martes, 24 de noviembre de 1998

La Democracia como Sistema



La democracia como todas las cosas es producto de la historia, de una larga evolución y de múltiples experiencias.  Aunque no tuviera conciencia de ello, el ser humano, ha ensayado diversas formas de gobierno y participación democrática al auto-gobierno, a la libertad individual y a la igualdad social, la oportunidad y riqueza, es tan vieja como la misma humanidad.  Está en la naturaleza humana la lucha por el bienestar y la cultura, la dignidad y la justicia, la libertad y la igualdad.

Las primeras manifestaciones institucionales concretas de Democracia, tal como la conocemos hoy, inclusive el nombre, se remonta a la Grecia clásica y concretamente a la ciudad de Atenas, verdadera cuna de la Democracia.  La idea democrática surge como expresión de ciudadanía.  El individuo se sabe y se siente formando parte de una comunidad urbana, una comunidad política, económica y social, que trasciende el grupo inmediato, tribal, clánico o familiar.  La vida y los bienes de los ciudadanos estaban garantizados por la ciudad y ésta y su gobierno era responsabilidad de todos.  Es necesario aclarar que para  los griegos la categoría ciudadano estaba limitado a una minoría.  Son necesarios muchos siglos de evolución histórica, concretamente a partir del constitucionalismo inglés y la revolución Francesa de 1789, para que la condición de ciudadano sea ampliada a todos lo habitantes de una nación, es decir, 23 siglos después.

A pesar de sus debilidades, contradicciones e inclusive degeneraciones, como la demagogia en la anarquía, la democracia griega y en particular la ateniense fue un ensayo político exitoso.  Fue una manera concreta de gobernar y en algunos casos, adelantándose a siglos de evolución histórica, se crea un orden democrático e instituciones marcadamente populares.  Este ensayo de democracia progresiva no va a ser continuado de manera clara y efectiva ni por Roma, ni por el Medioevo Cristiano.  Ambas épocas se agotaron en un autoritarismo exacerbado, no obstante la idea democrática se mantuvo latente e inclusive se conocieron algunas instituciones y experiencias de tipo democrático.


A nivel teórico, ha existido una continuidad del pensamiento político democrático, siendo el primero y más importante Aristóteles, cuyas ideas al respecto conservan plena vigencia.  En primer lugar, afirma,  que la base del Estado Democrático es la libertad.  En segundo lugar asiento el derecho y el deber de todo ciudadano de gobernar y ser gobernado.  En tercer lugar reconoce explícitamente la libertad individual frente al Estado, se vive como se quiere y se es libre frente al Estado.  En cuarto lugar afirma, que la Democracia no es posible si no existe igualdad de derechos para todos, es decir, se propugna de manera categórica una igualdad política y jurídica entre todos los ciudadanos.


Después de Aristóteles, hubo muchos pensadores que elaboraron y mantuvieron ideas democráticas, como la de representatividad y los derechos del pueblo frente a los gobernantes, aunque la línea dominante fue la teoría política de tipo autoritario y aristocratizante.  Hay que esperar al siglo XVI, con la Reforma Protestante, a la burguesía consolidándose como clase en ascenso y a la expansión mundial de la Europa Occidental Capitalista, para presenciar un renacer vigoroso e irreversible de las ideas y experiencias democráticas, cuyo primero modelo histórico plenamente realizado lo constituye la sociedad norteamericana del siglo XVIII.

El Capitalismo fue el verdadero creador de la Democracia moderna, aunque hoy se haya constituído en el principal obstáculo para su desarrollo, ya que ha privilegiado la categoría libertad en detrimento y desmedro de la igualdad.  Hoy sabemos que libertad e igualdad son términos indisolubles y complementarios, ambos necesarios para poder definir un verdadero sistema democrático.


La teoría política democrática descansa sobre una serie de principios que la humanidad ha ido conquistando, que cuajan y se definen de manera categórica en el siglo XVIII.  Se descubre y define la categoría pueblo, que pasa a ser la referencia democrática por excelencia y la fuente de donde emanan todos los poderes y a partir del cual se elaboran todas las leyes.  Se identifica e individualiza a la persona como ciudadano de una nación, se le ampara y protege frente al poder arbitrario del Estado, y la ley se encumbra por encima de toda otra institución.  Con ello se busca controlar el poder y orientarlo en beneficio de todos.  Ya Alexis de Tocqueville observando a la sociedad norteamericana y estudiando el funcionamiento de su sistema político, jurídico constitucional vio con claridad “que el principio inherente a la Democracia es la igualdad, y que su consecuencia debe ser el esfuerzo del Estado para minimizar las diferencias entre los hombres”.


El poder debe ser difundido y compartido, para que el pueblo sea el principal protagonista y beneficiario del sistema, tal como lo asentaba, A. Lincoln en su discurso de Gettysburg, la nación tiene que ser concebida “en la libertad y consagrada a la idea de que todos los hombres son creados iguales” para que así prevalezca “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

En los últimos dos siglos se ha avanzado mucho en la conquista de la libertad política y jurídica, no tanto, a nivel económico y social.  Este desequilibrio o desarrollo desigual del sistema democrático provocará la insurgencia de las diversas ideas y tendencias socialistas como expresión de las clases explotadas y preteridas en los beneficios del sistema.  El socialismo viene a ser el corolario natural de la evolución histórica de la Democracia, la superación dialéctica del capitalismo en aras de una mayor libertad y una garantía cierta de justicia social.


La lucha por la Democracia conserva plena vigencia, bien sea para conquistarla, conservarla o mejorarla.  Esta perfectibilidad necesaria de la Democracia llevó a W. Churchill a calificarla del menos malo de los sistemas de gobierno que el hombre ha creado y conocido, en la misma medida que el sistema democrático puede mejorar y avanzar.


De allí que los mecanismos de auto control y auto regulación sean fundamentales para la Democracia, para evitar las múltiples degeneraciones o desviaciones que el sistema puede generar, desde la partidización excesiva hasta la oligarquización, desde la demagogia a la anarquía.  Fantasma y peligros reales que asechan permanentemente el orden y la vigencia democrática.

No hay comentarios:

Publicar un comentario