domingo, 22 de noviembre de 2009

Prisionero del poder

El poder es una enfermedad y quienes llegan a padecerla en caso extremo terminan viviendo solamente para él. No veo “Alo Presidente” pero sí leo el reporte de prensa correspondiente y tengo que reconocer que es una excelente oportunidad para el análisis psico-lingüístico. Querámoslo o no, tenemos que interesarnos por lo que dice el presidente, ya que por el poder acumulado, sus opiniones o decisiones afectan nuestra vida y la de millones de conciudadanos.
A los gobernantes no se les ama ni se les odia, aunque ellos aspiran a que se les teman, como aconsejaba Maquiavelo.
En el análisis racional del discurso presidencial, la semiología y todas las ciencias de la comunicación resultan muy útiles para entender al personaje en sus intenciones y estados de ánimo.
Recientemente, en su programa, el presidente hizo una afirmación sumamente importante para el análisis de su personalidad y de su política. Se asumió como un preso en Miraflores, como un león atrapado en el fondo de una cueva, y todo ello por razones de “seguridad”, de lo contrario viviría en un “apartamentico”. Modestia y austeridad que no se corresponde ni con su tren de vida ni sus costosos viajes y lujosas vestimentas.
Frente a esta evidente dualidad o disociación lo preocupante siempre termina siendo la simbología y el lenguaje de la violencia, de la amenaza recurrente, y del recelo y el resentimiento presentes. La política deja de ser un punto de encuentro y equilibrio y se convierte en un campo de batalla. Si estas circunstancias de lenguaje y actitud se ubican en el marco de una crisis económica de carácter global y unas tensiones internacionales alimentadas con fines domésticos, estaríamos entrando en un territorio de riesgos y peligros muy comprometedores para los intereses nacionales.
La paz en el siglo XXI, después de las duras enseñanzas del siglo XX, ha dejado de ser una aspiración y se convierte en una necesidad absoluta. De allí que no hay nada más peligroso que el militarismo y el armamentismo para enfrentar los desafíos del futuro, que no son otros que la miseria y la pobreza generalizada, además del desafío ambiental y el desafío nuclear.
Al presidente hay que tomarlo en serio y nunca cansarnos, aunque lo hagamos con escepticismo, a invitarlo a la rectificación inteligente y sensata, de un gobierno que fenece en el 2012 y que se ha empeñado en dividir y excluir como política para permanecer en el poder.
El poder en términos civilizatorios sólo es útil si es ejercido con probidad y competencia y siempre limitado y subordinado a las leyes.


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