Con este feroz título el escritor colombiano Fernando Vallejo tituló su libro para referirse a su país en guerra, sociedad agónica, atrapada entre la violencia y la pobreza. Algo parecido está ocurriendo en Venezuela, una sociedad que está naufragando en la violencia y la inseguridad, estimulada por una predica de odio y división nacional.
Desde otro punto de vista se está viviendo una crisis económica y social progresiva con una ingobernabilidad creciente. La pobreza otra vez en ascenso, un desempleo estructural como consecuencia de la destrucción del aparato productivo y una inflación indetenible. Si a todo esto sumamos las fracasadas políticas en vivienda, vialidad y servicios la situación nacional se torna ensombrecedora y de pronóstico reservado.
La zona fronteriza y en general todos los espacios urbanos viven en una zozobra permanente por la violencia que en ella impera y el clima de recelo y desesperanza tiende a imponerse.
Frente a este cuadro de una aguda crisis tanto en lo económico como en lo social el gobierno luce incompetente y desbordado y que la retórica populista y demagógica ya no es suficiente para enmascarar o disimular.
Las cosas están tan mal que lo peor está por venir. La crisis económica global que afloró en el 2008 y que ha significado una contracción del PIB a nivel mundial del 3% aproximadamente y un retroceso en el comercio mundial de un 10% y cuyos efectos en Venezuela ya no pueden ser disimulados a pesar de que de manera irresponsable se nos dijo que no nos iba a tocar se ha acentuado en el 2009 y seguramente en el 2010. En nuestro caso las cosas se complican porque una vez más fuimos imprevisores e irresponsables al dilapidar nuestra mejor oportunidad financiera con los altos precios del petróleo de los últimos años mientras paradójicamente nos endeudábamos y aumentaba nuestra dependencia del exterior en todos los rubros y particularmente en el alimentario. Profundizamos nuestra condición de economía de puerto que en el tiempo luce insostenible y mucho más con la caída de los precios del petróleo. Nuestra insensatez ha llegado al extremo de empezar a utilizar las reservas internacionales para apuntalar el populismo gubernamental con miras a los próximos procesos electorales, creando una situación de insolvencia a corto y mediano plazo con profundas y dramáticas consecuencias sobre el ingreso real de los venezolanos y su capacidad de sostener una vida digna y de oportunidades.
Desde otro punto de vista se está viviendo una crisis económica y social progresiva con una ingobernabilidad creciente. La pobreza otra vez en ascenso, un desempleo estructural como consecuencia de la destrucción del aparato productivo y una inflación indetenible. Si a todo esto sumamos las fracasadas políticas en vivienda, vialidad y servicios la situación nacional se torna ensombrecedora y de pronóstico reservado.
La zona fronteriza y en general todos los espacios urbanos viven en una zozobra permanente por la violencia que en ella impera y el clima de recelo y desesperanza tiende a imponerse.
Frente a este cuadro de una aguda crisis tanto en lo económico como en lo social el gobierno luce incompetente y desbordado y que la retórica populista y demagógica ya no es suficiente para enmascarar o disimular.
Las cosas están tan mal que lo peor está por venir. La crisis económica global que afloró en el 2008 y que ha significado una contracción del PIB a nivel mundial del 3% aproximadamente y un retroceso en el comercio mundial de un 10% y cuyos efectos en Venezuela ya no pueden ser disimulados a pesar de que de manera irresponsable se nos dijo que no nos iba a tocar se ha acentuado en el 2009 y seguramente en el 2010. En nuestro caso las cosas se complican porque una vez más fuimos imprevisores e irresponsables al dilapidar nuestra mejor oportunidad financiera con los altos precios del petróleo de los últimos años mientras paradójicamente nos endeudábamos y aumentaba nuestra dependencia del exterior en todos los rubros y particularmente en el alimentario. Profundizamos nuestra condición de economía de puerto que en el tiempo luce insostenible y mucho más con la caída de los precios del petróleo. Nuestra insensatez ha llegado al extremo de empezar a utilizar las reservas internacionales para apuntalar el populismo gubernamental con miras a los próximos procesos electorales, creando una situación de insolvencia a corto y mediano plazo con profundas y dramáticas consecuencias sobre el ingreso real de los venezolanos y su capacidad de sostener una vida digna y de oportunidades.
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