domingo, 29 de septiembre de 2013

¿Golpe de Estado?


Cada tanto tiempo surge el tema del golpe de estado en nuestro país, por lo menos a nivel mediático. Henrique Capriles Radonski en su reciente visita a Miami se pronunció al respecto de manera categórica y rechazó de manera firme cualquier posibilidad y de allí que afirmara de manera rotunda, y a mi juicio conveniente, que bajo ninguna circunstancia le conviene al país un golpe de estado.
Por el lado del oficialismo llamó mucho la atención una declaración de Diosdado Cabello con motivo del reciente viaje de Maduro a China y antes que este abordara el avión Cabello le garantizó que se fuera tranquilo porque aquí nadie le iba a dar un golpe de estado. Despierta curiosidad la obsesión por el tema de algunos personeros del oficialismo, incluido el fallecido presidente que permanentemente se referían al golpe de estado convirtiéndolo en un tema recurrente de su discurso oficial. No sé si esto ocurre de manera consciente o inconsciente viniendo de quienes montan su proyecto hegemónico a partir de una larga conspiración que culminó en un golpe de estado afortunadamente fallido. Tampoco me luce casual la glorificación del 4 de febrero como ícono y mito fundacional del actual proyecto político dominante.
Para cualquier examen racional del tema es claro que el golpe de estado como proyecto político es más factible encontrarlo en los sectores militares y entornos cercanos que en el mundo civil y político partidista. Igualmente creo que es un secreto a voces que existen grupos minoritarios radicales tanto en los sectores del oficialismo como en algunos sectores de oposición que pudieran estar estimulando este tipo de acciones, y dejar en un segundo lugar el proceso político democrático electoral que a mi juicio cuenta con mayoría determinante tanto en la oposición como en el oficialismo. De allí la importancia de un pacto social o compromiso público a favor del sistema democrático y las vías electorales sustentados en el reconocimiento y respeto del adversario, el pluralismo ideológico y político y el diálogo fecundo y necesario. Contra esto conspira no solamente el radicalismo de algunos sino la propia historia y particularmente la nuestra que ha tenido una debilidad permanente hacia los atajos golpistas y dictatoriales.
Ojalá sirva de advertencia lo que está sucediendo en el Medio Oriente, en Egipto y con dramatismo creciente en Siria, cuando el protagonismo político se centra en lo militar y se abandonan las vías pacíficas y democráticas. En Venezuela no tenemos alternativas sino apostar a la democracia y la vía electoral y rechazar de manera absoluta cualquier desviación golpista.

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