martes, 14 de diciembre de 1999

BOLÍVAR: ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA




La Historia siempre es contemporánea; en este sentido, hechos e individuos del pasado proyectan su carga de futuro, con su ejemplo, su acción y su pensamiento convertidos en paradigma para las generaciones venideras, especialmente gracias al discurso historiográfico.
            Dice el poeta:
            Breve
            hasta sus últimos momentos
            la vida.
            Pero la larga vida
            hay que escribirla
            y narrarla de nuevo.
            Cada época y cada generación desarrollan su interpretación del héroe y en éste el mito y la historia se alinderan.  Bolívar, el personaje que nos ocupa, es así recuperado, interpretado y también inventado.  Los pueblos necesitan héroes y toda sociedad está montada a partir de un héroe fundador, a fin de cuentas patria, viene de padre.  Hay una necesidad de filiación heróica que el tiempo exalta e idealiza.  El héroe sustituye a la propia realidad e inventa otra, subordinada a su voluntad, como en aquel voluntarioso y agresivo discurso del mozo Bolívar: “El valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna, o el mítico “haremos que la naturaleza nos obedezca”.  Bolívar como todo héroe clásico, encarna el poder y la gloria, es el que sabe y puede.  “Es el soldado providencial” que en buena hora ciñó espada”. Es el gobernante, legislador, profeta, creador de naciones y tutela permanente de la patria.
            “El héroe nos asume y representa a todos, se vuelve intemporal.  Se convierte en contemporáneo que ayuda a cada generación a empinarse sobre sus propias limitaciones.  “Como el Cid, sigue cabalgando y obteniendo victorias después de muerto” hecho pueblo despierto cada cien años”.
            Esta ideologización de la historia, invevitable, marca al historiador en sus afanes de recuperación del personaje real, que fue y ya no es, entonces el testimonio directo y el documento cobran valor excepcional y con ello se intenta construir otro texto y otra intepretación y así es como la historiografía suplanta a la historia, en un proceso indetenible de interpretaciones sucesivas, expresión de intereses concretos y útiles a determinados fines.
            El tratamiento historiográfico de Bolívar no ha sido una excepción, de allí que para acceder al personaje real, sea preciso el desmontaje previo de todo el andamiaje historiográfico que se ha construído en torno a su persona.
            Es lícito hablar de la contemporaneidad de Bolívar.  El Libertador, que fue su principal título y atributo, se ha convertido en una fuerza liberadora de nuestra historia.  Su angustia y su lucidez; su acción y su pensamiento, su compromiso se proyecta hasta nosotros, con fuerza de ejemplo.  La vida de Bolívar fue una pedagogía permanente de vocación de servicio y de desprendimiento material.  En una época de complicidades y corrupción, la exigente ética bolivariana se nos impone como escarnio, pero al mismo tiempo como fuerza de esperanza.  Su “magisterio americano” mantiene toda su validez, así como su ideario político.
            Bolívar fue un verdadero contemporáneo del futuro y bastan para corroborarlo sus escritos, desde sus textos políticos constitucionales fundamentales hasta sus cartas más personales.
            Bolívar fue telúricamente americano y su enseñanza máxima, de vigencia secular, es que la libertad sin justicia no puede funcionar.  La América unida es el destino necesario e ineludible de estos pueblos.  La voluntad aunada al ideal, todo lo vence, todo lo puede.
            “Mi gloria se ha fundado sobre el deber y el bien... En un combate sin tregua contra la tiranía y la anarquía... Mi mayor virtud es la constancia que se fortalece en la adversidad... Creo en el pueblo, depositario de toda autoridad y soberanía... El pueblo me adorará y yo seré la arca de su alianza” S. Bolívar.

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