tendencias socialistas como expresión de las clases explotadas y preteridas en los beneficios del sistema.  El socialismo viene a ser el corolario natural de la evolución histórica de la Democracia, la superación dialéctica del capitalismo en aras de una mayor libertad y una garantía cierta de justicia social.


La lucha por la Democracia conserva plena vigencia, bien sea para conquistarla, conservarla o mejorarla.  Esta perfectibilidad necesaria de la Democracia llevó a W. Churchill a calificarla del menos malo de los sistemas de gobierno que el hombre ha creado y conocido, en la misma medida que el sistema democrático puede mejorar y avanzar.


De allí que los mecanismos de auto control y auto regulación sean fundamentales para la Democracia, para evitar las múltiples degeneraciones o desviaciones que el sistema puede generar, desde la partidización excesiva hasta la oligarquización, desde la demagogia a la anarquía.  Fantasma y peligros reales que asechan permanentemente el orden y la vigencia democrática.

Democracia: de la Historia a la Autopia



La democracia, en la cultura contemporánea ha pasado a ser una palabra mito.  En ella de antemano, presuponemos todas las bondades y todas las soluciones.
No hay sociedad, no importa la ideología y el sistema imperante, que no se definan como democráticas.  La democracia ha pasado a ser la nueva religión laica de la humanidad; todo conflicto encuentra en ella su cauce, todo problema su solución y los problemas de la democracia se resuelven simplemente con más democracia.  Esta actitud mágico-religiosa frente al término Democracia nos ha conducido a una actitud ahistórica.  La Democracia ha sido despojada de su encarnadura real y ha sido transformada en una pura abstracción, en nombre de la cual se han cometido y cometen cuanto abuso y desafuero se quiere.  No hay dictadura y sistema político totalitario que no se arropen con el manto democrático.
Todo esto nos plantea la recuperación teórica de la Democracia como sistema histórico concreto, analizable y discutible en sus parámetros económicos, sociales, políticos y culturales.
La Democracia como sistema político-histórico se define  muy temprano en la antigua Grecia y concretamente en Atenas, entre los siglos V y IV A.C., como una experiencia política definida que provoca y produce su propia teorización.
La Democracia surge como un sistema ideal posible, enmarcado y definido  por  dos  valores  fundamentales:  la  libertad  y  la  igualdad.    La
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Democracia real,  de esa manera viene a ser, la lucha por la libertad y la igualdad y como proyecto, posibilidad y utopía, vendría a ser el reino de la libertad y la igualdad.
Los Demócratas de todos los tiempos han vivido esta dialéctica de realidad y utopía que ha signado su lucha por una sociedad mejor.  La idea democrática y la idea de progreso están íntimamente relacionadas y ambas se asientan en un optimismo histórico fundamental: la perfectibilidad de la humanidad, perfectibilidad materializada a su vez por el uso creciente de la libertad y la conquista progresiva de la igualdad.
Democracia, libertad e igualdad han venido  a significar lo mismo.  Libertad e igualdad han venido a ser los valores sustantivos de la Democracia.  La falta de lo uno compromete lo otro y en definitiva éste es el reto fundamental de la democracia contemporánea, reconciliar libertad e igualdad.
         En un texto del historiador Tucídides (456. 356 A.C.) éste pone en boca de Pericles las siguientes palabras: “Nuestro régimen político es la democracia, y se llama así porque busca la utilidad del mayor número y no de ventaja de algunos.  Todos somos iguales ante la ley, y cuando la República otorga honores lo hace para recompensar virtudes y no para consagrar el privilegio.  Todos somos llamados a exponer nuestras opiniones sobre los asuntos públicos.  Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres; ninguna Ley prohibe  la entrada en ella a los extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones ni de nuestros espectáculos; nada hay en Atenas oculto, y se permite a todos que vean y aprendan en ella lo que bien les pareciere...Confiamos para vencer en nuestro valor y en nuestra inteligencia.  Tenemos el culto de lo bello y cultivamos la filosofía, sin que eso debilite
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nuestro carácter.  Si poseemos riquezas no es para guardarlas ociosas ni para envanecernos de su posesión, sino para emplearlas productivamente.  Para nadie es vergonzoso entre nosotros confesar que es pobre;  lo que si es vergonzoso es no tratar de salir de la pobreza por medio del trabajo.  Todos los ciudadanos, incluso los que se dedican a los trabajos manuales, toman parte en la vida pública; y si hay alguno que se desinteresa de ella se le considera como hombre inútil e indigno de toda consideración.  Examinamos detenidamente los negocios públicos porque no creemos que el razonamiento perjudique a la acción; lo que si creemos perjudicial para la patria es no instruirnos previamente por el estudio de lo que debemos ejecutar”.
Me he detenido y extendido en esta cita de Tucídides porque ella por sí sola es todo un programa democrático, vigente y actual: libertad del ciudadano, igualdad ante la Ley, deber de participación, importancia de la educación y el trabajo.
La sociedad por encima del individuo sin menoscabo de su dignidad y con todas las oportunidades necesarias para garantizar el autodesarrollo.  Información y tolerancia, frente a propios y extraños, con todo esto lo que se quiere expresar es que en definitiva la Democracia no solamente es un sistema político y social sino además y fundamentalmente una ética, una cultura, una mentalidad, un sistema de vida, un comportamiento.  La Democracia no es perceptible si no está internalizada como un sistema de valores por todos los ciudadanos, valores que en última instancia no son otra cosa que la libertad y la igualdad.  Todo el pensamiento antiguo y posterior insiste en esto.  Aristóteles afirma que sin igualdad la libertad no es posible.  Cicerón reitera la misma idea.  Y aunque en los siglos siguientes se privilegió el principio de  libertad  sin  abandonar  el  principio  de  la  igualdad,  en   la
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 práctica hubo un divorcio real entre ambos postulados.  Hoy vuelve por sus fueros el binomio libertad - igualdad, de lo contrario la Democracia seguiría siendo más una aspiración que una realidad.  En aras de la libertad hemos construído sociedades de desigualdades, es decir el “gobierno de los muchos por unos pocos”.  La Democracia para los trabajadores y las mayorías está por conquistarse y esa es nuestra verdadera utopía.  La historia no solamente como hazaña de la libertad sino también de la igualdad.