lunes, 12 de diciembre de 2011

El alma latinoamericana




A Lilia

Evidentemente no existe un alma latinoamericana en los términos del historicismo romántico alemán, como Herder y compañía, incluido Hegel pensaban; pero no deja de ser un término y un concepto útil para hablar de algunas cosas como por ejemplo la música, particularizando aquella que deja de ser una manifestación local, regional o nacional y termina expresando e identificando a todo el espacio latinoamericano y estoy pensando en el tango, la ranchera, el bolero y el vallenato, los tres primeros géneros que sobresalían y dominaban lo que pudiéramos denominar la época de la radio y en mi experiencia directa de los años 40 y 50 del cada día más lejano siglo XX.
No es casual que el tango casi se convierte en un género literario y su letra y música expresa muy bien a un país y a un continente en donde la inmigración fue determinante y se integra a las respectivas sociedades desde la periferia urbana que no otra cosa son los barrios y arrabales que tanto cantó Gardel. Este mismo un mestizo cultural, de origen extranjero pero que nadie como él llegó a expresar mejor la “argentinidad” si esta existe. Argentina, sin lugar a dudas, se expresa a través de Gardel igual que lo hace con Borges, Cortazar y Sábato, entre otros. Lamentablemente también es Perón y el sarcófago de Evita y esas caricaturas contemporáneas del poder como Menen y los Kichner, dignos de una milonga lastimera y dolida. El tango es transgresión, sentimiento y extrañamiento, esa saudade o morriña, como nostalgia indefinible de los celtas, portugueses y gallegos.
La ranchera es otra cosa y particularmente en las letras y voces emblemáticas de Jorge Negrete y Pedro Infante. Es la expresión más cabal del macho latinoamericano, irresponsable, destemplado y atropellante. Incapaz de amar más allá del culto infantil a la madre que muy bien se expresa y reproduce en el culto a la virgen de Guadalupe y en el fuerte sentimiento telúrico del mejicano y en general de los habitantes de este continente. La ranchera es una fiesta trágica, siempre la muerte está presente, como muy bien lo expresó en su literatura Juan Rulfo.
El bolero es otra cosa, es la brisa del Caribe musicalizada. Es el romance eterno, vivir enamorado o en busca del amor. Con una fuerte carga sentimental y erótica el bolero expresa la dialéctica del eterno femenino confrontado a lo masculino, en una relación ambigua de dominación y servidumbre y en donde la dialéctica amo-esclavo se resuelve siempre a favor de las mujeres y es que el amor es un invento femenino, para perpetuar la especie y para dotar a la terrible historia humana de algo de belleza y amabilidad. En el bolero el hombre conquista pero siempre fracasa, es la mujer que seduce y triunfa aunque le haga creer al hombre que es el triunfador. El donjuanismo es un fracaso sentimental, en la incapacidad de amar y el temor a la mujer, de hecho tiene un fondo narcisista y homosexual. El don Juan literario conquista para abandonar, es el trofeo de su vanidad lo que importa. Casanova es otra cosa, es la pura sexualidad, es el atleta del sexo. Casanova hoy hubiera sido un actor porno con dotes literarias. El bolero ayuda a domesticar la historia, la humaniza y es un mérito fundamentalmente femenino.
El vallenato, es el vitalismo costeño, acordeón incluido, instrumento extraño a estas latitudes y que parece haber llegado a tierra firme vía Curazao. Es una música alegre y de fiesta popular, de letras picantes, promiscuas, de reconocimiento y de amistad entre parranderos, es como una escritura de García Marquez musicalizada, no exentos algunos vallenatos de auténtica poesía. Desde otro punto de vista, es la música de la resistencia, desde la marginalidad y la pobreza, pareciera querer expresar el hecho de que la vida es dura pero vale la pena y nunca se va a renunciar a la fiesta, como mecanismo ella misma de diversión y sobrevivencia. Es el instinto de diversión y en el fondo también de transcendencia en la inmanencia, de allí que en un sentido identitario general no hay mejor expresión del alma colectiva que la música.

No hay comentarios:

Publicar un comentario