martes, 9 de diciembre de 2025

El Nuevo Orden Mundial en Proceso

 Estados Unidos acaba de publicar su nueva Estrategia de Seguridad Nacional. En este documento se expresa una visión geopolítica del nuevo imperialismo y colonialismo en curso, versión siglo XXI: el Nuevo Orden Global en proceso. Estados Unidos se reserva el hemisferio occidental, léase el continente americano y Groenlandia; China se reserva Taiwán y el mar de China; Rusia consolida su frontera europea, su alianza estratégica con China y su acercamiento a la India; mientras Europa se rearma en un clima de crisis de unidad y creciente nacionalismo xenófobo. La Unión Europea sigue funcionando económicamente, pero continúa siendo un continente dividido en 27 Estados nacionales y con una OTAN controlada por Estados Unidos.

En el Medio Oriente se busca un equilibrio entre Israel, Turquía y Arabia Saudita, mientras que Asia Central, el Sudeste Asiático, África y América Latina permanecen atrapados en estas tensiones entre los “grandes”, además de enfrentar sus propias problemáticas nacionales y regionales. Los BRICS representan una incógnita, pues existen demasiadas contradicciones internas para funcionar de manera unitaria en el plano geopolítico, aunque económicamente podrían operar hasta cierto punto.

Ante este panorama, surge la pregunta sobre qué pueden hacer los países pequeños. La primera recomendación es no confrontar directamente a ninguna potencia, y menos a la potencia hegemónica en su espacio geopolítico, como es el caso de Venezuela. La estrategia debe ser propiciar relaciones comerciales diversas y consolidar espacios económicos regionales más integrados, en nuestro caso el Caribe y Sudamérica. La recomendación geopolítica, pensando en nuestro interés nacional como país modesto, aun con recursos petroleros y naturales en general, sería buscar aliados y socios comerciales bajo esquemas de ganar-ganar, mantener buenas relaciones con todos los países y practicar una neutralidad inteligente en las rivalidades entre potencias.

Una poderosa democracia, una economía dinámica y una sociedad próspera con oportunidades serían nuestra mejor defensa para evitar la dependencia y la subordinación a cualquier centro de poder hegemónico. Sin dejar de aceptar la realidad, no podemos hostilizar al imperio cercano; al contrario, debemos desarrollar buenas relaciones en todos los aspectos diplomáticos necesarios. De no ser así, nuestro espejo es Cuba, destruida y sin futuro, por haber permitido el desarrollo de una tiranía y por la irresponsabilidad de Fidel Castro al alinearse con la Unión Soviética, estando Cuba apenas a 90 millas del imperio norteamericano. Eso se llama estupidez geopolítica, y han pagado las consecuencias correspondientes.

En América Latina y el Caribe está nuestra mejor oportunidad, por la cercanía geográfica, las similitudes lingüísticas y culturales, y por una tradición colonial y republicana muy parecida. El camino comienza en nuestros espacios inmediatos: el Caribe y Centroamérica, y obviamente, Colombia y Brasil.

sábado, 22 de noviembre de 2025

¿UNA NUEVA ERA HISTÓRICA?

La historia implica todo el pasado humano. Por más información que se tenga de ese pasado, lo perdido y olvidado sobrepasa en mucho lo conocido. Y esto, lo conocido, más allá del objeto material —documentos, libros, testimonios de cualquier tipo, desde una moneda hasta una piedra tallada— termina siendo interpretación. El espíritu humano de las épocas permanece y se diluye en las culturas y en el inconsciente colectivo.

La memoria construida, que llamamos historia, historiografía, biografía, cronologías, cartografías, etc., todas son representaciones e interpretaciones a posteriori. Siempre estamos en la historia, cada uno como presente, pero este presente, vivo y dinámico, se convierte al instante en pasado, y el futuro nos va alcanzando inexorablemente, casi sin darnos cuenta. En este río de la historia-vida que fluye, prevalece la incertidumbre; de allí el papel terapéutico de la historia, que construye memoria, nos da identidad y certezas, pero al mismo tiempo nos encierra en prisiones mentales, teorías y creencias que nos amparan en el presente y nos desguarnecen frente al futuro.

Todo lo dicho es a propósito de este galopante siglo XXI. El cambio de horizonte social y cultural, económico, político y geopolítico, junto al avance tecnológico indetenible, nos obliga a repensar nuestra “visión” del pasado. La era dominante eurocéntrica ha llegado a su fin.

El siglo XX fue su cima y su sima. Siglo bastante estudiado, aunque se sigue discutiendo y debatiendo hechos, personajes y guerras. Siglo complejo, como todo tiempo histórico, creativo y trágico. De esa agonía europea postimperial y postcolonial surgen, o mejor dicho, se hacen visibles continentes, pueblos y sociedades, países preteridos, ignorados, explotados, descalificados, pero ya en el siglo XXI de presencia fuerte y potente, que nos obliga a repensar casi todo, o por lo menos revisar teorías y perspectivas.

La idea no es hacer tabula rasa de los muchos conocimientos que la humanidad contemporánea acumuló y desarrolló, ni caer en la descalificación de la importante cultura europea. Pero lo que sí está claro es que el prisma eurocéntrico cada día va a ser menos pertinente. El mundo histórico del siglo XXI va a girar, cada vez con más fuerza, en los otros continentes, particularmente Asia.

 Ángel Lombardi

TORMENTA EN EL CARIBE


El mapa que reproduzco en este artículo lo tomo de la revista LIMES y muestra las esferas de influencia de los Estados Unidos. En este caso solo voy a opinar sobre la situación en el Caribe, que nos afecta directamente.

No se trata de una invasión, por la sencilla razón de que militarmente no sería una fuerza suficiente para invadir nuestro país. Basta pensar en Rusia, cuando invadió Ucrania en 2022: concentró 250 mil soldados en la frontera, un país mucho más pequeño que el nuestro, y llevan cuatro años de guerra. Los invasores han tenido que empeñar casi medio millón de soldados. De paso, rechacé esa invasión, como rechazaría una invasión a mi país o a cualquier otro país. Es cuestión de principios.

Tampoco es una lucha contra el narcotráfico. Es propio de los escenarios de conflicto crear narrativas o propaganda de ocultamiento, de parte y parte. El verdadero motivo tiene un fundamento estratégico de largo plazo: detener la creciente influencia china en el continente. En segundo lugar, existe un propósito coyuntural de limitar o terminar con gobiernos hostiles y, para lograrlo, se ejercen amenazas creíbles y directas, cuyas metodologías de acción son variables y flexibles, privilegiando movimientos “desde adentro” de tipo político y eventualmente militar, casi siempre vinculados entre ellos.

Estados Unidos, en este momento, está gobernado por una élite fundamentalista, racista, xenófoba y enfrentando una sociedad en crisis y profundamente dividida. Frente a ello, están reviviendo leyes, políticas y doctrinas del pasado para enfrentar el presente, propio de grupos y gobiernos reaccionarios. Trump y su gente lo son en grado sumo; de allí su lema: “Dios, patria y familia”, la ideología de grupo convertida en religión política.

En este anacronismo regresivo han desenterrado la llamada Doctrina Monroe de 1823, nunca enteramente sepultada. Esta doctrina implica el control hegemónico de todo el continente, hoy desafiado por China y su creciente presencia económica en la región, y en mucho menor medida por una Rusia en mengua. En esta resurrección del “monroísmo imperialista”, la primera zona de interés estratégico es el sur cercano: desde la frontera mexicana, toda Centroamérica, el Caribe insular y el norte de Sudamérica, donde estamos nosotros.

La intención inocultable es simple: cambiar de régimen en Venezuela y controlar de manera privilegiada el petróleo y todos los demás recursos. El propósito inmediato es lo primero, y no tanto recuperar nuestra democracia —que sería nuestro interés principal—, sino ponerle freno a la creciente presencia china y a la de cualquier otro país que ellos piensen que no les conviene a los intereses de Estados Unidos. Así actúan todos los imperios: imponer sus intereses por las “buenas o por las malas”.

El “cambio de régimen” es más frecuente de lo que se piensa en la geopolítica mundial. Todas las potencias lo han practicado y lo practican. Lo acaba de hacer Turquía en Siria. Estados Unidos, desde 1946, ha propiciado casi 80 cambios de gobierno en el mundo: con invasiones directas como en Irak, a través de guerras civiles e invasión como en Afganistán, o mediante conspiraciones internas y golpes de Estado.

El mundo está en proceso acelerado de creación de un nuevo orden global, con sus respectivos alineamientos y realineamientos. En América Latina se está viviendo este proceso. Los cambios son inevitables: cuando toca llegar, siempre llegan. No importa el tiempo, esto es variable en cada circunstancia nacional. Pero lo importante es cómo llega.

Ojalá que sea por vías democráticas y en donde los pueblos y naciones sean “sujetos de la historia”, protagonistas de su propia historia, y no “objetos de la historia”, cuando sean otros quienes decidan nuestro destino nacional.

Ángel Lombardi

sábado, 1 de noviembre de 2025

Maracaibo en tres tiempos

El primero es el del olvido: los tiempos prehispánicos, poco estudiados y poco conocidos. De lo que se habla es, básicamente, literatura hecha de leyendas y mitos, o de etnología, etnografía y antropología sobre los indígenas actuales, por cierto, casi en abandono total.

Hay pocos estudios serios. El estudio y la colección más importante de ese pasado, realizado por un equipo contratado por CORPOZULIA en su época fundacional y estelar, presidido por el Dr. Fernando Chumaceiro, andan errantes y sin doliente. Primero estuvieron en cajas, en depósito en CICASI; actualmente, según la última información que tengo, están en el MACZUL. Creo que no hay catálogo ni inventario. Parte de esa colección se presentó en el CAM-LB. Allí languidece en el descuido y el olvido.

Ese olvido abarca también nuestro siglo XVI y XVII, insuficientemente estudiado. Lo poco conocido se desdeña. Un ejemplo son sus tres fundaciones y fundadores: Alfinger, Pacheco y Maldonado. ¿A qué marabino se le enseña esto? ¿Dónde está la plaza de los tres fundadores? Apenas conozco la Calle Pacheco.

El segundo tiempo corresponde a los siglos XVIII y XIX, bastante estudiados por diversos cronistas e historiadores, particularmente el grupo de historia de la Facultad de Humanidades y Educación. En el imaginario colectivo ha quedado como el “glorioso ayer”: la ciudad portuaria, febril, fenicia, alucinada, del cacao y del café, cultivado este en las montañas andinas, incluido el Norte de Santander de Colombia.

Puerto, lago y ríos fueron los conectores de este sistema económico agroexportador, quizás nuestra primera y efectiva integración de toda la región zuliana y cuenca del lago. Fuimos, en aquellos tiempos, ciudad pionera y progresista, cosmopolita y abierta.

El crack económico del capitalismo mundial en 1929 arrasó con los precios del café, y este sistema agroexportador entró en crisis. Pero país afortunado, por lo menos en recursos naturales, ya teníamos petróleo en producción y exportándose desde 1914 con el Zumaque, y desde 1922 con el Barroso y el prodigioso campo costanero Bolívar.

Y este es el tercer tiempo, que continúa: el país y la región “amarrados” al petróleo. Si este va bien, en producción y precios, el país mejora y va mejor en sentido general. Es como un destino: el petróleo nos hace y nos deshace. Ayuda a crear una sociedad más moderna y una mentalidad más urbana y abierta. Una democracia social vía educación y un sistema político democrático, más de forma que de fondo.

Es nuestra contradicción y paradoja principal como región y como país. Necesitamos el petróleo, pero no podemos seguir dependiendo solo del petróleo. Y este es el desafío: acceder al cuarto tiempo.

Tiempo de encrucijada y decisiones, para una verdadera democracia y para una economía moderna. Para aminorar desigualdades, eliminar la conflictividad del “enemigo interior”, crear gobernabilidad respetando la Constitución, las reglas del juego democrático y estimular la convivencia civil y civilizada.

Y estimular la convivencialidad civil y civilizada.


Ángel Lombardi