Leyendo el excelente libro de Francisco Suniaga “el pasajero de Truman” no solo recuperamos una parte de nuestra historia reciente, a través de la recreación que hace el novelista de un personaje trágico como Diógenes Escalante, sino que además nos beneficiamos de las lúcidas y oportunas reflexiones que se hacen en el libro sobre la política en general y su ejercicio a la venezolana. En función de lo anterior es que podemos afirmar que en nuestro país la política prácticamente se reduce a la “silla” de Miraflores, símbolos por excelencia del poder. Se vive para alcanzar el “coroto” y es que lograrlo lo es todo porque para quien llega a Miraflores prácticamente se convierte en un reyezuelo o pequeño emperador tropical. Todos se les subordinan y el personaje llega a sentirse superior a los demás y a ubicarse por encima de las leyes y la propia Constitución y a usar los dineros públicos como si fueran parte de su patrimonio personal. El erario nacional convertido en propiedad privada del gobernante de turno.
En el caso que nos ocupa Diógenes Escalante era un político y diplomático exitoso que venía de la época de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez y que el destino le deparó la posibilidad de ser presidente en 3 ocasiones, en 1931, en 1936 y en 1945; frustrándose en las 3 oportunidades sus posibilidades por diversas circunstancias pero particularmente dramática fue la última que se frustró por la locura del personaje.
La historia de Diógenes Escalante le permite a Suniaga desarrollar toda una reflexión histórico-política sobre el ejercicio venezolano de la búsqueda del poder, siendo este un verdadero calvario de pasiones subalternas y que obligan al autor a usar reiteradamente términos como “diabólico” e “infernal” para hablar de los hechos políticos y sus protagonistas. Todo ello es característico de las sociedades atrasadas, invertebradas y poco institucionalizadas. Uno de los mayores problemas de nuestra historia política es que es básicamente personalista y en ella casi el único motivo es el ejercicio primitivo y pragmático del poder con el consiguiente abuso y codicia, llenando este ejercicio de arbitrariedades y corrupción. La búsqueda del poder de manera patológica es producto de la locura y esta se acrecienta en la medida que se ejerce sin control y sin límites.
En el caso que nos ocupa Diógenes Escalante era un político y diplomático exitoso que venía de la época de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez y que el destino le deparó la posibilidad de ser presidente en 3 ocasiones, en 1931, en 1936 y en 1945; frustrándose en las 3 oportunidades sus posibilidades por diversas circunstancias pero particularmente dramática fue la última que se frustró por la locura del personaje.
La historia de Diógenes Escalante le permite a Suniaga desarrollar toda una reflexión histórico-política sobre el ejercicio venezolano de la búsqueda del poder, siendo este un verdadero calvario de pasiones subalternas y que obligan al autor a usar reiteradamente términos como “diabólico” e “infernal” para hablar de los hechos políticos y sus protagonistas. Todo ello es característico de las sociedades atrasadas, invertebradas y poco institucionalizadas. Uno de los mayores problemas de nuestra historia política es que es básicamente personalista y en ella casi el único motivo es el ejercicio primitivo y pragmático del poder con el consiguiente abuso y codicia, llenando este ejercicio de arbitrariedades y corrupción. La búsqueda del poder de manera patológica es producto de la locura y esta se acrecienta en la medida que se ejerce sin control y sin límites.
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