Si la política es el arte del engaño, según Maquiavelo, la geopolítica lo es doblemente. Cada nación hace su propaganda y, en guerra, lo hace doblemente.
Algunos ejemplos
recientes. China y Estados Unidos están en una feroz competencia, pero acaban
de firmar un tratado comercial sobre aranceles que protege los intereses de
ambos países, porque sus economías son fuertemente interdependientes.
Otro ejemplo: el
ataque iraní a la base militar norteamericana en Qatar. Lanzaron 14 misiles, de
los más viejos; 13 fueron interceptados y el otro cayó en un yermo. Cero
muertos, cero heridos, nada destruido. Y lo más curioso es que Irán avisó a
Estados Unidos y a Qatar lo que iba a hacer, 24 horas antes.
Otro ejemplo: el show
del bombardeo de película a las instalaciones nucleares de Irán. Tres
monumentales huecos, sin víctimas. Los iraníes habían trasladado previamente la
parte sustantiva del programa, y las instalaciones por debajo de 60 metros —la
máxima profundidad que alcanzan las bombas lanzadas— aparentemente no sufrieron
mayor daño.
Y todo indica que
Estados Unidos bombardea como amenaza de involucrarse directamente, para parar
el intercambio de misiles entre Israel e Irán, que no tienen frontera común y
hay dos mil kilómetros de distancia. Porque el famoso domo o escudo de hierro israelí
estaba colapsado y los misiles iraníes estaban causando más daño del esperado
en Haifa —principal puerto— y Tel Aviv, y presuntamente habían dejado
inoperativas las dos únicas refinerías petroleras que tiene Israel.
Ángel Lombardi