El petro-comunismo es
una contradicción en los términos, voluntarista y utópico
(características bastante frecuentes en América Latina) y por ello
mismo, irracional. La escuela sociológica de Franckfurt, igualmente
conocida por la Teoría Crítica de la Sociedad, acuñó un término
muy gráfico al respecto: la racionalidad de lo irracional.
Igualmente este proyecto absurdo, camuflado como socialismo del siglo
XXI, configura no solamente una ilusión condenada al fracaso, sino
una verdadera estafa histórica. Este gobierno, seguramente inspirado
en la estrategia zamorana de la batalla de Santa Inés, se empeña en
retroceder y mantenernos en el siglo XX, con fuertes remembranzas
decimonónicas. Su último hallazgo son las comunas y el estado
comunal (de hecho, el sistema comunista a la cubana ya está
estructurado legalmente) y aunque fracasado en su versión real,
sigue ilusionando incautos. La manipulación ha consistido en llamar
socialista a un proyecto que es comunista y la principal
responsabilidad para que ello haya ocurrido ha sido de nuestra
dirigencia de oposición que desde hace muchos años abandonó la
discusión doctrinal, ideológica y política para practicar un
pragmatismo de corto plazo que nace y perece periódicamente en los
procesos electorales. Otro aspecto de esta fantasmagoría
socialismo-comunismo es lo que se conoce con el nombre de espíritu
de Munich, es decir, la cobardía moral y el entreguismo que
representó Chamberlain frente a Hitler, actitud débil y
complaciente que ni aplacó ni detuvo al tirano y mucho menos evitó
la guerra. El proyecto castro-comunista-chavista no sólo expresa una
voluntad de poder sino una arrogante hegemonía, no de clase sino de
una élite conocida como boliburguesía que asaltaron el erario
público para apropiarse de la renta petrolera al amparo del poder,
fórmula que se viene repitiendo de manera invariable en este siglo
petrolero con cada gobierno. Así tenemos a los ricos del gomecismo y
del neogomecismo; a los ricos de Pérez Jiménez y a los ricos del
bipartidismo adeco-copeyano. Con este gobierno no iba a ser diferente
y allí está precisamente la trampa y la estafa histórica y el
tiempo y las oportunidades perdidas. Como decíamos, este proyecto es
inviable y va a fracasar, pero mientras tanto, y si la renta
petrolera lo permite, se va a seguir vendiendo una ilusión
revolucionaria amparado en un capitalismo de estado que es la
verdadera estructura económica que caracteriza al estado venezolano
en los últimos 100 años.
Es tan falso lo del
socialismo que seguimos siendo una economía de puerto y el sector
público se ha convertido en el principal importador en donde el 40%
es corrupción y negocio con el dólar preferencial. En cuanto a la
estructura del consumo seguimos siendo la Venezuela saudita de
siempre, muy lejos del pregonado “hombre nuevo”; gastamos el 26%
de nuestro presupuesto promedio de consumo en licores. Esta Venezuela
“socialista” no está muy lejos de la Venezuela saudita del
primer “boom” petrolero. Seguimos siendo un país de cultura
nominalista y el país feliz del tiempo detenido, en donde somos tan
pobres que sólo tenemos dinero. Lo único cualitativamente diferente
y que mantiene viva la esperanza en el futuro es la emergencia en los
últimos 50 años de una sociedad civil de profunda vocación y
arraigo democrático y que a pesar de este sistema de complicidades y
corrupción, ha mantenido viva a la Venezuela decente y trabajadora.
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