viernes, 3 de junio de 2011
La revolución prometida
Vamos a aceptar la premisa que el actual proyecto político en curso, en Venezuela desde 1998 y que ha copado el gobierno y los poderes públicos es un proyecto revolucionario tal como lo proclaman sus representantes y beneficiarios. Es decir, que existe la voluntad y el propósito de fundar un “nuevo orden” como lo fue en su momento la revolución bolchevique en la Unión Soviética en 1917 y entre nosotros la Cuba castrista de 1959. El mismo propósito y la misma intención de fundar un orden nuevo, aunque de naturaleza diferente fue proclamado por Mussolini y el fascismo italiano en 1922, Hitler y el nazcismo alemán en 1933 y ese epígono ibérico de Francisco Franco y su falangismo en España en 1939. Transcurrido un siglo de estos procesos es posible y necesario una evaluación histórica y crítica de estos acontecimientos. La Unión Soviética ya no existe y de su ceniza queda una Rusia maltrecha y restaurada en sus tradiciones. Cuba, es un fracaso a la vista, de inminente colapso reconocido por el propio Fidel Castro en un arranque de sinceridad senil y de alguna manera por el propio Raúl Castro con su plan de reformas “capitalistas” con la única intención de ganar tiempo y conservar el poder para la gerontocracia cubana. Italia y Alemania abominan de su pasado nazi-fascista y han practicado con relativo éxito la amnesia histórica. En España, Franco en progresivo olvido solo es recordado como un demonio y un fantasma de una pesadilla que todos quieren olvidar. En Venezuela, 12 años después de una proclamada revolución el “hombre nuevo” y un “nuevo orden” no aparecen por ningún lado, lo que se observa es el viejo populismo latinoamericano y vernáculo y la corrupción de siempre, en nuestro caso alimentado por una generosa y abundante renta petrolera. La “revolución” prometida es apenas un discurso y sigue siendo una promesa más cercana a una fantasía tropical o a nuestro publicitado “realismo mágico” de la literatura. Seguimos siendo, hoy más que nunca un país fuertemente condicionado por el ingreso petrolero, casi nuestro único ingreso y seguimos dilapidando recursos y oportunidades mientras una pobreza generalizada nos sigue acompañando en un deterioro visible de infraestructura, servicios y calidad de vida, en un empeño suicida de seguir en el subdesarrollo y en transitar caminos como el comunismo y el fascismo derrotados de manera clara y definitiva por la historia.
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