En estos conceptos se resume el programa político-constitucional de la modernidad. Los ideales de una sociedad que aspira al autogobierno y al buen gobierno, promoviendo principios y valores y bienestar para todos. Progreso y felicidad son las dos palabras emblemáticas de esta filosofía política. Esta fe laica se cultiva tanto en la tradición occidental como oriental y el gobernante sabio pasó a ser una aspiración colectiva. Esta visión utópica e idealista del gobierno y la política de alguna manera era la proyección fáctica del paraíso perdido. En Grecia fue Solón quien mejor encarnó este ideal y en menor medida Pericles. En China fué Confucio con sus principios de equilibrio y sentido común. En ambas tradiciones se cultiva el desideratum del rey filósofo o gobernante sabio a pesar de que la realidad proveía y sigue produciendo en abundancia gobernantes y gobiernos torpes y limitados y en algunos casos francamente estúpidos o irracionales hasta la locura y los ejemplos sobran.
A partir del siglo XVII, en ciertas sociedades europeas empieza a desarrollarse la idea de una Monarquía Constitucional en donde el poder del Rey se subordina a la ley y el gobierno se constituye a través de la representación parlamentaria como expresión de la opinión pública. Este proceso se evidencia de manera definida en el llamado “Movimiento de los iguales” (1666) en Inglaterra, liderizado por O. Cromwell, en la Revolución Norteamericana de 1779 y en la Revolución Francesa de 1789. Historias conocidas y canonizadas en la historiografía de la humanidad.
El siglo XIX y XX, en términos políticos no fue otra cosa que la proyección y desarrollo de estos procesos a nivel mundial y de allí surgen los afanes y las violencias que han caracterizado el desarrollo del Estado moderno y democrático en cada país.
Donde mejor se ha expresado la idea del autogobierno ha sido en el concepto de Estado federal, en la descentralización y municipalización del poder y del gobierno ya que así se cumple de manera suficiente el ideal de la cercanía del gobierno al gobernado y del control de este sobre el gobierno en función de los intereses generales y del bien común.
En Venezuela estas aspiraciones y expectativas fueron recogidas y expresadas en nuestra primera Constitución en 1811 y 200 años después seguimos sin asumirlas y desarrollarlas plenamente. Tanto en el proyecto emancipador como en el proyecto liberal y en el llamado proyecto socialista la constante ha sido la centralización y la concentración del poder y seguimos muy lejos del gobernante sabio y del buen gobierno.
sábado, 16 de julio de 2011
República federal y Estado democrático
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