La mal llamada ley orgánica de educación es un paso más en la implantación de un régimen castro-comunista en Venezuela, intención manifestada explícitamente por Chávez cuando declaró recientemente que para el 15 de diciembre de este mismo año deben haberse implantado todas las leyes necesarias para impulsar definitivamente el socialismo del siglo XXI (en la práctica, el comunismo real del siglo XX) inclusive planteó que la propia Constitución vigente ya cumplió su cometido y decretó su defunción, ya que resulta insuficiente e inadecuada para su proyecto de poder absoluto y control social total. La ley de educación es un paso más en este proyecto hegemónico de dictadura autocrática. En sí misma, no vale la pena discutirla, primero, porque es un proyecto cuasi-clandestino, presentada a última hora y en versiones diversas. En segundo lugar, ni ha sido divulgada ni mucho menos consultada. En tercer lugar, las observaciones de fondo que se le han hecho, no han sido tomadas en cuenta y al contrario, desestimadas y escarnecidas. A pesar de lo anterior, si quisiéramos analizar la ley, tal como lo han hecho algunos especialistas, esta adolece de numerosas fallas y omisiones como la desnaturalización de la misión pedagógica de la escuela y la desestabilización de todo el sistema educativo con la intromisión ideológica y política-partidista de los consejos comunales. La visión totalitaria de la educación, el monopolio estatal de la misma (confundiendo Estado con estado-partido-gobierno). La restricción o eliminación de la autonomía universitaria y la libertad de pensamiento así como la discrecionalidad abusiva que se le da al ministro de educación en la dirección de la educación nacional.
Esta ley confunde fines del Estado con los fines de la educación y deja en el desamparo más absoluto a la familia y la sociedad en su conjunto y a los padres y representantes en particular con respecto a la educación y al futuro de sus hijos.
Chávez está jugando al todo o nada y al ahora o nunca, en este difícil año 2009, aprovechando el período vacacional y consciente como gobernante que el tiempo se le acaba, debido a un ejercicio gubernamental desastroso y fracasado y con una chequera petrolera menguada, ha sido aplazado por la opinión pública en casi todo: en inseguridad e inflación, carestía y desempleo y con una progresiva inestabilidad interna y externa que por un lado compromete los intereses nacionales y por el otro implica una ruptura del pacto social, expresado y garantizado en nuestra Constitución. Si a eso le agregamos una prédica y un lenguaje lleno de amenazas y miedos frente a una sociedad a la cual se le quiere negar, no sólo su libertad y sus derechos, sino hasta las posibilidades mínimas de expresión, con este cerco despiadado a los medios de comunicación, para montar un monopolio estatal de los mismos.
¿Hasta dónde y hasta cuándo?. A los venezolanos nos toca decidir. Fracasados y derrotados en el siglo XX el nazi-fascismo y el comunismo, se llegó a la conclusión, que estos nefastos regímenes, prevalecieron gracias al miedo y al silencio de muchos y las múltiples complicidades de otros.
¿Vamos a permitir que nuestro tiempo sea secuestrado por una dictadura de medio siglo como la cubana o que nos retrotraigan a las catacumbas de las largas dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez?
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