lunes, 25 de septiembre de 2006

A la sombra de J.V. Gómez

Los mitos gobiernan la historia, y cuando los pueblos se emborrachan con sus mitos pierden el norte, se extravían y convierten la realidad en una pesadilla. En Venezuela hay dos mitos que nos marcan y persiguen, el que recogió Eduardo Blanco en su “Venezuela Heroica” que reduce la historia del país a una guerra y el otro es el mito de el Dorado o el país rico, que realmente nunca hemos sido; ya que en Venezuela la riqueza de todos siempre alguien se la termina robando; así fue con las perlas y así ha sido con las tierras y el petróleo. Páez terminó siendo el gran terrateniente; igual que los Monagas y Guzmán Blanco. J.V. Gómez era el dueño de todo.
En Venezuela el mejor plan de gobierno es “subirse a un campanario con una mochila de morocotas, regalar algunas y cogerse el resto” (Falke de Federico Vega); el tiempo no pareciera transcurrir en esta “tierra de gracia”; es como si siguiéramos viviendo a la sombra de Gómez. Decía el expresidente Ignacio Andrade que en Venezuela no se puede gobernar con la Constitución, de allí que se gobierne por decreto o a través de leyes a la medida y satisfacción del mandamás de turno.
La sociedad en su conjunto tiene una alta dosis de responsabilidad al respecto, y es que la mayoría o una buena parte de compatriotas siguen asumiendo el país desde el Dorado y la Venezuela Heroica y lo vivimos en la subcultura de lo superficial y superfluo, agravado por la consciencia contemporánea del consumo y la moda de una sociedad que no ha convertido en valor absoluto la honradez y el trabajo y que relativiza todo; subordinándolo al interés egoísta y la “riqueza”. Esta es una sociedad fuertemente anclada en tiempos primitivos y atrasados; a veces pienso que seguimos en el siglo XIX y que estamos viviendo la noria del eterno retorno.

lunes, 11 de septiembre de 2006

El asalto a la razón


El asalto a la razón o el fracaso de la inteligencia, con ello queremos significar el delirio intelectual, contrario a la racionalidad según Kant, que sufren algunos intelectuales, aparentemente muy inteligentes pero que se ciegan ante la cruda realidad de los hechos. Así sucedió en Europa y el mundo con la Unión Soviética, admiradores de la Revolución y de Lenín, fueron sordos y ciegos frente al sanguinario dictador Stalin; igual sucedió con Mao hasta que el senil dictador de la revolución cultural los hizo despertar a la realidad. Igual pasó con Fidel Castro, la intelectualidad francesa tardó 30 años en darse cuenta que en Cuba ya no había una romántica revolución libertaria sino una satrapia de 46 años de ejercicio de un poder absoluto, arbitrario, violento e inhumano, con nuestro presidente está sucediendo algo parecido, los ángeles rebeldes del 4 de febrero del 92, así los llamó Angela Zago, diez años después, uno de ellos asume una revolución nominal y un proyecto autocrático de poder.
Intelectuales reconocidos como Ernesto Cardenal, Eduardo Galeano e Ignacio Ramonet lo reconocen y apoyan sustentado en un discurso supuestamente latinoamericanista y antiimperialista y se niegan a ver los hechos de un régimen evidentemente autoritario, militarista y en el fondo profundamente reaccionario.
Que tonta es la inteligencia cuando se ciega a la realidad y los hechos y la razón es traicionada en aras de ideologías afincadas en nuestras emociones y pasiones.

lunes, 4 de septiembre de 2006

Constituciones de papel

En un artículo reciente en el semanario Quinto Día, Domingo Alberto Rangel, de manera enfática y directa califica a nuestras constituciones, a todas ellas sin excepción, como constituciones de papel; por algo hemos tenido o padecido casi treinta (30). La verdadera constitución, la real, está en Fuerte Tiuna, dice D.A.R. y siempre ha sido así; en el siglo XIX respondían a los intereses del caudillo de turno, el famoso traje a la medida de J. G. Monagas; situación que prevalece hasta el 18 de octubre de 1945, que según nuestro autor pasa a prevalecer, no tanto el caudillo o jefe militar, sino la estructura de las Fuerzas Armadas y en particular el Ejército. Esta situación se modificó en algo después del 23 de enero de 1958, que pasamos a un régimen de partidos, pero siempre tutelados desde Fuerte Tiuna. Desde 1992 la situación vuelve a cambiar y regresamos al tutelaje pleno y preeminencia casi absoluta de la Fuerza Armada. Es como una síntesis anacrónica, una dialéctica al revés, del poder político en manos de un caudillo y una elite militar (activa y retirada) que tiende a monopolizar todos los cargos.
Otra opinión aleccionadora la dio recientemente Felipe González, en su visita a Venezuela. El ex jefe del Gobierno español decía que la democracia no garantiza el buen gobierno, sino que si este no funciona o no satisface las expectativas populares puede ser cambiado democráticamente y esta es precisamente la diferencia más importante entre un régimen y un gobierno; el primero aspira a perpetuarse y el segundo puede ser cambiado por el voto mayoritario de los ciudadanos.
Domingo Alberto desconfía de las constituciones que se creen perfectas y nosotros desconfiamos de quienes las sacralizan mientras las violan e incumplen, vamos a confiar que las constituciones de papel engendren regímenes de papel.