viernes, 24 de abril de 2009

¿Quién ganó el 15 F?

Cuando J. V. Rangel dice que un entendimiento nacional se hace necesario de lo contario terminaríamos matándonos ya que el país está dividido en dos mitades. Esta lectura política de los resultados del 15 de febrero la compartimos. Todos conocen y saben del obsceno ventajismo oficial, del uso y abuso de los recursos públicos, de la parcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE), de la manipulación descarada y forajida del Registro Electoral Permanente (REP) y del irrespeto a leyes y normas. Si a eso agregamos la presión infame e indigna a los empleados públicos y las “dudas” tecnológicas y a pesar de todo ello el oficialismo lo que obtuvo fue un triunfo inflado ya que la cifra real parece estar cerca de los 350 mil votos de diferencia.

En las últimas semanas y después del fracaso electoral del 15 de febrero, en donde el caudillo no obtuvo los votos que esperaba, se ha empeñado en distraer la atención, con sus acostumbradas amenazas y arbitrariedades. Esta estrategia que los medios potencian y la propia oposición favorece, no debe permitírsele al gamonal para que siga imponiendo la agenda política y mediática, con improperios y vulgaridades y con acciones escandalosas que sólo tratan de producir confusión y miedo. Frente a ello, hay que contraponer la denuncia sistemática de los fracasos gubernamentales, de la corrupción, al mismo tiempo que se desarrolla un lenguaje y una conducta sustentada en la irreverencia y la desacralización, que permitan reducir al personaje a su justa dimensión de un gobernante fracasado.

El gran manipulador electoral ya no representa la mayoría, desde el 2007 la perdió afectiva y efectivamente tal como se evidenció el 2D y el 23N. Hoy sus seguidores, en su mayoría, son empleados públicos obligados o forzados a participar y apoyar. Un “lumpen” lleno de necesidades que han vestido por igual las franelas y gorras de los diferentes gobiernos que hemos tenido. Otros apoyos son la boliburguesia, por cierto cada vez más cauta frente a los excesos del líder y como siempre un indeterminado pero importante número de arribistas y logreros, los aprovechadores y vividores, que siempre se ubican con el que manda y con el gobierno de turno.

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