Definitivamente el ciclo histórico del sigo XX venezolano se agotó con el propio siglo. 1936, 1945, 1958 ya es prehistoria; Betancourt se pierde en las brumas de la memoria colectiva, igual que J.V. Gómez. El siglo XIX apenas se recuerda y Bolívar es una presencia simbólica e ideológica de un tiempo venezolano en donde pasado-presente-futuro, se superponen y confunden. El actual gobierno, con pretensiones de régimen, que se inició en 1999, luce agotado y cada vez más ilegítimo por las farsas electorales que ha montado y el secuestro de casi todas las instituciones y poderes. De cara al futuro y como consecuencia del último sainete electoral (3D-06) el país urge a la oposición a reagruparse en torno a un nuevo proyecto nacional; que reivindique las conquistas democráticas del siglo XX y le dé un contenido social, verdaderamente moderno. Distribuir de manera irresponsable y corrupta la cuantiosa renta petrolera no es ninguna acción de gobierno progresista; prometer ilusiones e ilusionar a la gente, especialmente a los que vienen en permanente necesidad, no es ninguna política de Estado; es más de lo mismo; lo peor de la 4ta reproducido en abundancia en la 5ta. Entonces de lo que se trata es de elaborar un nuevo proyecto nacional, amplio, moderno, plural, democrático, a eso está llamada la oposición democrática y también sectores democráticos del gobierno.
La historia nos habla de un proceso político, siempre traumático y que vive de fracturas; ojala logremos rescatar el sentido evolutivo y progresista de la acción política.
Necesitamos reconstituir partidos y liderazgos y elaborar con sentido creativo un plan nacional consensuado, en el corto, mediano y largo plazo, que nos permita superar de manera definitiva nuestra perversa dependencia de la renta petrolera.
Hay que acceder definitivamente a la plena modernidad; a lo que significa hoy un país y una sociedad moderna y desarrollada.
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