Esta es una consigna apropiada al momento actual. Tenemos una necesidad apremiante de unidad tanto en la oposición como en toda la sociedad. No podemos permitir seguir siendo un país dividido. Creer y pensar diferente no nos hace enemigos a los venezolanos. Igualmente necesitamos cambiar en lo político y en lo económico. Llevamos 30 largos años de extravíos políticos. Pasamos de la democracia boba y endeble del bipartidismo a este proyecto demencial de poder personal y populismo militarista. La mayoría de los venezolanos no quieren ni lo uno ni lo otro, de allí el reto para la oposición en general y para el candidato unitario electo abanderarse de la unidad en todos los niveles y del cambio en todos los órdenes. El candidato del oficialismo es derrotable, está enfermo y en el fondo resultó ser más de lo mismo, corrupción y politiquería. Ha llegado el momento de la unidad y el cambio nacional, el voto es secreto y hay que participar y votar si miedo. Estos son los tiempos del ciudadano, de la sociedad civil, de las instituciones en general y de los partidos políticos, en ese orden. El candidato oficialista tiende a ser tramposo y ventajista, pero ha perdido credibilidad y debe responder de un mal gobierno de 14 años. Hay que evitar la confrontación estéril. El candidato unitario tiene que ser aglutinador e inclusivo y prepararse para un gobierno de transición y reconstrucción nacional. Hay que construir la gobernabilidad y volver a formular un proyecto de desarrollo nacional progresista, de crecimiento económico y de fuerte acento social. El proyecto democrático que el país conquistó en el siglo XX debe ser continuado en clave del siglo XXI y convencer a la gente que sí tenemos posibilidades de volver a compartir un futuro. La reinstitucionalización de los poderes es prioritario y el acuerdo político entre todos los sectores, incluidos sectores del gobierno actual y es necesario que las Fuerzas Armadas vuelvan al orden Constitucional y particularmente con la plena vigencia del artículo 328. El poder judicial tiene que ser urgentemente despolitizado y tratar de establecer la meritocracia y la carrera judicial. El parlamento tiene que asumir a plenitud su papel de poder contralor del poder ejecutivo así como convertirse en el espacio privilegiado para el debate político y el diálogo democrático.
El próximo gobierno tiene que ser un gobierno de amplitud y participación con un gabinete tecnopolítico que entienda que el arte del gobierno en el siglo XXI es fundamentalmente una buena gerencia y administración sin dejar nunca de escuchar a la gente y su realidad de todos los días.
martes, 21 de febrero de 2012
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