Toda comunidad humana tiene un origen y una historia: una mezcla aleatoria de mitos, leyendas e historia. Mientras más lejano el origen, más mitológico. Después vienen las narraciones épicas, una confusión permanente entre leyendas y hechos, cuyo núcleo gira en torno a la idea etnocéntrica de ser un pueblo especial, elegido, particularmente virtuoso, destinado a la grandeza.
Sobran los ejemplos. Basta revisar la historia de cada
nación: cada una se cree especial.
De hecho, este destino —predestinado y manifiesto— está en
la base de todas las historias patrias, ideología del consenso y de la
autoestima nacional. Lo llamamos nacional(ismo) y, en su exageración fanática,
patrioter(ismo).
En la historia escolar, esta es la tendencia historiográfica
dominante. Más que educar, ideologizamos. La historiografía crítica existe, y
ayuda a entender y entendernos como comunidad y como parte de una comunidad
mayor: la aldea-mundo como humanidad, una y diversa, pero todavía no asumida
plenamente.
El particularismo prevalece, con su carga de xenofobia,
racismo, intolerancia y fanatismo. En todas las sociedades, aunque en grado
diverso.
El Estado-nacional sigue dominando nuestro imaginario
histórico y nuestras conductas colectivas. Basta una mirada al mundo presente:
- Estados
Unidos, hecho de emigrantes, persiguiendo emigrantes.
- Europa,
que llenó el mundo de emigrantes, rechazando emigrantes.
- En
África, el odio tribal sigue vivo.
- En
Asia, China aísla a los uigures porque son de origen turcomano.
- En
Japón, se evitan las mezclas raciales.
Todos los países de Asia que terminan en -stán
—Pakistán, Afganistán y otros menos conocidos— comparten una raíz común: stan
significa “gente de aquí”.
Casi 60 lenguas y cerca de
tres mil dialectos siguen particularizando a la humanidad. Es una importante
herencia cultural que debemos respetar y mantener. Pero también hay que
conciliarla con un mundo cada vez más interconectado y con problemáticas compartidas,
como por ejemplo: Los riesgos ambientales y el cambio climático. La integración
e interconexión creciente de la economía. La inteligencia artificial y la
revolución tecnológica que nos hacen “globales”. Las desigualdades, las
complejidades crecientes de la geopolítica, las guerras, la amenaza nuclear y
la necesaria paz.
Ángel Lombardi
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