En el Mundo Moderno, a pesar de lo anterior, ciertos regímenes autoritarios-totalitarios (A-T) han pretendido perpetuarse hereditariamente, así fue en la Nicaragua de los Somoza; en la Haití de los Duvalier; y la República Dominicana de Trujillo. Así es en Corea de Norte con Kim il Sung y su hijo; en Siria con Assad y su hijo; en Libia con Khaddafy (37 años en el poder); Cuba con Fidel (48 años en el poder) y su hermano Raúl designado heredero. Esta anomalía antimoderna y antidemocrática pareciera estar amenazándonos en Venezuela con un proyecto personal de poder hasta el 2030 (por ahora). Indistintamente de nuestra simpatía y apoyo a Chávez, su perpetuación en el poder no le conviene, ni a sus partidarios, y mucho menos a Venezuela.
Todo poder (y más si es personalizado), demasiado prolongado se deteriora y corrompe a toda una sociedad. La necesaria e inevitable “circulación de élites” y alternancia en el poder, al ser cancelada u obstruida, entroniza el miedo y la corrupción como principales instrumentos de gobierno y supremacía, y esto termina arruinando y degradando a un país, por varias generaciones. Quisiéramos confiar en la sensatez del propio presidente y su movimiento político para no mancillar la constitución con una reforma absolutamente antihistórica. Un gobernante, cualquier gobernante, sólo es bueno para un período y una reelección inmediata y mientras más corto el período mejor (4 + 4 o 5 + 5). En mi caso me pronuncio por un solo período, sin reelección de ningún tipo (de 5 años o 6 años).
Un gobierno autoritario- totalitario (A-T) y una dictadura-dinástica (D-D) sería negarnos a nosotros mismos el futuro que merecemos de cara al siglo XXI.
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