Ya lo decía el infaltable Sun Tzu, en la guerra el objetivo es engañar al enemigo (en la política sería al adversario). Si aplicamos esta fórmula, la debilidad del régimen es evidente, ya desde el gobierno no se engaña a nadie y el líder se ha quedado sin discurso. La realidad se ha encargado de desmentirle, y hoy nadie puede salvar su responsabilidad y ocultarse en el cómodo “no sabía lo que estaba pasando”.
A nivel internacional, nadie se llama a engaño, solo la complicidad interesada de los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Bolivia mantienen esa ficción llamada ALBA.
La crisis económica, que como un fatalismo indeseable, se cierne sobre el país desde el 2008, se ha encargado de desnudar al régimen en su incompetencia y corrupción. Ni siquiera a nivel social los éxitos iniciales pueden ser sostenidos frente al fracaso estruendoso en educación, salud, vivienda, empleo e inflación. Una crisis estructural en PDVSA además de una destrucción irresponsable de las industrias básicas y casi todo el aparato productivo. El gobierno por donde se le mire está en crisis y el liderazgo presidencial cada vez más menguado (mientras más grita y amenaza más débil es). Se puede mentir al principio y se puede engañar a muchos, pero no se puede engañar a todos siempre. Como dicen los estrategas, cuando el adversario amenaza con avanzar está pensando en cómo retroceder. Cuando habla de atacar, realmente está pensando en huir. En esta sintomatología del engaño y la huida, llama la atención la decisión del TSJ al aprobar una masiva y privilegiada jubilación. El 2010 pareciera ser un año decisorio en muchos sentidos y particularmente importante son las elecciones parlamentarias a pesar de la torpeza y el sectarismo tradicional de los partidos políticos, pero es una oportunidad para avanzar políticamente, convencidos en un triunfo electoral en el 2012, y es que el presidente en las encuestas se ha convertido en un presidente a “plazo fijo”. Cuando se le pregunta a sus seguidores sobre su permanencia en la presidencia más allá del 2012, apenas un 12% piensa que debería continuar. La democracia ente otras cosas es garantía de alternabilidad y es lo que desea la mayoría de los venezolanos. El régimen cada vez más se identifica con el pasado y un pueblo solo se moviliza cuando algo o alguien lo ilusiona o le promete un futuro mejor.
A nivel internacional, nadie se llama a engaño, solo la complicidad interesada de los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Bolivia mantienen esa ficción llamada ALBA.
La crisis económica, que como un fatalismo indeseable, se cierne sobre el país desde el 2008, se ha encargado de desnudar al régimen en su incompetencia y corrupción. Ni siquiera a nivel social los éxitos iniciales pueden ser sostenidos frente al fracaso estruendoso en educación, salud, vivienda, empleo e inflación. Una crisis estructural en PDVSA además de una destrucción irresponsable de las industrias básicas y casi todo el aparato productivo. El gobierno por donde se le mire está en crisis y el liderazgo presidencial cada vez más menguado (mientras más grita y amenaza más débil es). Se puede mentir al principio y se puede engañar a muchos, pero no se puede engañar a todos siempre. Como dicen los estrategas, cuando el adversario amenaza con avanzar está pensando en cómo retroceder. Cuando habla de atacar, realmente está pensando en huir. En esta sintomatología del engaño y la huida, llama la atención la decisión del TSJ al aprobar una masiva y privilegiada jubilación. El 2010 pareciera ser un año decisorio en muchos sentidos y particularmente importante son las elecciones parlamentarias a pesar de la torpeza y el sectarismo tradicional de los partidos políticos, pero es una oportunidad para avanzar políticamente, convencidos en un triunfo electoral en el 2012, y es que el presidente en las encuestas se ha convertido en un presidente a “plazo fijo”. Cuando se le pregunta a sus seguidores sobre su permanencia en la presidencia más allá del 2012, apenas un 12% piensa que debería continuar. La democracia ente otras cosas es garantía de alternabilidad y es lo que desea la mayoría de los venezolanos. El régimen cada vez más se identifica con el pasado y un pueblo solo se moviliza cuando algo o alguien lo ilusiona o le promete un futuro mejor.
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