A pesar de que no hay parte médico, todo indica que es real la enfermedad del presidente. A nivel privado su desenlace sólo le interesa al paciente, familiares y seguidores. A nivel político, es un asunto político de primer orden y tiene que ver con el interés general y el futuro inmediato de todos los venezolanos. Lo que no significa que el destino del país está determinado por el enfermo. Un país y una sociedad no pueden depender de una persona, sería anómalo e inconveniente. Ni siquiera en las monarquías absolutas funcionaba de esa manera; de allí la fórmula ceremonial “ha muerto el Rey, viva el Rey” para referirse al sucesor. Siempre hay un sucesor o un aspirante a serlo. La humanidad ha aprendido que todo pasa y esto también pasará. El problema entonces no es la enfermedad, sino el vacío de poder y de gobierno. Los rumores y la incertidumbre y la amenazante inestabilidad es lo que preocupa y que coloca al país en los próximos meses, en los límites de la anarquía y la anomia.
La sucesión es un problema político en el sector oficial. El ungido va a ser un familiar o un subalterno militar retirado; un militar activo o un civil, nadie lo sabe. En definitiva políticamente el nombre es lo de menos, lo importante es saber a quien representa y qué características tiene.
La oposición y el candidato de la unidad y el cambio no pueden ignorar estas realidades, a pesar de que la campaña continua y la cita es el 7 de octubre, a menos que los hechos digan lo contrario. Igualmente debe atenderse de manera pragmática el desarrollo de la crisis política en curso, con sus complejidades y sorpresas incluidas. Hay que prepararse para todos los escenarios y la experiencia recomienda no descartar los peores, casi siempre son los que ocurren. Si por mi fuera, el mejor escenario es el restablecimiento pleno del enfermo y su habilitación como candidato. Mientras tanto seguimos con este teatro político, casi una telenovela de la enfermedad presidencial, hábilmente explotada con fines electorales y políticos. En el sector oficial se han desatado todos los demonios, entre la sucesión dinástica y los factores de poder y privilegio que el “chavismo” ha engendrado, tanto en el sector militar como civil. La “revolución” naufraga en sus propias limitaciones y contradicciones que no son otras que las ambiciones personales y los intereses creados.
lunes, 19 de marzo de 2012
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