martes, 1 de marzo de 2005

La lucidez de D.A.R.



Con sus más de 80 años a cuestas; con sus principios intactos y su honradez a toda prueba, Domingo Alberto Rangel, son de los pocos venezolanos que justifican la política y el quehacer intelectual en nuestro país. Hombre comprometido y militante, en los años 40 y 50, fue un luchador prominente en contra de la dictadura y por un proyecto democrático y revolucionario tempranamente distanciado del “betancourismo” dominante en Acción Democrática, participó en la fundación del M.I.R. (Movimiento de Izquierda Revolucionario) y después como independiente vertical, anarquista vocacional y hombre de izquierda siempre ha sido un crítico consecuente de todos los gobiernos venezolanos, de los 60 para acá; y del sistema político en general, tanto de la mal llamada 4º como 5º República.
Frente al actual régimen ha sido particularmente lucido, al no dejarse confundir por la retórica izquierdista del presidente; él sabe muy bien, por su formación y experiencia que en Venezuela ni gobierna la izquierda ni el proceso es una verdadera revolución.
Este es un gobierno populista más y el intento de autocracia sostenido por las fuerzas armadas y una sociedad anestesiada y cómplice.
D.A.R. no se ha dejado confundir por el discurso antiimperialista, mientras que en la práctica, con absoluto pragmatismo, se propician y facilitan los grandes negocios a las multinacionales y en especial a las norteamericanas.
La otra realidad geo-política; el discurso latinoamericanista, sustentado en la prodigalidad regalona e irresponsable de nuestros recursos petroleros, lo ha llevado a favorecer los intereses de ese otro imperialismo subcontinental, Brasil, y a una longeva y decrépita autocracia del caribe.
D.A.R. lo ha dicho y denunciado de muchas maneras; pero su destino de “profeta desarmado” lo condena a la soledad política de una persona incómoda para el estamento político dominante, tanto en la 4º como en la 5º, no creo que le importe mucho la soledad, se respeta a sí mismo y nunca ha renunciado a su lucidez.

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