Película fundamental ‘en’ la
filmografía del gran director sueco I. Bergmann, transcurre en el siglo XIV,
durante la gran tragedia de la peste negra y que asoló y despobló al continente
europeo, a pesar de la aflicción general y del final trágico, el amor está
presente y la esperanza no muere, la condición humana no es otra cosa que, una
dialéctica trágica entre trascendencia e inmanencia. Ser y tiempo son las
líneas fronterizas y los límites definitorios de toda existencia. El ser humano
lo arriesga todo, pero la verdadera y definitiva pérdida es cuando trafica con
su dignidad y claudica en su libertad. Los dos personajes emblemáticos de la
película, caballero y escudero, se salvan, humanamente hablando, porque mueren
preservando dignidad y libertad, básicamente en unas escenas antológicas, al
comienzo y al final de la película. Cuando la muerte, que preside y domina el
comienzo y el final se presenta el caballero, sin miedo le dice “puesto estoy,
el espíritu es fuerte, aunque la carne es débil” y desafiante invita al
terrible e inoportuno visitante a jugar ajedrez.
Al final de la película otra vez la
muerte anunciando que el plazo se venció y ante la protesta del escudero lo
manda callar, es decir a asumir el destino fatal inevitable y el escudero
altivo le contesta, “presto callo pero seguiré protestando” y es que la
condición humana, finita y débil, puede trascenderse a sí misma si tenemos el
coraje y la lucidez de nuestra dignidad y libertad.
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