lunes, 27 de abril de 2009

El fracaso del Estado

Cuando el Estado, a través de los diversos gobiernos que lo representan y las respectivas políticas públicas no cumplen con sus objetivos específicos, se puede hablar de fracaso del Estado. En este sentido y en materia de seguridad se puede hablar de un rotundo fracaso del Estado venezolano, en particular desde 1958 para acá, que es el periodo que nos estamos ocupando.

Toda sociedad tiene su porcentaje inevitable de delincuencia, en particular la espontánea y la impredecible, pero el problema se torna particularmente grave cuando la delincuencia se hace organizada y se convierte en “negocios” como en las clásicas “mafias” que el cine ha popularizado, y como estructura económica altamente lucrativa termina por infiltrar y convertir en cómplices a sectores importantes de los policías, jueces y políticos, inclusive vinculados a los gobiernos locales y nacionales, cuando esto ocurre la situación es sumamente grave y se compromete seriamente el estado de derecho y la seguridad y tranquilidad ciudadana.

Este fenómeno o patología social se da en todas las sociedades modernas, pero golpea fuertemente a las más atrasadas e invertebradas, es lo que ha venido sucediendo en Colombia y en nuestro país, para no ir muy lejos.

En Venezuela, hoy por hoy, la inseguridad se ha convertido en el primer problema nacional, y el Estado aparentemente luce desbordado, indefenso o cómplice.

Al gobierno de turno le toca la principal responsabilidad ¿Se está haciendo lo suficiente?

La voluntad de poder

La voluntad de poder forma parte de la condición humana y es consubstancial a la vida, según el filosofo Federico Nietzsche.

Es una negación de “valores” y afirmación de otros, presentados como “nuevos”. En ese sentido, nuestros caudillos-presidentes, incluido el “pretrócrata” actual, buscan y quieren el poder, a toda costa y por encima de cualquier cosa y creen, de verdad verdad, que lo hacen por servir a una causa noble y redimir a su “pueblo”. Son los “vengadores” históricos de una sociedad.

Esta enfermedad, llamada voluntad de poder, si no es contenida por la ley, arrastrará a las sociedades que lo permiten y toleran a grandes tragedias, como fuerzas de la naturaleza desbordadas. También las sociedades enferman, y se alienan frente a estos individuos mesiánicos imbuidos de “voluntad de poder” como si de una misión divina se tratara.

“La voluntad de poder” sólo puede ser explicada desde la psicología, ya que el concepto conlleva una vida de carencias y necesidades y que pueden ser satisfechas y compensadas por el dominio y la fuerza. La voluntad de poder no conoce otro límite que la voluntad de poder y Hitler sólo pudo ser detenido por una fuerza superior a un costo de 50 millones de cadáveres.

“La voluntad de poder” en la historia ha sido una tragedia, de allí que me niego a aceptar que sea un rasgo fundamental de la “vida”; igual que no comparto la teoría Darwinista de la sobrevivencia del más apto y el más fuerte.

La sociedad moderna si quiere, puede evitar y derrotar la “voluntad de poder” a través de la “domesticación” del poder, con la limitación y control del poder, no otra cosa es la democracia en su sentido más amplio y profundo.

Autonomía y Democracia

De acuerdo a la Asociación Internacional de Universidades, en sus reuniones de Nueva Delhi (1962), Cambridge (1963), Moscú (1964), y Tokio (1965); la Autonomía estaría definida:

1) Por el derecho a seleccionar las Universidades, su personal a todos los niveles, autoridades, profesores, empleados y obreros.

2) Por la selección de sus estudiantes, con criterios libres y amplios.

3) Por la autonomía curricular, docente y administrativa así como por el otorgamiento de títulos.

4) Por la capacidad plena para determinar el tipo de investigación que se quiere hacer.

5) Por la autonomía para distribuir y administrar los recursos financieros y de cualquier otro tipo.

De acuerdo a lo anterior, la Autonomía implica, el autogobierno y una amplia independencia académica y administrativa.

No es el caso analizar en detalle todos estos puntos pero sí es importante constatar una vez más la amplitud conceptual y la problematicidad de la Autonomía, sus contenidos políticos y académicos, así como su conflictualidad estructural con respecto al Estado.

No puede darse una comprensión de la Autonomía sin tomar en cuenta su historicidad, el tipo de Universidad que se pretende y el modelo de sociedad que somos y que queremos llegar a ser.

Juan Pablo II nos lo recuerda acertadamente cuando dice: “La Universidad es una comunidad académica, que de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales. Ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común”.

Los tiempos que corren no son fáciles, en el ámbito económico y social se han alcanzado niveles nunca antes vistos, con indicadores catastróficos sólo equiparables a nuestras épocas más oscuras y violentas.

En el plano político es ya evidente la tentación autoritaria y antidemocrática presente en el gobierno, una verdadera dictadura constitucional, enmarcada en nuestra tradición histórica de Constituciones como traje a la medida del autócrata de turno.

Lamentablemente la reforma universitaria, siendo tan urgente y necesaria, pasa a un segundo lugar frente al cerco económico y el acoso político a que son sometidas las Universidades. Ello no puede ni debe continuar. Una vez más combatir por la autonomía es combatir por la democracia, en esta dramática historia cíclica nuestra.

viernes, 24 de abril de 2009

La justicia como venganza

El régimen tiránico (entendida la tiranía como el sometimiento del gobierno y del estado a la voluntad, capricho, arbitrariedades, pasiones y emociones de un solo individuo), ha impuesto en Venezuela una hegemonía que no acepta ninguna contradicción, ni oposición, ni disidencia; quien lo intenta debe ser aniquilado políticamente y echado a un lado, por ahora con la cárcel y el exilio o la inhabilitación de hecho y de derecho.
¿Cómo ha sido esto posible? Una explicación podría ser la “democracia boba” que lo engendró.
De la crisis y del miedo que ella engendraba, en vez de mirar hacia delante como sociedad miramos hacia atrás y volvimos a elegir a CAP II y Caldera II al haber fracasado en elegir a una ex – reina de belleza.
Sin haber salido de la crisis y con mucho miedo y confusión hicimos presidente a un conspirador profesional que venía de las catacumbas cuartelarias y de la Venezuela decimonónica con su “árbol de las tres raíces” y sus tres nombres sagrados de la mitología nacional.
Un grupo de logreros que siempre abundan en suelo patrio, apadrinaron al teniente coronel, audaz y hablador y después como casi siempre ocurre la criada le salió respondona.
El aventurero hecho con el poder, se engolosina y no quiere dejarlo y para ello utilizó la eficaz asesoría cubana. ¿Cómo un país pequeño y cómo un régimen político tiránico y fracasado usurpa nuestra soberanía, anula nuestro orgullo nacional; se aprovecha de nosotros en todos los sentidos y nuestro presidente de manera sumisa y servil, va a recibir ordenes, hasta ahora con 48 visitas a la isla, situación nunca vista en la conducta de ningún jefe de estado?
La chequera petrolera fue su segundo instrumento y el tercero la estrategia del miedo siguiendo en esto a Maquiavelo cuando afirmaba que el gobernante debe inspirar temor y actuar sin compasión. Para ello el discurso amenazante y descalificador, para recordarnos que esta es una revolución armada y para que no queden dudas todos lo poderes públicos están subordinados al jefe. La estrategia es coherente, primero fue la inhabilitación política de algunos opositores, luego la prisión de otros y la condena injusta de los Comisarios y en estos momentos el acoso a Rosales y la prisión de Baduel.
Este régimen no tiene autoridad moral para juzgar ni por conspiración ni por corrupción a nadie y su concepto de la ley es el mismo que tenía el dictador Trujillo quien decía “a los amigos todo, a los enemigos la ley”.

Universidad, Sociedad y Estado II

La concepción de la Universidad medieval que surge básicamente como comunidad del saber, como comunidad en permanente búsqueda de la verdad, se ha mantenido no sólo legalmente, sino que en la práctica no existe ninguna Universidad que se respete, que haya renunciado a este postulado.
Esta Universidad que gira en torno a la investigación y a la ciencia, en términos históricos y sociológicos, se tiende a identificar con el llamado modelo alemán de Universidad, concretamente, con la Universidad que surge en Alemania con la Universidad de Berlín a comienzos del siglo XIX. Este modelo identifica el modelo anglosajón que privilegia la investigación y la creación de conocimiento.
La Universidad de hoy, que no ha renunciado a ser un espacio para la investigación, se encuentra ante la disyuntiva de acceder a un escenario en donde el mercado ha pasado a ser el eje de organización de la sociedad y la revalorización del conocimiento, como una estrategia que nos permita formar parte de la economía política, relacionando directamente formación con empleo.
El segundo modelo de Universidad es la que tiene como misión primordial la formación de los recursos humanos, este que privilegia la relación entre docentes y alumnos, tiende a identificarse con el llamado modelo francés o modelo profesionista. Después de la Revolución Francesa, la universidad francesa lo asume como modelo administrativo que va a responder a las políticas del Estado y a las necesidades de la sociedad.
Si Alemania y Francia fueron las cunas de los modelos paradigmáticos universitarios con acento en la creación de conocimientos o en la formación de profesionales, a nivel de extensión, es la universidad Latinoamérica la que asume a cabalidad y con clara conciencia, especialmente, a partir de los acontecimientos de Córdoba (1918), esta función entendida como el compromiso social y político que tiene la institución universitaria con su tiempo y con su época, es decir, la relación de la Universidad con el Estado y la sociedad, tal como se ha evidenciado en nuestros procesos políticos y el protagonismo estudiantil en los mismos.

Universidad, Sociedad y Estado

La Universidad nace para ser contemporánea del futuro, por eso ha permanecido y ha vencido al tiempo. Con mil años de historia, entramos al nuevo milenio para no faltar a la cita del tiempo y poder seguir cumpliendo con el destino del hombre, asumido éste fundamentalmente como un destino indisolublemente ligado a la ciencia y a la cultura.

La Universidad es histórica, es local y es universal. Por eso siempre debe ser pensada y asumida en la inmanencia y en la trascendencia. Forma parte de la sociedad y de la política, y expresa y se expresa en el devenir concreto de cada pueblo. La Universidad nuestra, ya tricentenaria forma parte de la tradición occidental; de la latinoamericana y de la venezolana.

Desde 1936, el país trata de definir y desarrollar un modelo democrático y abierto, pluralista y moderno de la sociedad venezolana; y en esta definición, creación y cambio de las instituciones se inscribe nuestro modelo universitario, genéricamente definido como autónomo, democrático y popular, formando parte del proceso de masificación de la educación, así como de la formación de las élites.

Este modelo, en líneas generales, ha funcionado y cumplido sus objetivos; pero, igual que el resto del sistema, se fue mediatizando en el proceso y degenerando en un modelo populista de gestión y funcionamiento, que en este momento luce totalmente agotado. Por eso nosotros hemos hablado de una Universidad en tiempos de crisis y de cambio; es innegable que vivimos una transición que nos obliga con urgencia a pensar a la Universidad de manera diferente a la tradicional. De allí la necesidad de la Universidad creativa, que implica una gran dosis de imaginación y voluntad autocrítica que nos obligue a cambiar de verdad. No tenemos otra alternativa que enfrentarnos a nosotros mismos, combatir de manera frontal las desviaciones internas y las mediatizaciones externas. No tengo la menor duda de que nuestra misión más urgente es denunciar y desmontar estas dos desviaciones del sistema y superar definitivamente el modelo populista de Universidad que tenemos.



¿Quién ganó el 15 F?

Cuando J. V. Rangel dice que un entendimiento nacional se hace necesario de lo contario terminaríamos matándonos ya que el país está dividido en dos mitades. Esta lectura política de los resultados del 15 de febrero la compartimos. Todos conocen y saben del obsceno ventajismo oficial, del uso y abuso de los recursos públicos, de la parcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE), de la manipulación descarada y forajida del Registro Electoral Permanente (REP) y del irrespeto a leyes y normas. Si a eso agregamos la presión infame e indigna a los empleados públicos y las “dudas” tecnológicas y a pesar de todo ello el oficialismo lo que obtuvo fue un triunfo inflado ya que la cifra real parece estar cerca de los 350 mil votos de diferencia.

En las últimas semanas y después del fracaso electoral del 15 de febrero, en donde el caudillo no obtuvo los votos que esperaba, se ha empeñado en distraer la atención, con sus acostumbradas amenazas y arbitrariedades. Esta estrategia que los medios potencian y la propia oposición favorece, no debe permitírsele al gamonal para que siga imponiendo la agenda política y mediática, con improperios y vulgaridades y con acciones escandalosas que sólo tratan de producir confusión y miedo. Frente a ello, hay que contraponer la denuncia sistemática de los fracasos gubernamentales, de la corrupción, al mismo tiempo que se desarrolla un lenguaje y una conducta sustentada en la irreverencia y la desacralización, que permitan reducir al personaje a su justa dimensión de un gobernante fracasado.

El gran manipulador electoral ya no representa la mayoría, desde el 2007 la perdió afectiva y efectivamente tal como se evidenció el 2D y el 23N. Hoy sus seguidores, en su mayoría, son empleados públicos obligados o forzados a participar y apoyar. Un “lumpen” lleno de necesidades que han vestido por igual las franelas y gorras de los diferentes gobiernos que hemos tenido. Otros apoyos son la boliburguesia, por cierto cada vez más cauta frente a los excesos del líder y como siempre un indeterminado pero importante número de arribistas y logreros, los aprovechadores y vividores, que siempre se ubican con el que manda y con el gobierno de turno.