jueves, 24 de enero de 2013

¿Petro-comunismo?


El petro-comunismo es una contradicción en los términos, voluntarista y utópico (características bastante frecuentes en América Latina) y por ello mismo, irracional. La escuela sociológica de Franckfurt, igualmente conocida por la Teoría Crítica de la Sociedad, acuñó un término muy gráfico al respecto: la racionalidad de lo irracional. Igualmente este proyecto absurdo, camuflado como socialismo del siglo XXI, configura no solamente una ilusión condenada al fracaso, sino una verdadera estafa histórica. Este gobierno, seguramente inspirado en la estrategia zamorana de la batalla de Santa Inés, se empeña en retroceder y mantenernos en el siglo XX, con fuertes remembranzas decimonónicas. Su último hallazgo son las comunas y el estado comunal (de hecho, el sistema comunista a la cubana ya está estructurado legalmente) y aunque fracasado en su versión real, sigue ilusionando incautos. La manipulación ha consistido en llamar socialista a un proyecto que es comunista y la principal responsabilidad para que ello haya ocurrido ha sido de nuestra dirigencia de oposición que desde hace muchos años abandonó la discusión doctrinal, ideológica y política para practicar un pragmatismo de corto plazo que nace y perece periódicamente en los procesos electorales. Otro aspecto de esta fantasmagoría socialismo-comunismo es lo que se conoce con el nombre de espíritu de Munich, es decir, la cobardía moral y el entreguismo que representó Chamberlain frente a Hitler, actitud débil y complaciente que ni aplacó ni detuvo al tirano y mucho menos evitó la guerra. El proyecto castro-comunista-chavista no sólo expresa una voluntad de poder sino una arrogante hegemonía, no de clase sino de una élite conocida como boliburguesía que asaltaron el erario público para apropiarse de la renta petrolera al amparo del poder, fórmula que se viene repitiendo de manera invariable en este siglo petrolero con cada gobierno. Así tenemos a los ricos del gomecismo y del neogomecismo; a los ricos de Pérez Jiménez y a los ricos del bipartidismo adeco-copeyano. Con este gobierno no iba a ser diferente y allí está precisamente la trampa y la estafa histórica y el tiempo y las oportunidades perdidas. Como decíamos, este proyecto es inviable y va a fracasar, pero mientras tanto, y si la renta petrolera lo permite, se va a seguir vendiendo una ilusión revolucionaria amparado en un capitalismo de estado que es la verdadera estructura económica que caracteriza al estado venezolano en los últimos 100 años.
Es tan falso lo del socialismo que seguimos siendo una economía de puerto y el sector público se ha convertido en el principal importador en donde el 40% es corrupción y negocio con el dólar preferencial. En cuanto a la estructura del consumo seguimos siendo la Venezuela saudita de siempre, muy lejos del pregonado “hombre nuevo”; gastamos el 26% de nuestro presupuesto promedio de consumo en licores. Esta Venezuela “socialista” no está muy lejos de la Venezuela saudita del primer “boom” petrolero. Seguimos siendo un país de cultura nominalista y el país feliz del tiempo detenido, en donde somos tan pobres que sólo tenemos dinero. Lo único cualitativamente diferente y que mantiene viva la esperanza en el futuro es la emergencia en los últimos 50 años de una sociedad civil de profunda vocación y arraigo democrático y que a pesar de este sistema de complicidades y corrupción, ha mantenido viva a la Venezuela decente y trabajadora.

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