viernes, 18 de mayo de 2012

“El fanatismo del Apocalipsis"

Este es el título de un libro de Pascal Bruckner, un francés que quiere llamar la atención sobre ciertas tendencias que él considera fundamentalistas y fanáticas con respecto al futuro de la humanidad. En vez de apelar a la confianza en los seres humanos, siempre capaces de adaptarse y sobrevivir desarrollando las ideas y proyectos pertinentes para seguir progresando. El autor califica a esta ideología del apocalipsis o de las catástrofes para infundir miedo nutriéndose del miedo, especialmente en un mundo globalizado, en donde los medios de comunicación, de manera inevitable, nos abruman de desastres y malas noticias. Si bien es cierto que la demografía luce amenazante con sus 7 mil millones de personas y en ascenso galopante. Igualmente el drama de la pobreza así como las muchas guerras en curso y la violencia generalizada. Igualmente es cierto el deterioro ambiental, el cambio climático y la precariedad creciente de los ecosistemas, todo lo anterior es real, pero no son amenazas o desafíos que la humanidad en su proceso de desarrollo racional no pueda controlar y eventualmente revertir. No otra cosa ha sido la historia humana. La humanidad siempre ha sido capaz de elaborar respuestas civilizatorias y el progreso no es otra cosa aunque en ocasiones discontinuo y a veces hasta confuso o contradictorio. No obstante seguimos creyendo en él como una posibilidad cierta de nuestra racionalidad y libertad.
La cultura del miedo siempre ha existido y es el caldo de cultivo de los fanatismos que siempre culminan en opresión. La idea es crear sistemas cerrados, con la excusa de protegernos o prometernos utopías irrealizables. Una muestra de miedo colectivo son los ambientalistas catastrofistas, así como los totalitarismos de todo tipo que para defendernos del miedo generan más miedo a la par que cercenan nuestras libertades y posibilidades. En la sociedad urbana contemporánea notamos una creciente tendencia a asumir la amenaza y el miedo como filosofía de vida, y de allí el escapismo ilusorio y el consumismo irresponsable que pretende crear la ficción de felicidad en un presente absolutamente insostenible y en una banalización creciente de la cultura y de la cotidianidad.

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