sábado, 12 de febrero de 2000

El 23 de Enero Mito y Realidad



El  23 de enero es una fecha devaluada, como muchas otras cosas – en este país.  De las expectativas y esperanzas que despertó, apenas queda la nostalgia.  Transcurridos 26 años, el 23 de enero de 1958 se desliza furtivo, como un tiempo y una oportunidad perdida, una nueva estafa a nuestro pueblo, otro triunfo escamoteado.
         El 23 de enero representa una continuidad y una ruptura en nuestro proceso político contemporáneo.  Es continuación y consecuencia de las jornadas estudiantiles del 28, del golpe cívico-militar del 24 de noviembre de 1948.  Todo este proceso político, intenso y contradictorio, es a su vez expresión de la nueva Venezuela, que se fragua a partir del petróleo, un país muy diferente al tradicional, rico, urbano y cosmopolita, pero que no logra resolver sus contradicciones fundamentales de marginalidad, pobreza y corrupción.
         Pérez Jiménez y el Perejimenismo fue una etapa de este proceso, estructuralmente el mismo desde 1920 hasta nuestros días.  Fue una etapa dictatoria-desarrollista y un intento autoritario de modernización, que muy rápidamente degeneró en una vulgar dictadura personalista, represiva, fraudulenta y corrupta.  Este período puede ser desglosado en varias etapas, la 1ª. de 1945 a 1948 en donde presenciamos el maridaje peligroso de los jóvenes militares descontentos, con Pérez Jiménez y Delgado Chalbaud a la cabeza y Acción Democrática.  Una 2ª. Etapa, de 1949 a 1952, un gobierno de las Fuerzas Armadas, liderizadas éstas por Pérez Jiménez, y por último una 3ª. etapa, francamente dictatorial con Pérez Jiménez al frente.
         La Dictadura conoce dos períodos, el primero de 1952 a 1956, de prosperidad y control absoluto de la situación y un segundo período de crisis y desestabilización creciente.  A ello contribuyeron múltiples factores, a nivel internacional el cambio de política de los Estados Unidos, de la guerra fría a la coexistencia pacífica con respecto a la URSS.  A nivel Latinoamericano, la ola antidictatorial, que comienza en 1955 con la caída de Perón  continúa con Rojas Pinilla y Odria, así como con los asesinatos de los dictadores centroamericanos Castillo Armas y Anastasio Somoza.  El dictador venezolano, a nivel internacional se encuentra cada vez más aislado, aislamiento que culmina con la ruptura de relaciones diplomáticas con Chile y Argentina.
         A nivel interno, la Resistencia fue permanente y activa, primero en torno a A.D. y el PCV y después con la incorporación progresiva de los otros partidos y sectores representativos estudiantiles y militares y por último la propia Iglesia y sectores importantes de la Burguesía.  El regimen entra en agonía el 1° de enero de 1958, con el alzamiento militar, que aunque develado, fue el comienzo del fín.
         En ese sentido el 23 de enero fue un gran movimiento nacional, unitario y democrático, una verdadera esperanza colectiva, un movimiento con aliento popular y con posibilidades francamente revolucionarias.  Pero una vez expulsado el dictador, se empiezan a cultivar las diferencias, especialmente contra el PCV y se retoma el control de la situación.  Este va a ser el gran mérito histórico de Betancourt, convertido en albacea de la burguesía, no va a volver a cometer los mismos errores del trienio 45-48.  Transcurridos un cuarto de siglo, nuestra democracia sigue siendo peligrosamente raquítica y el país vuelve a vivir una profunda crisis de desconfianza frente al futuro.  Nuestro pueblo, a pesar del 23 de enero, sigue sin ser el principal beneficiario del país y en las profundidades de su alma, en donde nunca la esperanza desaparece, el 23 de enero, más que realidad se ha convertido en un mito del pasado, que el 4 de Febrero no corra la misma suerte.

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