El año 2011 ha sido pródigo en
acontecimientos de consecuencias históricas importantes, en especial
los sucesos del Norte de África y el Medio Oriente que han sacudido
en profundidad todas las estructuras políticas dominantes. En
algunos países europeos y particularmente en España el llamado
movimientos de los indignados, cuyo caldo de cultivo es la crisis
económica y el desempleo masivo ha planteado una crítica a fondo
igualmente de los sistemas políticos dominantes. Hasta en la
aparente inmóvil China hay un mar de fondo que se viene manifestando
esporádicamente en protestas diversas, silenciadas por el régimen
comunista y aquí mismo en el Caribe hay un proceso silente en Cuba
que no tenemos la menor duda va a significar cambios importantes en
el sistema político de la isla.
La historia siempre se mueve, es como
el río de Heráclito, cuyas aguas siempre fluyen. Hay épocas más
agitadas y tiempos más tranquilos, pero ninguna generación escapa a
las “crisis”, concepto genérico y neutral para significar hechos
y acontecimientos difíciles o problemáticos y usualmente con una
fuerte carga de violencia. Los seres humanos movidos por el interés
o el temor pueden ser avasallados y hasta humillados, pero siempre
llega el tiempo de la rebeldía y la revuelta y es que la dignidad y
la libertad son intrínsecos y constitutivos de la condición humana.
No hay gobierno eterno y el control social y político nunca es
absoluto. Es fundamental conocer la naturaleza de la dictadura para
oponérsele y vencerla, tanto en el plano político como ideológico
y psicológico, descubierta su naturaleza las tiranías caen y la
opresión desaparece.
En Venezuela, el proceso de liberación
es inevitable, lo único que no sabemos es el cuando y el cómo, pero
no tenemos la menor duda sobre la inviabilidad del actual proyecto
político y la inevitabilidad de la recuperación democrática del
país. “Una clase media atemorizada y una clase pobre sobornada”
aunado a un juego de intereses que ha permeado prácticamente todas
las estructuras sociales y particularmente a los llamados sectores
económicos tanto del gobierno como de la oposición le han permitido
al régimen un control social y político suficiente para creerse
eternos. Juan Vicente Gómez lo utilizó en abundancia: miedo y
corrupción, pero igual su tiranía terminó naufragando en las aguas
democráticas de una sociedad que no estaba dispuesta a renunciar ni
a la democracia ni al progreso.
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