martes, 26 de noviembre de 2013

Democracia y ciudadanía

La democracia, como todas las cosas, es producto de la historia, de una larga evolución y de múltiples experiencias.  Aunque no tuviera conciencia de ello, el ser humano ha ensayado diversas formas de gobierno y de participación democrática para el autogobierno, la libertad individual y la igualdad social; y la búsqueda de la oportunidad y la riqueza es tan antigua como la misma humanidad. Está en la naturaleza humana la lucha por el bienestar y la cultura, la dignidad y la justicia, la libertad y la igualdad.
Las primeras manifestaciones institucionales concretas de la democracia -tal como la conocemos hoy, inclusive el nombre- se remontan a la Grecia clásica y concretamente a la ciudad de Atenas, su verdadera cuna. La idea democrática surge como expresión de ciudadanía. El individuo se sabe y se siente formando parte de una comunidad urbana, una comunidad política, económica y social que trasciende el grupo inmediato, tribal, clánico o familiar. La vida y los bienes de los ciudadanos estaban garantizados por la ciudad y esta y su gobierno eran responsabilidad de todos.
Es necesario aclarar que, para los griegos, la categoría “ciudadano” estaba limitada a una minoría. Son necesarios muchos siglos de evolución histórica -concretamente a partir del constitucionalismo inglés, de la Revolución Francesa de 1789, y el nacimiento de los Estados Unidos de América- para que la condición de ciudadano sea ampliada a todos los habitantes de una nación, es decir, 23 siglos después.
A pesar de sus debilidades, contradicciones e inclusive degeneraciones -como la demagogia y la anarquía- la democracia griega y en particular la ateniense fue un ensayo político exitoso. Fue una manera concreta de gobernar y, en algunos casos, adelantándose a siglos de evolución histórica, se crea un orden democrático con instituciones marcadamente populares. Este ensayo de democracia progresiva no es asumido de manera clara y efectiva ni por Roma, ni por el Medioevo cristiano, pues ambas épocas se agotaron en un autoritarismo exacerbado. 

Democracia, capitalismo y socialismo

El capitalismo fue el verdadero creador de la democracia moderna, aunque hoy se haya constituido en el principal obstáculo para su desarrollo, ya que ha privilegiado la categoría libertad en detrimento y desmedro de la igualdad. Hoy sabemos que libertad e igualdad son términos indisolubles y complementarios, ambos necesarios para poder definir un verdadero sistema democrático.
La teoría política democrática descansa sobre una serie de principios que la humanidad ha ido conquistando, que cuajan y se definen de manera categórica en el siglo XVIII, cuando se descubre y define la categoría pueblo, que pasa a ser la referencia democrática por excelencia y la fuente de donde emanan todos los poderes y a partir de la cual se elaboran todas las leyes.
A partir de entonces se identifica e individualiza a la persona como ciudadano de una nación y se le ampara y protege frente al poder arbitrario del Estado. La ley se encumbra por encima de toda otra institución o persona en ejercicio del poder. Con ello se busca controlar el poder y orientarlo en beneficio de todos.
“El principio inherente a la democracia es la igualdad y su consecuencia debe ser el esfuerzo del Estado para minimizar las diferencias entre los hombres”, expresaba Alexis de Tocqueville observando a la sociedad norteamericana.
En democracia el poder debe ser difundido y compartido para que el pueblo sea el principal protagonista y beneficiario del sistema, tal como lo asentaba Lincoln en su discurso de Gettysburg: la nación tiene que ser concebida “en la libertad y consagrada a la idea de que todos los hombres son creados iguales”, para que así prevalezca “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
En los últimos dos siglos se ha avanzado mucho en la conquista de la libertad política y jurídica, aunque no tanto a nivel económico y social. El socialismo viene a ser el corolario natural de la evolución histórica de la democracia, la superación dialéctica del capitalismo en aras de una mayor libertad y de una garantía cierta de justicia social. Lamentablemente, el socialismo histórico terminó negándose a sí mismo.

La Democracia: ética, cultura y sistema de vida


La democracia como sistema político-histórico se define muy temprano, en Atenas entre los siglos V y IV a. C., como una experiencia política definida que provoca y produce su propia teorización. Surge, además, como un sistema ideal posible, enmarcado y definido por dos valores fundamentales: la libertad y la igualdad. De esa manera, la democracia real viene a ser la lucha por la libertad y por la igualdad; pero como proyecto, posibilidad y utopía, vendría a ser el reino de la libertad y de la igualdad.
Los demócratas de todos los tiempos han vivido esta dialéctica de realidad y utopía que ha signado su lucha por una sociedad mejor; en un texto del siglo IV a. C., el historiador Tucídides pone en boca de Pericles las siguientes palabas:
Nuestro régimen político es la democracia, y se llama así porque busca la utilidad del mayor número y no la ventaja de algunos. Todos somos iguales ante la ley, y cuando la República otorga honores lo hace para recompensar virtudes y no para consagrar el privilegio. Todos somos llamados a exponer nuestras opiniones sobre los asuntos políticos. Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres; ninguna Ley prohíbe la entrada en ella a los extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones ni de nuestros espectáculos; nada hay en Atenas oculto, y se permite a todos que vean y aprendan en ella lo que bien les pareciere”
Me he detenido y extendido en esta cita de Tucídides porque ella, por sí sola, es todo un programa democrático vigente y actual.
La sociedad, no el Estado y mucho menos el gobierno enmarcan al individuo sin menoscabo de su dignidad y su bienestar, y con todas las oportunidades necesarias para garantizar su autodesarrollo, información participación con tolerancia, frente a propios y extraños. Con todo esto lo que se quiere expresar es que, la democracia no es solamente es un sistema político y social sino, además, y fundamentalmente, una ética, una cultura, una mentalidad, un sistema de vida, un comportamiento.


jueves, 10 de octubre de 2013

La investigación científica y el desarrollo humano


La investigación científica y el desarrollo humano


“Las ideas simples se encuentran sólo en las mentes complejas”
Remy de Gourmot


El epígrafe pudiera ser explicado con dos anécdotas, una, la de Alejandro y el nudo gordiano, problema que resolvió de un tajo y Juan el Evangelista a quien la gente le preguntaba sobre lo que decía el Maestro y él respondía “ámense los unos a los otros” ante el asombro de todos por la simpleza del mensaje y él apesadumbrado replicaba “y les parece poco”.
Así nos sucede con la realidad se nos complica y la complicamos demasiado innecesariamente, atrapados en nuestros intereses, prejuicios, teorías y paradigmas de rápida obsolescencia especialmente en esta modalidad tardía que llamamos apresuradamente postmodernidad, de evidente aceleración histórica y cambios tecnológicos vertiginosos. La realidad siempre es racional nos recuerda Hegel y lo racional siempre real, de allí que el reto de la “razón” siempre fue y es lo empírico y la experiencia a partir de la observación, descripción, experimentación e interrogación del “mundo” incluidos, la naturaleza y lo humano. La filosofía y la ciencia comienzan siendo una “física” y lo no demostrable una “metafísica”. Todo comenzó de manera sistemática en el mundo griego, cuando una decena o centena de nombres, fueron abandonando las explicaciones mágicas y míticas y empezaron a “razonar” como dice Arnoldo Movigliano y así hemos continuado aunque las supersticiones, prejuicios y creencias de las más diversas índoles no nos abandonan. Jorge Luis Borges tiene razón cuando define la historia de la filosofía y de alguna manera la historia de las ciencias como un diálogo eterno entre Platón y Aristóteles, asumido esto como una metáfora del interrogar y el razonar desde el asombro y el no-conocimiento, sólo sé que no se nada. Sólo somos conscientes de la realidad y podemos llegar a comprenderla desde la experiencia, como muy bien lo expresó Kant “la conciencia nunca excede la experiencia” y el mismo Borges lo sabía muy bien cuando se lamentaba que a su existencia le sobraban libros y le faltaba vida.
La razón también se extravía y puede producir monstruos, cuando pierde el sentido de lo humano como valor trascendente en donde cada persona es portadora de libertad y dignidad en términos absolutos. Pero la realidad siempre está allí y por eso Karl Popper redujo la historia humana a tecno-ciencia. Lo único real que produce cambios reales, en una u otra dirección, positiva o negativa, de allí la a-moralidad del cosmos, de la naturaleza, de la tecno-ciencia que no hay que confundir con la “moralidad” necesaria e inevitable de las personas que “producen y usan” la ciencia y la técnica, que como actos humanos son inseparables de la ética, es decir, de la libertad responsable.
La modernidad o si prefieren “la edad de la razón” como se denominó en algún momento en la tradición historiográfica occidental entronca con el mundo clásico: greco-romano y helenístico y que incluye además toda la tradición mediterránea, judeo-cristiana y árabe-islámica, así como el Renacimiento como puente o enlace y todos los siglos subsiguientes, hasta llegar a este cruce de centurias y milenios que habitamos, llenos de incertidumbres, complejidades y preguntas sin respuestas. De teorías y paradigmas insuficientes o francamente obsoletos y un futuro convertido en presente como dice Jacques Derida: “tomémonos nuestro tiempo, pero apresurémonos, porque el mañana ya es hoy”.
Acercarse a la modernidad o post-modernidad de este germinal siglo XXI globalizado desde la “realidad” es todo un desafío intelectual estimulante ya que nos obliga a “pensar” más allá de lo conocido. De allí que la historia de la “razón”, es decir de las ciencias, no es tanto lo conocido, sino lo desconocido, un poco a la manera de lo que significó para Cristóbal Colón su viaje oceánico, que aunque experto y experimentado navegante, en su ruta a Occidente no sabía hacia dónde se dirigía ni los imprevistos que lo aguardaban.
La ciencia termina siendo un viaje a lo desconocido, aunque este horizonte pudiera ser anticipado de alguna manera como ocurre con la actual conquista del espacio. Para seguir transitando el futuro se nos invita a asumir esta actitud con todos los riesgos que ello implica, como es ir de lo conocido a lo desconocido, afrontando una experiencia nueva con sus amenazas y eventuales sorpresas. Siempre los interrogantes y las novedades exceden las respuestas establecidas, especialmente cuando enfrentamos “nuevas realidades” que comienzan siendo nuevas en términos cuantitativos y terminan siendo diferentes en términos cualitativos, como por ejemplo la demografía y la geografía, es decir, el ecosistema desarrollado durante milenios en precario equilibrio y que hemos llamado desarrollo humano y en los últimos siglos lo resumimos en la “idea de progreso”. Estos equilibrios están definitivamente desequilibrados, el número de habitantes desborda la Tierra. La naturaleza se nos presenta maltratada, degradada y en peligro y un nuevo fenómeno nos reta como es la urbanización acelerada del planeta y las ingobernables megalópolis, simples datos empíricos que tienden a sobrepasar todas las teorías y todas las soluciones elaboradas hasta hoy. La exigencia de una nueva economía, de un nuevo sistema social y una redefinición de la política y del gobierno nos obliga a establecer nuevos paradigmas y asumir creativamente los retos del futuro. El nudo gordiano vuelve a ser un símbolo adecuado para la época. Estamos preparados o preparándonos para el tajo. Creo que sí, por lo menos es lo que nos dice la historia y seguramente lo “nuevo” advenirá como siempre con dolores de parto.

domingo, 29 de septiembre de 2013

¿Golpe de Estado?


Cada tanto tiempo surge el tema del golpe de estado en nuestro país, por lo menos a nivel mediático. Henrique Capriles Radonski en su reciente visita a Miami se pronunció al respecto de manera categórica y rechazó de manera firme cualquier posibilidad y de allí que afirmara de manera rotunda, y a mi juicio conveniente, que bajo ninguna circunstancia le conviene al país un golpe de estado.
Por el lado del oficialismo llamó mucho la atención una declaración de Diosdado Cabello con motivo del reciente viaje de Maduro a China y antes que este abordara el avión Cabello le garantizó que se fuera tranquilo porque aquí nadie le iba a dar un golpe de estado. Despierta curiosidad la obsesión por el tema de algunos personeros del oficialismo, incluido el fallecido presidente que permanentemente se referían al golpe de estado convirtiéndolo en un tema recurrente de su discurso oficial. No sé si esto ocurre de manera consciente o inconsciente viniendo de quienes montan su proyecto hegemónico a partir de una larga conspiración que culminó en un golpe de estado afortunadamente fallido. Tampoco me luce casual la glorificación del 4 de febrero como ícono y mito fundacional del actual proyecto político dominante.
Para cualquier examen racional del tema es claro que el golpe de estado como proyecto político es más factible encontrarlo en los sectores militares y entornos cercanos que en el mundo civil y político partidista. Igualmente creo que es un secreto a voces que existen grupos minoritarios radicales tanto en los sectores del oficialismo como en algunos sectores de oposición que pudieran estar estimulando este tipo de acciones, y dejar en un segundo lugar el proceso político democrático electoral que a mi juicio cuenta con mayoría determinante tanto en la oposición como en el oficialismo. De allí la importancia de un pacto social o compromiso público a favor del sistema democrático y las vías electorales sustentados en el reconocimiento y respeto del adversario, el pluralismo ideológico y político y el diálogo fecundo y necesario. Contra esto conspira no solamente el radicalismo de algunos sino la propia historia y particularmente la nuestra que ha tenido una debilidad permanente hacia los atajos golpistas y dictatoriales.
Ojalá sirva de advertencia lo que está sucediendo en el Medio Oriente, en Egipto y con dramatismo creciente en Siria, cuando el protagonismo político se centra en lo militar y se abandonan las vías pacíficas y democráticas. En Venezuela no tenemos alternativas sino apostar a la democracia y la vía electoral y rechazar de manera absoluta cualquier desviación golpista.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Homenaje a Hesnor Rivera

Hesnor Rivera (1928-2001) poeta fundamental de Maracaibo y del país. Poeta jovial a la manera de la gaya ciencia. Se protegió del mundo con la ironía y el humor inteligente. Era un enamorado de la vida, un ser fundamentalmente libre, condición que siempre reivindicó, de allí la libertad de su poesía, así como su irreverencia poética. Su poesía abreva intelectualmente en las vanguardias de su tiempo y particularmente el surrealismo, pero su karma existencial y poético fue Maracaibo, una vez más sólo accedemos a lo universal desde lo particular.
La Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA), con la Universidad del Zulia (LUZ) y la Fundación Teatro Baralt, le rinden este homenaje con la intención de rescatarlo para la memoria colectiva y fundamentalmente para las nuevas generaciones, con la invitación a leerlo y al mismo tiempo estamos asumiendo un compromiso público, de amigos e instituciones para editar sus obras completas.

En la inauguración del homenaje (18,19 y 20 de Septiembre), Lilia Boscán de Lombardi presentó una semblanza del poeta así como su particular visión de la poesía de Hesnor, en su momento alumno y amigo, y profunda conocedora de la obra poética del autor. Califica esta poesía de trascendente , no sólo en el sentido del valor literario de la misma sino en su camino a convertirse en un clásico de nuestra literatura, dándole al concepto de clásico el de la obra que dura en el tiempo.

Igualmente, Valmore Muñoz, escritor y decano de la Facultad de Educación de la UNICA, leyó una emotiva e importante carta de una de las hijas de Hesnor, Celalba, quien sintetiza desde el afecto, vida y obra del poeta. Igualmente se proyectó un documental entrevista de Yvork Cordido en donde el poeta largamente explica el surgimiento de Apocalipsis, época y motivaciones, y fue particularmente conmovedor cuando explica cómo surge su poema-ícono Sylvia, el cual termina recitando de manera conmovedora. Apocalipsis ya forma parte de la mitología urbana y de nuestra historia literaria, así como el emblemático movimiento cultural agrupado en 40° a la sombra. Sylvia, lo escribe a los 24 años, en una fría noche-madrugada bogotana, y el relato de su concepción y escritura producto del azar y de alguna manera del propio destino del poeta, califica perfectamente en lo real-mágico-maravilloso. Sylvia es una idealización de la mujer a partir de fragmentos de muchas mujeres reales. La poesía no es otra cosa que la fragmentación del mundo asumido en la totalización de la poesía a partir de la sensibilidad del poeta.

jueves, 22 de agosto de 2013

El muro infamante


Las sociedades que sucumben al miedo, se aíslan y se rodean de muros mentales y físicos; así ocurrió con la muralla china que pretendía ponerle límites al infinito y encerrar el vacío, terminó siendo militarmente inútil y con el tiempo turísticamente atractiva. Así le está ocurriendo a los norteamericanos con la infamante barda o cerca para aislarse del vecino mejicano, una frontera de 3200 Km y con un tráfico humano de millones de personas y con actividades económicas cuantificadas en 14.000 millones de dólares anuales solamente en drogas. Se empezó a construir en el 2006 con el apoyo del 73% de los miembros del senado y por iniciativa del gobierno reaccionario y belicista de Bush (hijo) y como consecuencia directa de la histeria colectiva post 11 de septiembre de 2001. Una época oscura para la sociedad norteamericana de intolerancia y fundamentalismo muy parecido al infamante “macartismo” del siglo XX. La cerca terminó siendo costosa e inútil, como la muralla china y al retirarle el Congreso los fondos, en un rapto de sensatez quedó como un monumento a la estupidez política y una afrenta a la dignidad de un pueblo que se proclama democrático y que en su momento puso total empeño en derrumbar otra cerca ideológico-política como la llamada cortina de hierro y un muro real como el de Berlín.
Hoy la cerca inútil es motivo de burla y lógicamente no ha eliminado ni disminuido el flujo humano entre los dos países y mucho menos controlado la compleja problemática del tráfico de drogas. Como siempre ha ocurrido en la Historia, las fronteras terminan desapareciendo y los pueblos integrándose en una alquimia creadora de culturas diversas. En el siglo XXI quizá este sea uno de los principales desafíos, transformar las fronteras en territorios que separan por territorios integrados y con ello ayudar a seguir derribando tantas paredes espirituales y mentales que siguen dividiendo a la humanidad.

Una película sobre Bolívar


Partamos de la premisa que el cine nacional existe. Igualmente hay que reconocer el esfuerzo hecho por mucha gente, especialmente creadores y cinéfilos. Desde la década de los 40 del siglo XX hasta el día de hoy el esfuerzo ha sido permanente pero errático y lo más grave, como siempre, por falta de sentido institucional de las cosas no ha habido continuidad.
Frente al cine nacional tienden a existir dos posturas: todo lo que se hace es bueno y hay que apoyarlo; y todo lo que se hace es malo y hay que criticarlo. En lo personal, como simple espectador, he visto películas mejores y muchas no tan buenas. Estimo como lo más consistente de nuestra filmografía lo hecho por Román Chalbauld y particularizo en mis gustos a Oriana, de Fina Torres. De mucho más nivel ha sido nuestra tradición documental, desde las antológicas Araya y Reverón, de Margot Benacerraf hasta la serie documental de Bolívar Films.

En general el problema no es de talento sino de recursos, profesionalización y continuidad. No hemos logrado crear una consistente tradición cinematográfica como por ejemplo la mejicana, la argentina o la brasileña, de alguna manera la televisión y las telenovelas particularmente monopolizaron nuestros espacios audiovisuales. Tampoco hemos tenido una consistente tradición teatral y actoral, carencias que se repiten en casi todos los aspectos de la industria cinematográfica. Dicho lo anterior, llegamos al Bolívar cinematográfico actualmente en cartelera. El Bolívar del director Luis Alberto Lamata, en términos de producción, dirección, escenografía, musicalización, pasan la prueba, si nos comparamos con nosotros mismos. Mientras que en términos de guión, diálogos y actuación las deficiencias son evidentes y reiteradas. Igualmente la manipulación histórico-historiográfica, en donde se confunde presente con pasado, quizá para complacer, no lo sé, al amo del dinero. El personaje Bolívar, a mi juicio deficientemente interpretado, actuado y sobreactuado, convierte a Bolívar en un petimetre caraqueño, políglota (?), promiscuo, vanidoso y de gestos altisonantes y falsos. Una figura acartonada o de cera. Los demás personajes son simple comparsa, que todo el tiempo están fingiendo ser lo que no son, sin sentimientos y sin contenidos, perfectas existencias vacías, sin memoria, sin biografía y sin personalidad. La película perniciosamente, al confundir el presente con el pasado, a pesar de que se ubica en 1815-1816; entre Jamaica-Haití-Venezuela se desarrolla en claves políticas subliminales de total actualidad.
Consideración aparte merece el público, a pesar de la propaganda oficialista, y quizá por ello mismo, aparentemente el gran público no la ha respaldado todavía, en la función que nosotros asistimos éramos apenas 6 personas.

jueves, 15 de agosto de 2013

Ernesto Sabato


Nace el 24 de Junio de 1911, y muere a los 96 años. Escritor argentino de obra corta e intensa, como Rulfo, había descubierto el arte de escribir, quemando o destruyendo muchos manuscritos, tal como lo prescribía Flaubert. Su obra narrativa publicada se reduce a la trilogía: “El túnel”; “Héroes y tumbas”; y “Abaddón el exterminador”. Obras llenas de intuiciones, premoniciones y sueños, o mejor, pesadillas, que marcan y definen toda su obra. Su informe sobre ciegos, texto casi autónomo dentro de otro libro, de alguna manera anticipó la funesta y terrorífica dictadura militar (1976-1983) con su casi 30.000 desaparecidos, que posteriormente documentó la Comisión de la Verdad nombrada por el presidente Alfonsín y que presidió Sábato. El propósito principal, como dijera Sábato, era para no olvidar, aunque se proclamara el perdón y la reconciliación pero con justicia y sin impunidad (casualmente en los últimos meses fue noticia la muerte en la cárcel del dictador Videla, que había sido condenado a cadena perpetua). Sábato fue un hombre melancólico y depresivo, características que con los años se acentuaron y que en su obra se refleja de manera visible. Casi ciego, en su vejez, se dedica a pintar cuadros expresionistas, en donde la figura humana, en particular el rostro y los ojos, como en un cuadro de Munch expresan el terror y horror de la condición humana, tanto por su herencia cainítica como por la finitud inevitable. El escritor, a pesar de todo creía en los seres humanos, especialmente en aquellos que no renuncian a la utopía.

Hijo de emigrantes calabreses, Ernesto Sábato fue argentino integral y latinoamericano a su manera. Irrenunciablemente lúcido y crítico, y al mismo tiempo, como decía en los últimos años, en el fondo un hombre bueno.

En “El túnel”, novela urbana, es el conflicto existencial de los pequeños seres que se agotan en la cotidianidad y el misterio, en el amor y la tragedia, mientras que en “Héroes y tumbas”, es el sentimiento trágico de la historia, de la identidad personal y colectiva en permanente conflicto con el tiempo y las circunstancias. Una identidad precaria y huidiza, de memoria reciente e inestable, una identidad que pretende asumirse más desde el futuro que desde el pasado, ya que éste, trágico por definición a veces pesa tanto que no nos deja vivir. En “Abaddón el exterminador”, así como en su obra ensayística, intenta una aproximación lúcida y melancólica con su tiempo, ese siglo XX que tanto lo atormentó.

Carlos Fuentes


Autor mejicano (1928-2013) editor, lector y guionista, como a él le gustaba presentarse, fue un creador oceánico que en la mejor tradición del Quijote trató de crear una literatura personal cuyo hilo conductor fue el tema de la identidad y el poder. Autor emblemático del “boom” de la literatura latinoamericana con tantos nombres importantes y emblemáticos participa de la idea que con el “boom” (1960-1970) la literatura latinoamericana se hace universal; y todo un continente, uno y diverso, asume el idioma como una patria compartida.
Se da a conocer con dos libros fundamentales a través de los cuales intenta comprender lo que pudiéramos llamar la “mexicanidad” con antecedentes ilustres, como Alfonso Reyes y Octavio Paz. “La región más transparente” de 1958 y “Las buenas conciencias” de 1959 en las cuales asume el permanente conflicto en nuestro continente entre historia y mito. El conflicto que marca nuestros orígenes en 1492, entre lo hispano, lo indígena y lo mestizo. Conflicto secular de encuentros y rupturas y esa inestable síntesis que pretendemos expresar los latinoamericanos de nuestro tiempo.
En 1975, con “Terra nostra”, intenta una Suma literaria que venía desarrollando en libros anteriores, como “La muerte de Artemio Cruz” de 1962, “Cambio de piel” de 1967 y otros. Saga que culmina de alguna manera en 1990 con “”Valiente mundo nuevo”, “El espejo enterrado” de 1992 y la silla del águila del 2003, estos son algunos de los títulos que reitera como en una circunferencia o laberinto en donde la épica, la utopía y el mito, son los verdaderos protagonistas.
La escritura de Carlos Fuentes es una pretensión de un universo narrativo totalizador a la manera del ya citado Quijote y otros importantes autores de la literatura universal.
Decía Carlos Fuentes que la aventura del novelista consiste en decir lo que ignora.
Carlos Fuentes vivió a plenitud su tiempo y sus oportunidades, vivió la atracción de la mujer y se fascinó con la aventura del cine y en la misma medida que particularizó su espacio mejicano en esa misma medida se hizo universal.
A su manera, también vivió la pasión de la política, pero más que la política como vocación le fascinó el poder, en realidad, la tragedia del poder, tan perversamente visible en nuestra historia política así como en el terrible y trágico siglo XX.

jueves, 11 de julio de 2013

Universidad, Sociedad y País


La Universidad Venezolana desde hace mucho tiempo dejó de autointerpelarse, se volvió excesivamente endogámica y perdió su conexión con el país, para convertirse en un simple referente nostálgico o sentimental, casi siempre quejumbroso con nuestro poco creativo discurso del presupuesto, mientras seguíamos alimentando la burocracia clientelar universitaria y permitíamos que nuestros salarios y del trabajador venezolano en general se difuminarán en la voraz e implacable inflación, provocada por políticas erróneas de gobiernos fracasados. Es urgente retomar el diálogo con el país, volver a aprender a respirar con él, a compartir sus angustias y anhelos, a identificarnos con su presente y mucho más importante volver a compartir el futuro con todos los sectores de nuestra sociedad. Tenemos que asumirnos desde la autocrítica así como hablarle con franqueza y claridad al país. “Parafraseando a Ortega y Gasset, podemos decir que la Universidad se define en su Historia y de acuerdo a sus circunstancias sociales. En consecuencia, cualquier proyecto o desarrollo de la institución, pasa necesariamente, por una reflexión sobre su pasado y sobre la realidad que la circunda.
La Universidad milenaria ha vivido en tensión permanente con el poder y no podía ser de otra manera, en la medida que se asumía racionalista y crítica. En nuestro ámbito cultural es ejemplarizante lo acontecido en la emblemática Universidad de Salamanca, el 12 Octubre de 1.936; decía el Rector Unamuno: “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Acabo de oír el necrófilo e insensato grito de ¡Viva la Muerte!, y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no la comprendían, he de deciros como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El General Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente, en España hay actualmente demasiado mutilados. Y, Si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el General Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor”. Millán-Astray lo interrumpe y grita: ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la Muerte! Y la asamblea le hace coro. Unamuno inmutable continúa “Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: Razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.
La barbarie se impuso como lo temía el Rector Unamuno y España pago las consecuencias. En Venezuela, somos tan insensatos que no aprendemos estas lecciones fundamentales de la historia.
Igual que el Rector Unamuno, tampoco podemos ni debemos callar y es que el silencio cómplice siempre le facilita el trabajo a estos bárbaros recurrentes de la historia.
La Universidad es una creación civilizatoria de la humanidad. En Venezuela, la Universidad tiene tres siglos implantada, aunque su principal desarrollo se haya dado en el transcurso del siglo XX y hoy por hoy es un sistema complejo y complicado que no terminamos de entender, de identificar y de legislar. Jurídicamente vivimos en la intemperie, con una ley obsoleta y una disposición constitucional que no se cumple, concretamente, el artículo 109 de la Constitución que establece la Autonomía Universitaria. “El Estado reconocerá la Autonomía Universitaria como principio y jerarquía que permite a los profesores, profesoras, estudiantes, egresados y egresadas de su comunidad, dedicarse a la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica, humanística y tecnológica para beneficio material y espiritual de la nación. Las universidades autónomas se darán sus normas de gobierno, funcionamiento y la administración eficiente de su patrimonio, bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley. Se consagra la Autonomía Universitaria para planificar, organizar, elaborar y actualizar los programas de investigación, docencia y extensión. Se establece la inviolabilidad del recinto universitario. Las universidades nacionales experimentales alcanzarán su autonomía de conformidad con la ley”.
El sistema universitario o subsistema de Educación Superior, agrupa a casi 200 instituciones y un poco más de 2.000.000 de estudiantes. El grupo más antiguo son las llamadas Universidades Autónomas, acosadas y acusadas por el poder público de inoperantes e improductivas. Las llamadas Experimentales han sido siempre víctimas del gobierno de turno que le impone sus autoridades y con ellas pretenden obediencia y sumisión política. El sector privado con 25 instituciones y el 20% aproximadamente de la matrícula estudiantil, casi inexistente en el ordenamiento legal y al mismo tiempo, jurídicamente disminuidas ya que entre sus limitaciones está el hecho que los títulos suscritos por el Rector tienen que ser refrendados por el Ministerio. Igualmente en el Consejo Nacional de Universidades (CNU) su representación es un quinto del voto pleno. En los últimos tiempos se han incorporado al sistema universitario diversas Instituciones básicamente caracterizadas por la masificación y el sesgo político–ideológico de las mismas. Para efectos nuestros, todas son Universidades, sin apellido, aunque con identidades y problemáticas diferenciadas; el asunto es, manteniendo la diversidad, cómo integrarnos en un sistema nodal, moderno y eficiente. El problema no es calificarnos y mucho menos descalificarnos, sino asumirnos orgánicamente al servicio del país. La universidad venezolana le ha rendido muchos servicios a este país, pero fundamentalmente ha sido un factor estratégico y dinamizador de la evolución social, concretamente en la formación de los cuadros profesionales y técnicos necesarios y en el desarrollo y consolidación de las clases medias, ambos factores decisivos en el desarrollo y consolidación del proyecto democrático nacional. Si bien la Universidad se justifica a sí misma y la sociedad la certifica, también es cierto que en términos de investigación y creación de conocimiento, nuestra deuda es significativa. Apenas un 10% aproximadamente del profesorado clasifica como verdaderos investigadores, (que no hay que confundir con investigadores de papel o en el papel). Comparado con América Latina tenemos un déficit de más de 20.000 investigadores y comparados con el mundo desarrollado, el déficit se incrementa a casi 80.000 investigadores.
El gran reto para la Universidad del siglo XXI, es pasar del modelo profesionalizante tradicional a los nuevos modelos que la sociedad de la información y del conocimiento y las nuevas tecnologías exigen. Cantidad con calidad, calidad con cantidad, es el programa imperativo de nuestro desarrollo educativo. Creemos profundamente en la educación como mecanismo excepcional para la inclusión, sintetizada en la frase de Comenio “Educación de todos para todos”. De allí la urgencia e importancia de concertar una política educativa integral, sin pretensiones hegemónicas ni ideológicas y mucho menos de control político. La Educación es por definición el ámbito humano de la libertad, el lugar de la hominización por excelencia. El esfuerzo educativo en Venezuela más que mérito de un gobierno en particular, es básicamente una conquista societaria, porque el ser humano como lo entendió y asumió la UNESCO en su informe Aprender a Ser, es educable desde el nacimiento hasta la muerte, y en ese proyecto educativo existencial, se involucran y asumen responsabilidades todos los sectores y actores sociales: familias, instituciones, iglesias, medios, empresas y gobiernos, de allí la necesidad ineludible de la concertación y el diálogo para elaborar e implementar políticas educativas apropiadas, convenientes y necesarias, sin olvidar que el principal protagonista es el sujeto a educar, es decir la persona concreta.
La Universidad es autónoma o no es. La Universidad, es una versión de la libertad y no otra cosa es la autonomía. Es el autogobierno y la libertad responsable. Es la exigencia de la razón de conocer, comprender, preguntar siempre. La filosofía y la ciencia igual que la poesía y el arte, nacen del asombro, es el ser humano interrogándose a sí mismo e interrogando al mundo, a la naturaleza, al universo entero; es la razón intentando sustituir al mito.
La autonomía universitaria nace de estas circunstancias y éstas necesidades. De allí que siempre termina siendo amenazada, fundamentalmente desde el poder, sea éste político, económico o religioso. El poder tiende a avasallar, controlar o mediatizar, y la Universidad – no importa cuán grande sea su crisis – tiende siempre, y de manera natural, a buscar y servir a la verdad, sabiendo que la verdad es nuestra única posibilidad real de libertad. La verdad nos hace libres, dice el viejo libro y repiten todos los textos sapienciales que la humanidad ha producido. “La Universidad teleológicamente es libertad y verdad. Todo lo demás se le subordina e históricamente sólo la autonomía posibilita esta doble vocación”.
La autonomía es el termómetro por excelencia de la salud universitaria y democrática, del tipo de sociedad que somos y del tipo de Estado que tenemos. Poder y cultura son antagónicos por definición. El primero existe para reprimir, controlar y administrar; mientras la cultura es libertaria y creadora, y necesariamente tiene que ser crítica y utópica. Unos administran y usualmente se benefician del presente; pero las Universidades y la cultura crean el futuro y posibilitan la utopía.
Como observaba Nietzsche, Estado y Cultura viven en permanente oposición radical.
Universidad y Poder siempre han entrado en conflicto, lo que no significa que no puedan y deban colaborar. En el fondo, Sociedad y Estado, terminan siendo sinónimos. En Venezuela estamos urgidos de esta colaboración y diálogo necesario, para asumir la tarea urgente de una nueva Ley de Universidades, de manera concertada, participativa, plural y democrática, que refleje, asuma y garantice el cumplimiento pleno del artículo 109 de la Constitución, es decir la autonomía plena para todas las Instituciones Universitarias. Esta nueva ley además debe propiciar la reforma inteligente del sistema, de manera gradual y progresiva, al mismo tiempo que se promulguen y asuman las políticas necesarias, en el orden socio-económico para garantizar la estabilidad material del trabajador universitario: obreros, empleados y profesores, así como los presupuestos adecuados, no tanto para soportar un gasto corriente que evidentemente está distorsionado, sino para la inversión creativa.
Libertad, Autonomía y Universidad son sinónimos. Frente a las diversas y múltiples amenazas apocalípticas del siglo XXI —el futuro siempre es así, amenazante y esperanzador al mismo tiempo—, se hace imperativa una nueva utopía universitaria desde las nuevas humanidades o un nuevo humanismo desde las ciencias sociales en función del pensamiento crítico, en un diálogo abierto de saberes y experiencias.
La reivindicación de la Universidad «esencial y eterna» frente a tantas limitaciones y desviaciones asumidas es entender que, en los últimos mil años, la historia de las universidades es la historia de la humanidad y viceversa. Cada época tiene su Universidad y sus Humanidades y su tecno-ciencia, es el horizonte histórico y cultural por excelencia, que define y hace posible una conciencia en desarrollo y permite la noosfera intelectual y técnica que define y propicia el progreso humano y alimenta nuestras esperanzas inmanentes.
En la confusión de los últimos tiempos, y particularmente en nuestro país, se ha confundido de manera deliberada para propiciar la manipulación política, la identidad de la comunidad académica con la comunidad laboral. La Universidad, primordialmente es una comunidad profesoral, ya que éste como profesor profesa una fe, un saber a crear y a comunicar y como maestro crea y domina un saber —«profesa un conocimiento con maestría», como insiste Derrida—, dirigido u orientado a los estudiantes, los cuales en el proceso del aprendizaje y el conocimiento como diálogo y alteridad contribuyen al acto creador de la verdadera educación, un crecimiento en acompañamiento de tipo existencial e instrumental, y a una sociedad o entorno que no se agota en lo local ni en lo nacional, sino que es global y universal, pero cuyos problemas específicos o propios demandan nuestro interés u ocupación teórico-práctico. La Universidad es conocimiento sin dogmas y a ello debe responder la autonomía para el gobierno de la Universidad, de la comunidad académica, de la organización de los estudios, de las relaciones hacia afuera así como el financiamiento y la administración no pueden estar condicionados sino a la identidad y los fines de la Universidad.
La Universidad siempre se conjuga en futuro y la Universidad del futuro ya está aquí. El desafío principal del siglo XXI para las universidad es la ambigüedad e insuficiencia del saber acumulado o la falta de discernimiento frente a la impresionante cantidad de información acumulada y transmitida, así como los límites del conocimiento por venir, o, como dice Derrida, con humor e ironía, “tómense su tiempo pero dense prisa en hacerlo pues no saben ustedes qué les espera”.
En consecuencia y como conclusión, quisiera dejar bien claro que los universitarios sólo pedimos un diálogo respetuoso, plural y creativo. En segundo lugar, la vigencia plena de la Constitución y, en particular, del Art. 109. Igualmente, se hace urgente y necesario una nueva Ley de Universidades producto del diálogo y la concertación respetuosa entre todos los sectores de la vida social y política. Una Ley que propicie reformas necesarias para que la universidad venezolana siga siendo “un baluarte para el desarrollo humano y social del país” como lo expresara recientemente y de manera elocuente la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV).

miércoles, 3 de julio de 2013

Memoria Cívil Vs. Memoria Militar


Se ha publicitado en la prensa local que el Paseo Ciencias se llamará Paseo Los Libertadores. No entendemos el cambio de denominación ni su necesidad. En la memoria urbana el Paseo Ciencias después de la destrucción del Saladillo quedaba como un referente importante de la memoria colectiva como un homenaje de la ciudad a sus instituciones educativas emblemáticas como es el caso del Colegio Federal de Varones y la Universidad del Zulia, que en 1891 abre sus puertas precisamente en esa calle. Recuperar el Paseo Ciencias y otros espacios de valor histórico y cultural es encomiable y necesario y allí nuestro apoyo a la gestión pública que lo hace posible. Recuperar el casco central integralmente es una deuda que arrastramos los ciudadanos y los gobernantes de esta ciudad. Tampoco cuestionamos la multiplicación de símbolos que se han ido acumulando en estos espacios como por ejemplo la incorporación del Monumento a La Chinita, símbolo por excelencia de la herencia católica y mariana de la ciudad. En el proyecto publicitado de remodelación del Paseo Ciencias se habla de incorporar al maestro Simón Rodríguez, a Ana María Campos, Guaicaipuro, José Leonardo Chirino y Ezequiel Zamora, como toda decisión es polémica y en mi caso no entiendo el intercalar figuras de nuestra épica civil con figuras de nuestra épica militar, pero quizás es el “mezclaje” y sincretismo típico de nuestra cultura y ciudad. El cambio de nombre no lo veo necesario a menos que se piense que 500 años de historia y 200 años de vida republicana se agoten esencialmente en la épica emancipadora y que en nuestra memoria y conciencia colectiva se siga privilegiando el elemento militar como el núcleo fundamental de identificación de nuestra nacionalidad, criterio que evidentemente no compartimos ya que una nación es fundamentalmente una cultura, es decir, una lengua, una conciencia y unas tradiciones en donde el protagonista siempre es la comunidad y cuando ésta se individualiza es mucho más importante darle valor a los aspectos morales, educativos, científicos y culturales. Entendemos y respetamos la profesión militar así como la importancia de la institución armada, pero no es conveniente para la conciencia nacional que se le privilegie de manera excesiva y que el resto del ser social aparezca como secundario y subordinado. El propio Bolívar tenía plena conciencia de ello, de allí su famosa y repetida frase de Moral y luces.
Con la destrucción innecesaria del Saladillo, la ciudad fue sacudida en su alma, creo que no debemos repetir el error de seguir maltratando nuestra memoria y conciencia colectiva.

Continuidad y Cambio


Las sociedades políticamente siempre oscilan entre la continuidad y el cambio. En la actual coyuntura política una mitad quiere continuar y mantener el status quo y la otra mitad quiere un cambio y un gobierno alternativo. En esta pugna realmente no hay razones ni ideológicas ni doctrinales sino el cálculo pragmático de insertarse en el Estado y acceder al presupuesto público, sea una alcaldía, una gobernación o la presidencia, de allí el interés de los partidos políticos de ambos sectores en mantener abierta la opción electoral a pesar de las reservas en la oposición con respecto a nuestro sistema electoral.
El “chavismo” murió con su fundador, lo que queda es un todo vacío y las ambiciones personales y grupales siendo las más visibles las tendencias que pudieran representar Maduro y Diosdado y las menos visibles aquellas que están presentes en el sector militar, el verdadero poder del régimen. En cualquier desenlace, ellos jugarían un papel decisivo. En la oposición hay una unidad política por necesidad con muchas diferencias reales y potenciales. Los partidos juegan, táctica y estratégicamente un doble juego, a corto plazo la unidad y a mediano plazo un proyecto gubernamental que perfectamente puede ser permeado en ambos sectores, es decir los aliados y adversarios políticos de hoy pudieran eventualmente mezclarse. El curso de los acontecimientos es difícil de predecir pero lo que sí está claro es el fracaso de este proyecto populista-militarista y el pretender hegemonizar el gobierno sobre un falso dilema de izquierdas y derechas que en la práctica no es real. La primera necesidad nacional es recuperar la convivencia y unas reglas electorales confiables. Como siempre el Estado debe alcanzar para todos, de no ser así la anarquía y la violencia nos seguirán amenazando y con ello se prolongarían penurias e incertidumbres.
Otra certidumbre es que hay un cansancio generalizado con este clima enrarecido de país detenido y sociedad atormentada. El sector joven que es mayoría exige una salida política, equilibrada, democrática y convivencial y de allí la necesidad de generar respuestas societarias y políticamente viables y en donde ningún sector político se sienta discriminado o excluido de los futuros escenarios. Nadie vive del pasado, es un error del oficialismo pretender eternizar políticamente la imagen del líder fundador y legitimar el gobierno sobre su imagen igual que es necesario que la oposición entienda que si no desarrolla el mensaje de la alternabilidad y la convivencia va a ser difícil convencer a sectores importantes que han apoyado a este gobierno de entender la importancia y necesidad de una alternativa democrática.

sábado, 29 de junio de 2013

¿Sociedades con vocación de atraso?



Hay sociedades con vocación de atraso, evidentemente no todos sus integrantes pero sí ciertos grupos o sectores. En Venezuela muchos políticos y empresarios no logran ir más allá del asalto a la renta petrolera. Muy lejos de la política moderna y de la economía productiva. Los primeros, gobernantes a cualquier nivel, se convierten en verdaderos depredadores del presupuesto público, sin rendición de cuentas, sin límites morales y en donde se practica una promiscuidad absoluta entre lo público y lo privado. Los segundos, evidentemente no todo el sector empresarial, se asumen como aventureros de los negocios con sus famosas empresas de maletín en donde todo es susceptible de convertirse en negocio, casi siempre en alianza con algún sujeto “enchufado” en el gobierno. Sin ningún escrúpulo, política y negocio se confunden. Estos personajes practican sin saberlo la muerte de dios, en donde todo está permitido bajo el manto de la santidad del dinero. Parte de nuestra incapacidad como sociedad para entrar al futuro son estos sectores “dirigentes” ya que los otros sectores o se han ausentado del país o se aíslan en sus intereses particulares y cultivan la desesperanza y la derrota anímica. En general las clases medias y los sectores populares se limitan a vivir la incertidumbre y la precariedad a que lo obligan las circunstancias y los mengüados ingresos. A pesar de todo lo anterior, podemos afirmar con certeza que las sociedades no se suicidan aunque puedan vivir como es nuestro caso una larga y agónica crisis pero en algún momento la propia sociedad logra reaccionar y de los mismos sectores identificados negativamente surgen movimientos y acciones que ayudan a cambiar radicalmente las cosas en sentido positivo. Un buen ejemplo es el sector militar, principal sostén del régimen, pero que en la historia contemporánea venezolana la institución armada siempre terminó siendo factor de cambio y estabilidad. Así fue con López y Medina, entre 1936 y 1945, mientras se liquidaba políticamente al gomecismo y así fue en 1958 y 1959, mientras desaparecía el perezjimenismo y seguramente así será en esta próxima e inevitable transición política.

Una sociedad de "amigos"


Venezuela, superficialmente, es moderna, pero en usos y costumbres, ideas y mentalidades prevalece la premodernidad con sus características tribales y clánicas, o como diría Ana Teresa Torres, “La herencia de la tribu”.

En el siglo XIX la sociedad funcionaba como una “tierra de compadres” todo se manejaba entre compadres y familiares, casi siempre convertidos en socios, asociados en sociedad, como diría un amigo. A falta de instituciones y leyes, las relaciones personales lo eran todo. Hoy esto no ha cambiado mucho, seguimos siendo una “tierra de comprades” de compañeritos y camaradas de partido. No hay actividad o servicio que no se resuelvan a este nivel. Seguimos sin instituciones que funcionen de manera objetiva y neutral y sin leyes, aplicadas escrupulosamente de acuerdo a la doctrina y la justicia. Nuestras leyes, empezando por la constitución, usualmente son de lenguaje pomposo y altisonante y meramente declarativas, llenas de lindas palabras y muchas buenas intenciones, que en su mayoría no se cumplen. Las leyes y las instituciones usualmente son para ser aplicadas o utilizadas contra los enemigos del gobierno. Es la vieja fórmula del dictador dominicano, Trujillo, “a los amigos todo, a los enemigos la ley”. La amistad o cercanía al gobernante es nuestro verdadero amparo y nuestra mejor oportunidad para obtener ventajas y “progresar”. Los poderes públicos, en vez de ser un contrapeso al poder ejecutivo y al excesivo presidencialismo, normalmente se le subordinan y se convierten en el principal instrumento de intimidación y persecución. La derivación lógica de este estado de cosas es que el hábito más extendido entre nuestros conciudadanos sea la usual viveza y la maraña cotidiana, para lo cual se precisan talentos que descansan sobre la indeterminación y precariedad de lo lícito y lo ilícito y de allí este estado generalizado delincuencial y de corrupción. En estas condiciones el estado moderno es inexistente como regulador y garante legal de relaciones interpersonales objetivas y de allí que termina siendo un cascarón vacío, ayuno de justicia y de legalidad acomodaticia lo que configura un “poder vacío” ya que el verdadero poder lo detentan los “poderes fácticos”. En primer lugar, el poder armado y después el poder político y económico que son los que terminan gobernando siempre a favor de ellos mismos. En Venezuela muchos mandan pero nadie o casi nadie gobierna. En nuestro país no hay aspiración pública más apetecida que ser tratado como jefe. En los actuales momentos, Maduro cree que manda mientras que el gobierno se diluye en múltiples grupos, mientras Diosdado se pretende jefe y actúa como tal. En estos tiempos de incertidumbre y ambigüedad y de necrofilia hay un líder fantasmagórico y unos “herederos” que tratan desesperadamente de llenar el vacío.

domingo, 9 de junio de 2013

¿Racionamiento?


De acuerdo a los teóricos, Marx entre ellos, el socialismo sería el reino de la abundancia y la libertad, de allí que no entendemos estos “socialismos” que lo que terminan generando es tiranías personales, gobiernos corruptos e ineficaces y una gran abundancia de miseria y escasez. Todo lo anterior viene al caso por la experiencia traumática que estamos viviendo la mayoría de los venezolanos sometidos a una fracasada política económica y a una larga, ya demasiado larga, inflación acompañada con la inevitable escasez. A pesar de la propaganda oficial la escasez no la produce ni el Imperio, ni los empresarios, ni la oposición sino una equivocada y errónea política que confunde economía con ideología.
En otro orden de ideas en nuestro país casi todo por no decir todo ha sido “racionado” empezando por la palabra, reducida a un lenguaje degradado y envenenado. Igualmente ha sido racionada la vida con la terrible inseguridad que nos amenaza todos los días y cobra miles de víctimas infortunadas. Asimismo ha sido racionada la libertad de pensamiento y expresión. Opinar es peligroso y delictivo si el régimen se siente aludido y amenazado. Se ha “racionado” la libertad individual y el derecho de propiedad sometido a la arbitrariedad de los amos del poder y a la discrecionalidad de tribunales, fiscalías y otros órganos del poder público. Se ha “racionado” los diversos servicios, desde hace mucho tiempo los venezolanos hemos conocido y vivido penosamente el racionamiento del agua, de la electricidad y el mal servicio de las comunicaciones en todo sentido y por último ha llegado, por ahora, el último racionamiento que es el que más nos afecta en el día a día, el de los alimentos de consumo masivo.
En Venezuela se ha impuesto el racionamiento porque la incapacidad y la corrupción se han convertido en el modelo gerencial-administrativo de este gobierno, que ha dividido a los venezolanos y que llegó a racionar también el trabajo cuando impuso las nefastas “listas” que en la práctica nos convertían a millones de personas en ciudadanos de segunda o no-ciudadanos al negar derechos fundamentales como el trabajo.
El racionamiento es el fracaso del llamado “socialismo del siglo XXI” y el éxito del llamado modelo cubano, país sometido a una férrea dictadura y cuyo mayor éxito económico fue la famosa cartilla de racionamiento, verdadera expresión de un gobierno que cultivó el poder personal hasta la idolatría y olvidó el deber elemental de todo gobierno que es la libertad y el bienestar de sus ciudadanos.


La izquierda capitalista


La “izquierda”, en la terminología o vocabulario político de la modernidad, es por definición “antisistema”. Con el advenimiento del marxismo el término izquierda se posiciona definitivamente como lo contrario del capitalismo, sistema dominante en lo económico - social y de la burguesía como clase hegemónica en lo político. Es la dialéctica hegeliana historizada, como síntesis dialéctica y en vez de surgir un nuevo sistema alternativo al capitalismo, como el socialismo y el comunismo, lo que surge es un híbrido tan extraño como el comunismo-capitalista, tal como ocurre en China y en otros países con gobiernos que se califican de izquierda y en la práctica solo sirven para apuntalar y desarrollar el capitalismo en su génesis más primitiva: un capitalismo salvaje.
Otra característica curiosa de este híbrido económico político es que han llegado al poder gobiernos que se proclaman de izquierda y terminan sirviendo al gran capital nacional e internacional, es lo que ha ocurrido en Brasil con Lula y Rousseff, en Uruguay con Tabaré y Mujica, en Chile con Lagos y Bachelet, en Bolivia con Evo Morales, en Argentina con los Kirchner, Correa en Ecuador y Ortega en Nicaragua; es decir, presuntos líderes de izquierda que terminan con sus gobiernos apuntalando sistemas tradicionales capitalistas y consolidando viejas y nuevas burguesías. Un buen ejemplo es nuestro propio país en donde el gobierno de turno, autoproclamado revolucionario y socialista, terminó consolidando el petroestado capitalista que siempre hemos sido y una emergente boliburguesía de fortunas rápidas y corrupción grosera.
Estos pretendidos revolucionarios, que en nombre del pueblo viven y actúan como millonarios, terminan avalando todo lo que en teoría rechazan, entre otras cosas el consumismo desaforado y el dinero casi como un valor absoluto de la vida social. Hegel frente a esto diría que son las ironías de la historia o astucias de la razón. Cuba es otro aberrante ejemplo de “nueva sociedad y hombre nuevo”, en donde el capitalismo de Estado termina siendo el ogro filantrópico que todo lo controla y que monopoliza y administra una camarilla que piensa, vive y actúa como capitalista en el peor sentido de la palabra. Lula y Mujica ejemplarizan muy bien esta ironía: viejos luchadores de izquierda, convertidos al frente de sus gobiernos en vendedores de productos, bienes y servicios que en sus respectivos países producen las pujantes empresas capitalistas de Brasil y Uruguay.
Una vez más, en nuestra cultura nominalista las palabras y los hechos se contradicen y se oponen creando confusión y alimentando mitologías.

La generación perdida


Esta fue la frase que utilizó Gertrude Stein, para referirse a la generación de escritores norteamericanos que hacían su peregrinaje existencial y literario a París, entre otros, Henry Miller y Ernest Hemingway. La realidad demostró que no sólo no estaban perdidos sino que su escritura marcó de manera indeleble a su país y a la cultura del siglo XX. El problema es de talento y esfuerzos más que de circunstancias. Esto viene al caso, porque en Venezuela se viene hablando de décadas perdidas para las últimas generaciones que les tocó nacer y vivir en una sociedad sometida a todas las pruebas. Son las llamadas generaciones de la crisis. Para el país son 30 años no de pro-greso sino de re-greso. Para millones de jóvenes su realidad y su circunstancia para “triunfar” o para “fracasar”. El destino individual no puede confundirse con el destino colectivo, aunque aceptamos como válida la frase historicista atribuida a Ortega y Gasset “yo y mi circunstancia”. Millones de jóvenes no han conocido otra cosa que incertidumbre y falta de oportunidades, por una política suicida de división del país y destrucción de la economía, pero como las sociedades no se suicidan, muchos de estos jóvenes no sólo aprendieron a sobrevivir sino también a progresar. Todo esto resulta trágico e innecesario si tomamos en cuenta que Venezuela es un país privilegiado en muchos sentidos. Existen los recursos humanos y existen los recursos de la naturaleza que configuran un país con todas las ventajas comparativas y competitivas que la ciencia económica ha establecido.
Estos tiempos de incertidumbre, temor y precariedad, tengo la impresión que están por terminar o por lo menos, es mi deseo. Si asumimos la teoría pendular de la historia de Vico, 30 años es mucho tiempo para una crisis que comenzó siendo política, continuó como crisis política y social y terminó siendo una verdadera crisis moral y que posibilitó esta autocracia militarista de los últimos 14 años.
En términos filosóficos nadie triunfa o fracasa absolutamente y así ha ocurrido con las últimas generaciones y el país en general. Inclusive este re-greso debe implicar necesariamente unos aprendizajes que a mi juicio muchos millones de venezolanos han asumido y es que la Venezuela rentista y saudita es una realidad que ya pertenece al pasado y que solamente si asumimos nuestras responsabilidades individuales y colectivas podremos reasumir nuestro proyecto democrático-modernizador de sociedad abierta, plural y progresista, y creo que millones de jóvenes así lo han entendido y lo están asumiendo y por eso el futuro se está convirtiendo en la idea-programa que poco a poco le está devolviendo la confianza a los venezolanos.

Garrote y/o zanahoria


En cualquier curso de gerencia se utiliza esta terminología conductista y tan poco poética de “garrote y/o zanahoria” para expresar la vieja fórmula pedagógica del premio y castigo tan usada en las escuelas y familias tradicionales. El actual gobierno -profundamente anacrónico, tanto en su origen como en su desempeño- aspira a recuperar legitimidad y gobernabilidad con este viejo método que pretende reducir la naturaleza humana casi a la condición de bestias. A los animales se les “educa” a golpe y/o con gratificaciones.
El gobierno ha invitado al sector empresarial a conversar sobre la base de cooperar para reactivar la producción y combatir el severo desabastecimiento, provocado por el mismo gobierno que golpea y afecta todos los sectores, particularmente los más débiles económicamente, como lo son los sectores populares, la clase trabajadora y la golpeada y precaria clase media, con ingresos fijos e insuficientes, y enfrentados todos a una inflación cercana al 30%. Con ello se cae la propaganda gubernamental al pretender señalar como responsables al sector privado y no asumir su propia responsabilidad, producto de su fracasada e irracional política económica de expropiaciones arbitrarias e improductivas y una corrupción fuera de control.
El “show” empezó con la promesa no de rectificar políticas erróneas sino con la expectativa de repartir dólares preferenciales y estimular la elemental codicia y el interés legítimo de un sector empresarial que sobrevive con el acceso a estos dólares, es decir, la “zanahoria” deseada y apetecida. Para los otros sectores se utiliza la estrategia de las expectativas y promesas económicas, en particular, el aumento salarial y en primer lugar para el sector militar.
El “garrote” es para los demás, para la oposición política en general y el sector sindical y crítico del país. La idea es atemorizar y “descabezar” liderazgos y para ello se sigue utilizando los poderes públicos, en particular la fiscalía y los tribunales, lamentablemente partidizados.
En lo personal creo profundamente en la tolerancia, la convivencia, el diálogo y la paz como valores absolutos y necesarios de un sistema político y social, de allí que lo apropiado sería en vez del “garrote y/o la zanahoria”, un gran diálogo nacional, tal como lo vienen proponiendo diversos sectores y particularmente la Conferencia Episcopal Venezolana, y es que la política no puede sustentarse en una idea errónea de la naturaleza humana, asumida en su versión primitiva o biológica, sino al contrario asumir a plenitud el hecho cierto de que los seres humanos somos libres y portadores de una dignidad personal absoluta y que no puede ser maltratada o manipulada por el presunto pragmatismo de una fórmula tan primaria como “garrote y/o zanahoria”.

jueves, 9 de mayo de 2013

Indignos o indignados


Los seres humanos necesariamente tenemos que ser individualizados y personalizados, en toda circunstancia por el hecho cierto de ser poseedores de dignidad y libertad, lo que implica a su vez que todo ser humano es responsable de sus actos. En consecuencia toda conducta colectiva no implica eximir de responsabilidad a sus participantes. Esto viene al caso, cuando toda una sociedad o parte importante de ella se extravía y asume conductas cómplices, tanto porque participa, como porque calla. Es lo que pasó en la Italia fascista y en la Alemania nacionalsocialista, así como en la Rusia bolchevique y en la España franquista. Igualmente indigna, fue la conducta de muchos franceses frente a la invasión nazi, conducta indigna que todavía hoy avergüenza a la nación francesa.
Aquí en América Latina también ha sido relativamente frecuente el silencio cómplice o la participación inescrupulosa de muchas personas que por interés, cálculo o miedo terminan avalando dictaduras y gobiernos corruptos e inescrupulosos. Así fue en la Argentina de Videla y el Chile de Pinochet; igualmente en las feroces dictaduras militares brasileña y uruguaya, así como muchas otras que siguen avergonzando al continente. Otro buen ejemplo es la tiranía cubana de más de medio siglo, que no habla muy bien de un pueblo, por lo menos de una parte de él, que pareciera haberse acostumbrado a la complicidad y a la servidumbre.
De allí el título de este artículo ¿Indignos o indignados?. En el mundo actual la respuesta que se ha venido imponiendo afortunadamente es la de los llamados “indignados”, que han logrado que en los últimos treinta años el mundo pasara de más de setenta dictaduras a menos de cuarenta. El ejemplo más reciente lo tenemos en el Medio Oriente, cuando la indignación de millones de personas acabó con las tiranías y dictaduras longevas de esa parte del mundo. Igualmente en algunos países europeos millones de personas se lanzaron a las calles y plazas para protestar por la corrupción e insensibilidad de malos gobiernos y políticos corruptos. La idea no es recurrir a la violencia irracional de las “masas” pero sí a la presencia activa de la gente en la vía pública, en el ejercicio pleno de su ciudadanía civil, participando y protestando pacífica y legalmente como expresión de su “indignación”.
La experiencia histórica demuestra que siempre son las cobardías morales y las complicidades de muchos, las que generan tiranos y tiranías, dictadores y dictaduras. Las “mayorías” no siempre tienen razón; al contrario en tiempos de crisis, casi siempre, se equivocan. Muchos por interés y casi todos por temor. El miedo a la libertad también forma parte de la historia de la humanidad.

domingo, 5 de mayo de 2013

El balance del mundo (2012-2013)


Los procesos históricos en un mundo globalizado son complejos y contradictorios. Muchos procesos y acontecimientos son previsibles pero igualmente existen los imponderables que volatilizan cualquier predicción. No existe una ciencia del futuro, pero sí es posible intentar identificar hechos y tendencias y en algunos casos anticipar, como por ejemplo, en los fenómenos meteorológicos aunque en el campo humano, como ya hemos dicho, lo imprevisto e impredecible están siempre presentes.

En el año 2013, se van a producir cambios políticos importantes en algunos países, como la nueva jefatura china. Las elecciones legislativa en la India, países que por su tamaño e importancia tienen una gran influencia en el mundo. La incorporación de Croacia como estado número 28 en la comunidad europea pero quizás la elección políticamente más importante es la del nuevo gobierno en Irán. Elección clave en una región altamente volátil y que de sus resultados prácticamente pudiera depender la paz o un gran conflicto armado en la región con repercusiones mundiales.

Igualmente las elecciones legislativas en Alemania pueden ser decisivas en cuanto al manejo de la crisis europea, por el papel protagónico que juega Alemania en esta comunidad de naciones.

La elección del nuevo papa también marca una noticia importante por las características del mismo, latinoamericano, jesuíta y la adopción del nombre: Francesco.

La economía mundial tiende a recuperarse y las proyecciones de crecimiento económico son las siguientes: 5.8% en los llamados países emergentes (BRIC). Un 3.5% como promedio mundial, y apenas un 1.6% en los llamados países desarrollados. Asia crecerá un 6.4%, sin Japón que apenas lo hará en un 1.2%. África Subsahariana un 4.8%. África del Norte y Medio Oriente 3.8%. América del Sur 3.9%. América del Norte 2.2%. Europa Occidental 0.3% y Europa Oriental 2.9%. Estas cifras en términos macrohistóricos y de mantenerse estas tendencias a largo plazo indicarían que el mundo está buscando un mayor equilibrio económico, lo cual es francamente positivo para la paz mundial. Como se viene diciendo en los últimos 40 años, vivimos en un mundo multipolar en donde la dinámica geopolítica fundamental estaría determinada por EEUU y China, que comparten intereses crecientes lo que pudiera hacer pensar en una paz mundial en las próximas décadas sin descartar importantes y graves conflictos regionales. Zonas de conflicto las hay y vienen del pasado inmediato, los más ruidosos y peligrosos se ubican en Medio Oriente y Norte de África y es fácilmente proyectable un aumento de las tensiones en la región, especialmente a nivel político por el conflicto abierto entre los diversos proyectos democráticos modernizadores y el fundamentalismo antioccidental. El mundo va a seguir siendo peligroso aunque luce en el corto plazo que la mayoría de los países y bloques van a privilegiar los negocios y la economía y evitar en los posible la confrontación.

En esta visión global y con una América Latina en franco crecimiento económico y desarrollo del proyecto democrático, Venezuela luce como una anomalía, con una economía destrozada, una sociedad dividida y un proyecto político anacrónico e inviable.

martes, 16 de abril de 2013

El atraso como ideología

La historia es fundamentalmente tiempo y, contrariamente a la teoría del tiempo único y progresivo, lo real son los muchos tiempos que coexisten: así como hay una modernidad y pueblos instalados en esa modernidad, otros permanecen anclados en estadios evolutivos anteriores, inclusive en tiempos equivalentes a la prehistoria.
Otras sociedades mantienen en su seno grupos diversos con usos, costumbres y mentalidades mezcladas, es nuestro caso, países a medio hacer, a medio camino entre la modernidad y la premodernidad; podemos usar tecnología de punta y tener actitudes y conductas primitivas o mágicas; vivir en una ciudad y tener o mantener conductas rurales.
Este tipo de sociedad desigual y contradictoria va a reproducir sus contradicciones y limitaciones históricas a todos los niveles, incluidas las estructuras institucionales, jurídicas y políticas. Ello ayuda a explicar el actual gobierno, muchas de sus políticas, ideología e imaginario.
El siglo XXI venezolano se asume en la perspectiva de personajes definitivamente anacrónicos, inspirado en un cacique rural, esclavista y terrateniente como Zamora, un ideólogo ilustrado pero iluso en muchos casos, como Simón Rodríguez, y la figura emblemática del padre de la patria, todo ello como andamiaje ideológico para acceder al futuro, algo así como pretender llegar a Marte con la física de los griegos o de los medievales.
En nuestro tiempo este anacronismo tiene sabidos antecedentes fracasados y con un alto costo en sufrimiento y atraso: estoy pensando en la barbarie de los Khamer Rouge de Camboya, que pretendieron regresar al campo y a la barbarie al 90% de la población, 30 años después el país no logra recuperarse.
Igual Corea del Norte con Kim Jong-Un, o los talibanes de Afganistán, pero aquí mismo en mérica Latina tenemos a Cuba con su envejecida gerontocracia, pobreza generalizada y la indignidad de haber convertido la prostitución en política de Estado y prohibir los mejores sitios de la isla a sus propios ciudadanos, convertidos en un porcentaje alto en servidores de turistas. Como la diosa bifronte Jano o aprendemos a mirar hacia delante y avanzamos o el pasado se convierte en culto y mausoleo.

Democracia


Después de un proceso electoral, no importando quién lo haya ganado, se hace necesario reafirmar nuestra fe en la Democracia y nuestro compromiso democrático. La Democracia más que un sistema político es un sistema de pensamiento y de valores, una cultura, la más propicia a la convivencia humana y a la consecución del Bien Común. La Democracia es convivencia, tolerancia, pluralismo, solidaridad, respeto a los derechos de los demás, división efectiva de los poderes, responsabilidad administrativa y alternabilidad en el poder con garantías para todos y respeto al derecho de las minorías. En la época moderna se agrega la vigencia de los Derechos Humanos, sustentados en dos principios fundamentales, la libertad de la condición humana y la dignidad de las personas. En Venezuela, durante todo el siglo XX, se confrontaron dos proyectos políticos, el proyecto autocrático y el proyecto democrático, creándose una dialéctica que sigue marcando el proceso político contemporáneo, de allí que no es ocioso volver a recordar quizá la primera declaración orgánica del concepto de Democracia como filosofía social y de vida; y se le atribuye al historiador ateniense Tucídides (460 a.C. - 396 a.C.) en su libro La Guerra del Peloponeso, y que pone en boca de Pericles (495 a.C.- 429 a.C) una declaración plenamente vigente.

Nuestro régimen político es la democracia, y se llama así porque busca la utilidad del mayor número y no la ventaja de algunos. Todos somos iguales ante la ley, y cuando la República otorga honores lo hace para recompensar virtudes y no para consagrar el privilegio. Todos somos llamados a exponer nuestras opiniones sobre los asuntos públicos. Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres; ninguna Ley prohíbe la entrada en ella a los extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones ni de nuestros espectáculos; nada hay en Atenas oculto, y se permite a todos que vean y aprendan en ella lo que bien les pareciere…
Confiamos para vencer en nuestro valor y en nuestra inteligencia. Tenemos el culto de lo bello y cultivamos la filosofía, sin que eso debilite nuestro carácter. Si poseemos riquezas no es para guardarlas ociosas ni para envanecernos de su posesión, sino para emplearlas productivamente. Para nadie es vergonzoso entre nosotros confesar que es pobre; lo que sí es vergonzoso es no tratar de salir de la pobreza por medio del trabajo. Todos los ciudadanos, incluso los que se dedican a los trabajos manuales, toman parte en la vida pública; y si hay alguno que se desinteresa de ella se le considera como hombre inútil e indigno de toda consideración. Examinamos detenidamente los negocios públicos porque no creemos que el razonamiento perjudique a la acción; lo que sí creemos perjudicial para la patria es no instruirnos previamente por el estudio de lo que debemos ejecutar”.

Con el mismo espíritu, casi dos mil años después, Abrahan Lincoln (1809-1865), reafirma esta filosofía y estos principios en su discurso de Gettysburg (10-11-1863) también con motivo de unas honras fúnebres, homenaje a los caídos de una batalla de la guerra civil norteamericana:

Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales. Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar de último descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.
Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.“

La Democracia sigue siendo, en términos históricos y prácticos, el mejor sistema concebido por el hombre para garantizar la convivencia y el progreso humano, de hecho ella forma parte de una conquista civilizatoria fundamental que implica que, el conflicto de intereses siempre presente en la historia humana, y las controversias de todo tipo que siempre acompañan la vida social, sólo pueden ser resueltas por la vía del diálogo y el respeto y para las decisiones importantes, de no lograrse el consenso, siempre se recurre al método electoral, siempre y cuando, éste, garantice equilibrio y objetividad en el árbitro. Este sistema político que ha terminado por prevalecer en todo el mundo evidentemente es imperfecto como muy bien lo apuntara Winston Churchill (1874-1965), al calificarlo como el menos malos de los sistemas de gobierno creados por el hombre, pero en su esencia defectuosa siempre existe la posibilidad de la perfectibilidad del sistema y no otra cosa ha sido la historia de la humanidad, la prosecución incansable de utopías e ideales en función de valores y logros, tanto en un sentido espiritual como material. No es casual que hasta los regímenes que niegan la democracia de hecho insisten en definirse como democráticos, como ocurrió en muchos de los fenecidos regímenes comunistas del siglo XX. La palabra en sí misma ya es un programa político y en la Venezuela de los últimos años la palabra democracia es la principal convocante del futuro. En nuestro país, la democracia republicana ya forma parte del proyecto fundacional de la nación, naufragado lamentablemente en la barbarie que caracterizó la Venezuela del siglo XIX. Dentro del proyecto democrático nacional se ha ido erigiendo como una urgencia del pensamiento político, la construcción de una épica civil que permita definir el proyecto de República Democrática desde la propia sociedad como totalidad y no desde un sector de ella y mucho menos desde el sector castrense que por diversos intereses ha venido monopolizando el pensamiento historiográfico y político del país. La Democracia no es un proyecto ni de autócratas ni de élites egoístas sino un proyecto compartido de país inclusivo y progresista. No hay tarea más urgente para las nuevas generaciones que seguir construyendo en la práctica este proyecto, y su principal obstáculo quizá siga siendo la épica militar, fuertemente arraigada en nuestra conciencia colectiva, y la condición de estado petrolero que ha propiciado una manera de ser de la mayoría de nuestros conciudadanos inadecuada, para decir lo menos. La democracia, como ya llevamos dicho, es una filosofía y una cultura, pero también implica unas estructuras económicas democráticas, así como una estructuración de la sociedad también democrática. En nuestro país se ha hablado de un ADN democrático, como garantía de supervivencia del sistema, en lo personal tengo mis dudas sobre este pretendido ADN que quizá estemos confundiendo con la costumbre de participar en procesos electorales, convirtiendo el proceso electoral casi en un fetichismo del sistema, especialmente cuando este, los procesos electorales, se desarrollan sin garantías de equilibrio e imparcialidad. La democracia venezolana tiene profundos desafíos ante sí de cara a las exigencias del siglo XXI, y estos desafíos no podrán ser enfrentados exitosamente sino aprendemos a mirar hacia adelante y a entender que una nación es una identidad dinámica que se nutre más del futuro que del pasado. El pasado no puede ser cambiado, pero puede ser manipulado y de hecho lo es por las élites dominantes y los gobernantes de turno y por ello las dificultades de que el futuro sea compartido por todos ya que se tiende a proyectar también hacia el futuro la misma manipulación ideológico-política que usualmente se hace con el pasado.

Venezuela vive no solo una crisis de larga duración dino que de hecho se encuentra en una encrucijada histórica, cuyo principal desafío es la globalización y la posibilidad de dejar de ser una sociedad minera sin renunciar, como es lógico, al valor estratégico que significa el ser un país petrolero. Quizá allí radica nuestro principal error histórico, no haber entendido ni asumido la oportunidad petrolera como una ventaja comparativa y competitiva para facilitar el desarrollo de una economía productiva y más bien habernos quedado en la concepción primitiva de este tipo de economía minera que nos convierte en rentistas irresponsables que al no tener que rendir cuentas de una riqueza no producida por nosotros mismos, simplemente terminamos dilapidándola como un patrimonio heredado y quizá no merecido.

En términos históricos, en Venezuela podemos hablar de una democracia petrolera, nos toca construir una democracia sin apellidos y que exprese de manera real los principios y valores ya aludidos en el discurso de Pericles y en el discurso de Lincoln. Creemos que tenemos la capacidad humana para hacerlo. Las nuevas generaciones tienen que entenderlo y asumirlo como su responsabilidad primaria, que no es otro que propiciar un modelo de desarrollo moderno, eficiente, solidario y honesto y quizá eso nos obligue como sociedad a abandonar viejos paradigmas y a asumir plenamente los paradigmas de la modernidad o como algunos autores llaman, las nuevas utopías que se definen, no solamente a nivel nacional sino a nivel global. Nunca como ahora la humanidad ha estado más integrada en términos de desafíos y riesgos y nunca como ahora la co-responsabilidad nos compromete, ya no solamente con nuestro país, sino con el destino humano en general.

La Democracia no se agota en el proceso electoral, al contrario, puede perecer en un proceso electoral si este no garantiza la igualdad de participación y de condiciones, de allí que en un sistema democrático los poderes fundamentales pasan a ser el poder electoral y el poder judicial, como poderes árbitros por definición; en Venezuela, lamentablemente, nos falta un largo camino por recorrer en este sentido.

Somos de los que estamos convencidos que en función de la teoría cíclica de la historia se avecinan tiempos difíciles y tormentosos, pero quizá definitivos para alcanzar el fondo de nuestra crisis, y como los pueblos no se suicidan necesaria e inevitablemente nos tocará emerger de esta ya larga crisis de más de 30 años con un “nuevo” proyecto de país que reivindique lo mejor de nuestro pasado y que al mismo tiempo posibilite nuestro mejor esfuerzo para definitivamente consolidar un proyecto civil, republicano y democrático.