El 23 de enero es una fecha devaluada, como
muchas otras cosas – en este país. De
las expectativas y esperanzas que despertó, apenas queda la nostalgia. Transcurridos 26 años, el 23 de enero de 1958
se desliza furtivo, como un tiempo y una oportunidad perdida, una nueva estafa
a nuestro pueblo, otro triunfo escamoteado.
El 23 de enero representa una
continuidad y una ruptura en nuestro proceso político contemporáneo. Es continuación y consecuencia de las
jornadas estudiantiles del 28, del golpe cívico-militar del 24 de noviembre de
1948. Todo este proceso político,
intenso y contradictorio, es a su vez expresión de la nueva Venezuela, que se
fragua a partir del petróleo, un país muy diferente al tradicional, rico,
urbano y cosmopolita, pero que no logra resolver sus contradicciones
fundamentales de marginalidad, pobreza y corrupción.
Pérez Jiménez y el Perejimenismo fue
una etapa de este proceso, estructuralmente el mismo desde 1920 hasta nuestros
días. Fue una etapa
dictatoria-desarrollista y un intento autoritario de modernización, que muy
rápidamente degeneró en una vulgar dictadura personalista, represiva,
fraudulenta y corrupta. Este período
puede ser desglosado en varias etapas, la 1ª. de 1945 a 1948 en donde
presenciamos el maridaje peligroso de los jóvenes militares descontentos, con
Pérez Jiménez y Delgado Chalbaud a la cabeza y Acción Democrática. Una 2ª. Etapa, de 1949 a 1952, un gobierno de
las Fuerzas Armadas, liderizadas éstas por Pérez Jiménez, y por último una 3ª.
etapa, francamente dictatorial con Pérez Jiménez al frente.
La Dictadura conoce dos períodos, el
primero de 1952 a 1956, de prosperidad y control absoluto de la situación y un
segundo período de crisis y desestabilización creciente. A ello contribuyeron múltiples factores, a
nivel internacional el cambio de política de los Estados Unidos, de la guerra
fría a la coexistencia pacífica con respecto a la URSS. A nivel Latinoamericano, la ola
antidictatorial, que comienza en 1955 con la caída de Perón continúa con Rojas Pinilla y Odria, así como
con los asesinatos de los dictadores centroamericanos Castillo Armas y
Anastasio Somoza. El dictador venezolano,
a nivel internacional se encuentra cada vez más aislado, aislamiento que culmina
con la ruptura de relaciones diplomáticas con Chile y Argentina.
A nivel interno, la Resistencia fue
permanente y activa, primero en torno a A.D. y el PCV y después con la
incorporación progresiva de los otros partidos y sectores representativos estudiantiles
y militares y por último la propia Iglesia y sectores importantes de la
Burguesía. El regimen entra en agonía el
1° de enero de 1958, con el alzamiento militar, que aunque develado, fue el
comienzo del fín.
En ese sentido el 23 de enero fue un
gran movimiento nacional, unitario y democrático, una verdadera esperanza
colectiva, un movimiento con aliento popular y con posibilidades francamente
revolucionarias. Pero una vez expulsado
el dictador, se empiezan a cultivar las diferencias, especialmente contra el
PCV y se retoma el control de la situación.
Este va a ser el gran mérito histórico de Betancourt, convertido en
albacea de la burguesía, no va a volver a cometer los mismos errores del
trienio 45-48. Transcurridos un cuarto
de siglo, nuestra democracia sigue siendo peligrosamente raquítica y el país
vuelve a vivir una profunda crisis de desconfianza frente al futuro. Nuestro pueblo, a pesar del 23 de enero,
sigue sin ser el principal beneficiario del país y en las profundidades de su
alma, en donde nunca la esperanza desaparece, el 23 de enero, más que realidad
se ha convertido en un mito del pasado, que el 4 de Febrero no corra la misma
suerte.
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