martes, 19 de junio de 2012

Una época nihilista


Hay una anécdota referida a Nietzsche y atribuida a Lóu Salomé, esta lo visita y el filósofo le comenta que está por terminar el siglo, respondiéndole ella que al contrario, su siglo, el siglo de su filosofía, estaba por comenzar. Previamente, unos años antes, el propio Nietzsche había profetizado que los próximos dos siglos serian los siglos oscuros del Nihilismo. Con respecto al siglo XX no se equivocó. Un siglo dramático que conoció todo tipo de violencia y guerras destructivas y en ese siglo desesperanzado se ubica el escritor húngaro Sandor Marai (1900-1989), testigo de ese siglo sin Dios como lo calificó Martin Buber y así lo asume en sus libros el escritor húngaro. En su novela “La Gaviota” publicada en 1943, expresa su angustia y desasosiego frente a tantas pruebas y vicisitudes que a su generación le tocó vivir: Primera y Segunda guerra Mundial; crisis del capitalismo en 1929 y triunfo del totalitarismo tanto en su versión comunista como nazis-fascista. A pesar de todo en esta obra el autor no abandona la esperanza y así lo expresa: “¿A dónde te diriges?” ¿Qué y a quien buscas?. Algún día me responderás. Porque existen los milagros, ahora ya lo sabes, y un día las personas acabaran encontrándose. Las personas, tú y yo, y tal vez también las masas indiferenciadas que denominan pueblos y buscan a los demás y su lugar en el mundo, por encima de la ira y la pasión…… Y todo eso lo guía una mano invisible”. Este escritor atravesó un siglo turbulento escuchando el silencio, el silencio de un nihilismo atormentado frente a una realidad que en algún momento parecía no tener sentido y que obligaba a vivir permanentemente al borde del abismo y a pesar de todo, la esperanza no abandonaba a los seres humanos y quizás este sea el conflicto existencial fundamental, sobrevivir a la desesperanza. No somos el centro del universo y casi nunca actuamos racionalmente. Formamos parte de la masa y somos sus víctimas. “Cada persona debe tener su propia muerte” como dice Rilke y en el ancho y hondo pasado, donde la memoria nos atrapa solo el hogar paterno es reconfortante, lo demás es camino, dolor y silencio. Dice el escritor “Somos tan solitario como un planeta perdido”. Nadie entra impunemente en la vida, nadie escapa a su destino, quizás parte del secreto del siglo XXI sea convertirlo en un siglo que recupere a plenitud a Dios.


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