El mundo intelectual, especialmente el europeo y en particular el francés, también tienen su cuota de responsabilidad en este extravió de la historia. Es muy sabroso hacer la revolución desde los “café” parisinos; que los muertos los pongan los otros, nuestros pueblos pobres y atrasados.
Fidel, el héroe romántico, fabricado por la izquierda europea y el New York Times, debió morir en 1969, en plena “revolución cultural y contracultural” en ese momento era el “rebelde” necesario frente a un mundo conformista, atenazado por la guerra fría, el azar o el destino quiso que fuera el Ché, icono mártir de esa época quien encarna al “rebelde” siempre joven; hoy este pobre viejo que agoniza es otro más en nuestra galería de fantasmas o demonios de nuestra historia.
Los venezolanos debemos mirarnos en este espejo; perder 50 años de nuestra historia sería imperdonable para nuestra generación, detrás de una “ilusoria” revolución que lo único que significa es el hambre de poder de un individuo que se cree, él también, un Mesías.
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