Tanto la conciencia infantil como la memoria y conciencia histórica de las sociedades identificadas como primitivas y atrasadas, se nutren fundamentalmente de recuerdos inconscientes, así como de leyendas y mitos que configuran la memoria histórica de la respectiva sociedad. Todos los pueblos sin excepción, viven de estos “mitos” y “mentiras” convertidos en tradiciones y leyendas y que muchos llaman “Historia”. Los griegos vivieron de la mitología y de sus dioses del Olimpo durante el largo período identificado como la época arcaica, hasta que la incredulidad y la desacralización, ya presente en la Ilíada y en la Odisea humaniza y disminuye a estos dioses todo-poderosos pero al mismo tiempo llenos de penas y emociones muy humanas, proceso afincado en la razón y en la racionalidad y que permitió que la sociedad griega desarrollara todo el proceso civilizatorio contenido en su luminosa y vigente época clásica.
Cada pueblo tiene sus leyendas y mitos, que cultivan, difunden y tratan de preservar frente a la conciencia crítica y a la razón tecno-científica que termina destruyendo tantas creencias paralizantes en una concepción del mundo y la historia como un eterno retorno, como un estar siempre condenados a repetirnos a nosotros mismos.
En el caso de América Latina y Venezuela, esta mitología gira fundamentalmente en torno a la “gesta emancipadora” además de todo el legado ancestral mitologizado: Guaicaipuro, Tupac Amarú, Toussaint Louverture, Bolivar, Juarez, Zapata, Sandino, Zamora, el Che, son algunos de los ejemplos de estos personajes mitificados y leyendas vivas que siguen justificando muchos de los procesos políticos que todavía hoy definen el presente y pretenden definir el futuro. Todo mito descansa o se nutre de una conciencia histórica difusa proveniente de un pasado hecho más de carencias y frustraciones que de logros, y de allí su vitalidad.
La Historia-historiografía, es decir, los hechos y su interpretación en nuestra tradición no hace más que continuar esta mitología de pueblos que no terminan de encontrarse a sí mismos, en una crisis de identidad reiterada y que tampoco terminan de alcanzar las metas que cada generación ha soñado.
jueves, 10 de marzo de 2011
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Me pregunto si lo que sucede no es que, hay una profunda y sostenida pasividad intelectual y de voluntad que nos mantiene sumergidos y atados al nivel de simple espectadores del pretexto histórico-existencial que presentan los arrogantes dictadores de nuestro siglo que, dicho sea de paso, se sienten dueños del poder y del destino de las naciones. Quizá la fuerza no está en los mitos supuestamente arraigados en la colectividad, como en la arraigada pasividad y conformismo que nos impide abrir el camino hacia nuevas y mejores oportunidades como sociedad. Mis respetos y saludos estimado Rector.
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