Las “revoluciones” se alimentan de una especie de complejo de Edipo colectivo como sería la necesidad del asesinato simbólico del padre para poder liberarse de él y así poder acceder a la condición de adulto. Igualmente puede asumirse como una catarsis colectiva para exorcizar la orfandad afectiva, real y psíquica de muchos. Normalmente los dirigentes “revolucionarios” son huérfanos en muchos sentidos y de allí la necesidad patológica de la compensación en una dialéctica de amor-odio, piénsese en Robespierre, en Stalin, en Hitler y en tantos otros, siendo la crueldad uno de sus rasgos principales. Estos liderazgos necesitan tanto del amor como del odio sin límites, un buen ejemplo reciente es Khadafi enloquecido en su crueldad.
Otra interpretación mítico-psicológica es el mito de Saturno, el poder a vencer, que vive devorando a sus hijos. La “revolución” siempre es fratricida. A través de la “revolución” se busca una gratificación, psíquica y material a través del poder y sus derivados como la riqueza y el reconocimiento. Necesidad que abreva profundamente en la conciencia de la modernidad, alimentada desde el Renacimiento, la Reforma y la Ilustración y particularmente entre los autores destaca Jeremías Bentham con su sentido utilitario y hedonista de la vida. En lenguaje de Spengler es la raíz “faústica” del capitalismo pero igualmente del comunismo, como expresión antagónica o dialéctica de la misma filosofía de la modernidad. El hombre moderno es el mismo en todas partes, como lo es el revolucionario en la modernidad más allá de su condición o ideología, en su psique consciente o inconscientemente se busca el poder y el prestigio, o como diría Bentham "las penas y los placeres de los sentidos” en un laicismo acentuado y en un relativismo moral y cultural que configura una verdadera erótica del poder.
Desde otro punto de vista la “revolución” implica de hecho un secuestro de la historia, dominando el presente se inventa y domina tanto el pasado como el futuro. La “revolución” es asumida social e históricamente como un tsunami o cataclismo natural que no solo subvierte todo sino pretende cambiarlo todo, en una proyección mítico-fantasmagórica como una especie de asalto a la razón desde la imaginación y las emociones para recuperar el paraíso perdido.
“Revolución” y “revolucionarios” forman parte de la mitología de la contemporaneidad a partir de una rebelión, se pretende instaurar un nuevo orden, que termina siendo un reacomodo para que con el discurso del cambio, en el fondo nada cambie, lo único real es que unos nuevos grupos de poder sustituyen a los antiguos amos del poder.
jueves, 10 de marzo de 2011
La Psicohistoria de la revolución
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