lunes, 2 de abril de 2007

El disfraz

Se dice una cosa y se hace otra, problema fundamental en nuestra sociedad, que nos vuelve cínicos, “caraduras”, irresponsables y en el fondo esquizofrénicos.
Dice el psicólogo Axel Carriles: “los dobles mensajes mantienen a las personas desorientadas y esto rompe con la función critica y no se puede diferenciar la verdad de la mentira”. Esta doble moral se traduce en un doble discurso, manipulador y perverso.
Fidel cuando se declaró comunita, confesó que siempre lo fue, pero que no podía decirlo, porque de lo contrario nunca habrían salido de la Sierra y nunca habrían tomado el poder. Utilizó a Martí como antifaz para esconder sus verdaderas intenciones.
Igual ha pasado con Bolívar; es una excusa para disimular o esconder las verdaderas intenciones.
En política es casi axiomático mentir y el más mentiroso es el más alabado: que lejos estamos de aquello de “la verdad os hará libre”. En Venezuela tenemos que convertir en valor político ser veraz y asumir nuestras responsabilidades. Más que nunca estamos urgidos de una “ética de la responsabilidad” en todos los niveles y en todo momento. Que desafortunados fueron Teodoro, Rosales y Borges cuando prometieron una victoria sin estar convencidos de ello.
Nuestro Presidente es un experto en disfraces y simulación, es un verdadero “actor” lamentablemente no estamos hablando ni de teatro, ni Tv, ni cine; sino de la dura realidad nacional que necesita líderes más auténticos y una sociedad menos cómplice y genuflexa.
Dice el mismo Axel Carriles “pícaro no se enfrenta al poder, no lo confronta, sino que simplemente se adapta al poder sin seguirlo”. Estamos viviendo la política básicamente como emoción infantil y morbosa “que se distingue por el juego del disfraz y la burla, del escándalo, del desprestigio y la descalificación” según dice el psiquiatra Luis José Uzcátegui.
Esta “revolución desde arriba” lo que pretende en el fondo es convertirnos a todos en “menores de edad”; como a la sociedad cubana, mientras el “líder” piensa y decide por nosotros, en su rol de padre y benefactor, creo que así se llamaba al tirano Trujillo y a nuestro montaraz J. V. Gómez; padre y padrote de la patria.

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