lunes, 28 de julio de 2025

MONARCAS SIN CORONA

Para un buen lector de la historia, la conducta humana siempre se repite. Cambian las épocas, las circunstancias, los personajes, pero las motivaciones del deseo, la ambición, la codicia y la vanagloria siempre están presentes.

Como ejemplo de lo dicho, tenemos a Julio César, quien intentó un golpe de Estado para imponer su poder personal vitalicio en la república senatorial de la cual él formaba parte. Igual Napoleón Bonaparte, hijo de la Revolución Francesa y de la Primera República Francesa, pero que terminó creando su propio imperio y se coronó emperador.

Y nuestro Libertador, Simón Bolívar, hijo de la república independiente y su principal protagonista. Ganada la guerra y creada la República de Colombia —que posteriormente los historiadores llamaron la Gran Colombia— terminó proponiendo para la recién creada República de Bolivia un presidente vitalicio.

Más allá de las diferencias, que las hay, el propósito final de los tres era el poder vitalicio. Caro les costó tal propósito: a Julio César, la vida; y a Napoleón y Bolívar, el exilio.

Estudiando estos tres casos y otros parecidos, estudiosos de la política y la historia —el propio Marx incluido— acuñaron las palabras "cesarismo" y "bonapartismo" para referirse al golpe de Estado que impone un nuevo régimen de tipo autocrático, sustentado fundamentalmente en el poder militar.

En los tres casos, fueron producto de épocas de guerras y de profundas discordias y guerras civiles. César contra Pompeyo, antiguos aliados políticos. Napoleón y la gente de la revolución, antiguos aliados. Bolívar, confrontado por antiguos aliados y subordinados: Santander en Bogotá, Flores en Ecuador, Páez en Venezuela. Plutarco diría: “Vidas paralelas”.

Y los ejemplos de casos parecidos se multiplican en la historia. El golpe de Estado como fenómeno recurrente en las repúblicas.

Para ceñirme a la actualidad: Estados Unidos, Rusia y China son tres poderosas repúblicas constitucionales, bastante diferentes entre ellas, pero en las tres, de diferentes maneras, se trata de crear un poder autocrático. Putin y Xi Jinping cambiaron la constitución para lograr su autocracia vitalicia; y Trump intenta por todos los medios reforzar el poder presidencial. Casos diferentes, pero parecidos en sus intentos personales de poder.

El resto del mundo, incluida nuestra llamada América Latina —todas repúblicas democráticas formalmente— pero con algunos presidentes que se empeñan en quedarse. Y el principal sostén para este propósito son las fuerzas armadas.

La tentación autoritaria y totalitaria siempre está presente en la historia, entre los ambiciosos y grupos de poder. En períodos anteriores era casi normal el cesarismo y el bonapartismo, dado que la democracia era una idea antigua, pero llevada a la práctica solo en los últimos 200 años.

Pero en pleno desarrollo del siglo XXI, con experiencias democráticas exitosas en todo el mundo, que el golpe de Estado siga estando presente y con abundante frecuencia para cambiar de régimen o para resolver profundas crisis nacionales, habla muy mal de la cultura democrática de la humanidad.


Ángel Lombardi

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