Se trata no tanto de hacer profecías o anticipar situaciones, en lo cual evidentemente no somos competentes y de tener la tentación de hacerlo sería una tontería de acuerdo a la rigurosa racionalidad de Kant. De lo que se trata es intentar analizar algunos hechos y establecer algunas hipótesis, con la evidente convicción que en este laboratorio de lo real, la única comprobación fáctica y científica es la propia realidad.
El hecho electoral tiene fechas precisas, las primarias de oposición el 12 de febrero y las presidenciales del 7 de octubre. En diciembre se elegirían gobernadores y en abril del 2013 a los alcaldes. Una verdad de perogrullo es que lo que pase el 7 de octubre se convierte en determinante en los otros procesos electorales, de allí que para no distraernos vamos a hablar sólo de las presidenciales.
La primera certidumbre es el ventajismo oficial, con unos árbitros parcializados, el Consejo Nacional Electoral, integrado por 4 militantes del oficialismo en un equipo de 5 personas. Un Registro Electoral Permanente que se proyecta adulterado y abultado entre 1 y 2 millones de votantes ya que suena exagerado un padrón electoral de casi 18 millones de votantes sobre una población que no llega a 28 millones de habitantes. En ese contexto es que se cuelan los difuntos que votan, los multicedulados, extranjeros incluidos.
Igualmente es preocupante un sistema automatizado, potencialmente manipulable y las amenazadoras y atemorizantes capta huellas. Si a ellos agregamos el uso y abuso de los recursos oficiales, practica, justo es reconocerlo, bastante habitual en los gobiernos venezolanos cuando se trata de ganar elecciones a como dé lugar.
Frente a este panorama apabullante de ventajismo oficialista, la oposición confía en su unidad y en el desgaste de 13 años de mal gobierno. En lo personal no creo que esto sea suficiente para ganar. La situación es mucho más compleja y el primer reto que va a tener el candidato unitario de la oposición es cómo conectar con el miedo y la esperanza de la gente.
La enfermedad del presidente es el otro elemento objetivo del proceso electoral, al no haber un diagnóstico médico oficial e imparcial, todo son especulaciones, pero como creo que la enfermedad es real, esto va a incidir en el proceso electoral, creando más incertidumbres en el proceso y su desenlace, tanto en los sectores de oposición como en algunos sectores del oficialismo.
En esta coyuntura política del 2012, que a mi juicio va más allá de lo electoral, ya que no sólo está en juego el gobierno sino el poder en su sentido más amplio, ya que no es ningún secreto que el mismo líder del proceso se ha encargado de proclamar que su aspiración es a perpetuarse en el poder más allá del 2021 y en algún momento hasta ha hablado del 2030. En lo personal lo tomo en serio, otra cosa es que pueda lograrlo. En la antigua Grecia se acostumbraba decir que cuando los dioses te querían perder, te cegaban y en términos más cristianos pudiéramos decir que el hombre propone y Dios dispone y normalmente el orgullo humano tiende a ser abatido por la realidad y la historia. Juan Vicente Gómez duró 27 años y murió en el poder y Fidel Castro, mentor e ídolo del líder del proceso, lleva 53 años mortificando a los cubanos, cercenando sus libertades y sacrificando su bienestar.
Igualmente la pretensión de instaurar un régimen revolucionario sin fecha de caducidad es moneda frecuente en la historia humana. Los bolcheviques pensaban que habían asaltado el poder para siempre y los fascistas y nazis hablaban del milenio que duraría tanto el fascismo como el III Reich. Estas locuras, son bastante frecuentes en la historia, aunque tarde o temprano los hechos y la realidad terminan derrotándolo. Dentro de este contexto político-electoral los factores determinantes, más allá de lo electoral van a ser como siempre los acontecimientos e intereses internacionales y en lo interno el factor militar. Digo el factor militar y no las Fuerzas Armadas como tales. Institucionalmente las Fuerzas Armadas eran un factor político determinante como en el caso de Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaía Medina Angarita y Marcos Pérez Jiménez. Éste último llegó a decir que su partido político eran las Fuerzas Armadas, pero en este momento esto no es así, las primeras víctimas de este proyecto político personalista-autoritario-totalitario, calcado en el modelo cubano, son las propias Fuerzas Armadas. Estamos en presencia en el poder de una logia militar conspirativa que fracasó en 1992, pero que asalta el poder electoralmente en 1998 y constituye una camarilla o casta militar que asume el control de todo, tanto del gobierno como de las Fuerzas Armadas y en general de todos los negocios e intereses del país. Para ello ha contado con la complicidad de muchos así como con las muchas carencias y debilidades de la oposición. Una abundante y bien provista chequera petrolera y un aluvional y eficaz militarismo populista así como una ideología comodín como el castro-comunismo. Lo demás lo ha hecho el miedo y la cobardía, clima moral dominante en una sociedad profundamente enferma, extraviada y confundida, con un profundo desorden institucional y social y con unas circunstancias históricas complejas.
La camarilla militar gobernante, sus orígenes y características ha sido estudiado con bastante competencia y solvencia académica entre otros los fallecidos Alberto Garrido y Manuel Caballero y de manera destacada el acucioso investigador universitario José Machillanda. A nivel periodístico se han hecho trabajos de investigación y en los últimos tiempos destaca el excelente reportaje, altamente esclarecedor de Laura Helena Castillo y Fabiola Zerpa publicado en Siete días del Nacional el domingo 29-01-2012. Allí se evidencia como cerca de un millar de personas tienen el poder y el control, es lo que tradicionalmente se llamaba, referido a los regímenes comunistas, la nomenklatura o la nueva clase que tantos estudios produjo y que posibilitó un análisis científico de la estructura del poder en la Unión Soviética y en general en los países comunistas y dictatoriales. En la democracia el poder es difuso, desconcentrado, institucional y sometido a la ley, mientras que en los regímenes dictatoriales-totalitarios el poder es personal, concentrado y definido. Muy bien lo vio Trotsky cuando denunciaba el régimen autocrático soviético. Decía, el pueblo está representado por el partido, éste por el Comité Central que a su vez estaba representado por el Politburó y éste culminaba verticalmente en Stalin, creándose así esa figura perversa de la representación absoluta de todo un pueblo en una persona. El pueblo es el líder y el líder es el pueblo sin otra intermediación. En el ejemplo citado Stalin era el padrecito de la Santa Madre Rusia, reduccionismo sincrético, manipulador y perverso, con un fondo mágico-religioso que reduce a un país y a una sociedad a una sola persona. Luis XIV se quedó corto frente a esto, el Estado era él, el rey, y en su época esto era verdad. El problema es que hoy comenzando el siglo XXI, ningún individuo bajo ninguna circunstancia tiene la representación de nadie, a menos que se asuma dentro de un contexto democrático temporal y regulado por la ley, con las responsabilidades del caso y los controles necesarios. No otra cosa es la democracia en términos políticos, una serie de mandatos legales y temporales, sustentados en el sufragio para ejercer el gobierno institucionalmente, sometido al imperio de la Constitución y las leyes y siempre en función de los intereses generales o bien común y que no están definidos precisamente ni por un individuo, ni por un partido ni por una ideología.
De todo esto se trata en el 2012, democráticamente interrumpir o poner fin a un proyecto autoritario hegemónico y recuperar a plenitud un proyecto democrático, inclusivo y plural, con una sociedad comprometida fuertemente con su propio progreso y el futuro. En función de todo lo anterior la pregunta, o mejor, los interrogantes son: ¿Seremos capaces de construir, en función de nuestra cultura y tradiciones democráticas, una propuesta política eficaz resumida en la frase de unidad y cambio? ¿Los partidos políticos de oposición están dispuestos a cambiar ellos mismos y a deslastrarse de tantos vicios del pasado? ¿Los partidos políticos están dispuestos a asumir y compartir el protagonismo y la responsabilidad con la Sociedad Civil? ¿La Sociedad Civil está preparada y dispuesta a terminar de constituirse y asumir sus responsabilidades públicas y políticas? Si las respuestas a estas interrogantes son positivas, no tengo ninguna duda sobre el éxito electoral y político del 2012, pero no es suficiente, hace falta además un profundo diálogo nacional, incluido sectores del oficialismo y sin lugar a dudas con participación de la Iglesia y las Fuerzas Armadas, y de otros sectores importantes de la sociedad. Se trata de crear las condiciones de un diálogo eficaz para lograr la gobernabilidad, en donde ningún sector del país debe sentirse ni amenazado ni excluido. Es un diálogo para pacificar el país, para desarmar el lenguaje y desarmar a los violentos y establecer un rumbo compartido de progreso nacional, en donde sin lugar a dudas la prioridad tiene que ver con los sectores más desprotegidos de nuestra sociedad: niños, ancianos, trabajadores, familia, y en general los llamados excluidos, al mismo tiempo que se establecen las condiciones y los estímulos necesarios para que el sector productivo retome su papel como locomotora de la economía e intentar cambiar de manera progresiva, el perverso modelo petrolero rentista-populista que sólo ha servido para alimentar el despilfarro, la corrupción y la degradación moral de nuestra sociedad.
Hay que recuperar el sentido de responsabilidad pública que tenemos todos los ciudadanos y asumir prioritariamente, en términos generales, la reinstitucionalización del país, que garantice la plena vigencia de los derechos humanos y del estado de derecho así como la separación efectiva de los diversos poderes y las garantías correspondientes a su real autonomía. Aunque pudiera parecer ilusorio tenemos que proclamar y asumir el compromiso correspondiente, de cara al siglo XXI, de convertirnos todos en constructores eficaces de unidad y fraternidad. Los tiempos internos y externos nos lo exigen, los desafíos son múltiples y solo los pueblos que sean capaces de construir verdaderos proyectos democráticos en su sentido cultural más amplio así como economías sustentables y con la correspondiente responsabilidad social, tendrán futuro y quiero pensar que los venezolanos seremos capaces de asumir este tipo de compromisos. De allí la importancia del 2012, tiempo de encrucijada en donde está en juego sin lugar a dudas las próximas décadas de nuestro destino.
martes, 21 de febrero de 2012
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