jueves, 8 de septiembre de 2011

Entre la ira y la indignación


El año 2011 ha sido pródigo en acontecimientos de consecuencias históricas importantes, en especial los sucesos del Norte de África y el Medio Oriente que han sacudido en profundidad todas las estructuras políticas dominantes. En algunos países europeos y particularmente en España el llamado movimientos de los indignados, cuyo caldo de cultivo es la crisis económica y el desempleo masivo ha planteado una crítica a fondo igualmente de los sistemas políticos dominantes. Hasta en la aparente inmóvil China hay un mar de fondo que se viene manifestando esporádicamente en protestas diversas, silenciadas por el régimen comunista y aquí mismo en el Caribe hay un proceso silente en Cuba que no tenemos la menor duda va a significar cambios importantes en el sistema político de la isla.
La historia siempre se mueve, es como el río de Heráclito, cuyas aguas siempre fluyen. Hay épocas más agitadas y tiempos más tranquilos, pero ninguna generación escapa a las “crisis”, concepto genérico y neutral para significar hechos y acontecimientos difíciles o problemáticos y usualmente con una fuerte carga de violencia. Los seres humanos movidos por el interés o el temor pueden ser avasallados y hasta humillados, pero siempre llega el tiempo de la rebeldía y la revuelta y es que la dignidad y la libertad son intrínsecos y constitutivos de la condición humana. No hay gobierno eterno y el control social y político nunca es absoluto. Es fundamental conocer la naturaleza de la dictadura para oponérsele y vencerla, tanto en el plano político como ideológico y psicológico, descubierta su naturaleza las tiranías caen y la opresión desaparece.
En Venezuela, el proceso de liberación es inevitable, lo único que no sabemos es el cuando y el cómo, pero no tenemos la menor duda sobre la inviabilidad del actual proyecto político y la inevitabilidad de la recuperación democrática del país. “Una clase media atemorizada y una clase pobre sobornada” aunado a un juego de intereses que ha permeado prácticamente todas las estructuras sociales y particularmente a los llamados sectores económicos tanto del gobierno como de la oposición le han permitido al régimen un control social y político suficiente para creerse eternos. Juan Vicente Gómez lo utilizó en abundancia: miedo y corrupción, pero igual su tiranía terminó naufragando en las aguas democráticas de una sociedad que no estaba dispuesta a renunciar ni a la democracia ni al progreso.

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